domingo, 31 de mayo de 2015

PARA DESPEDIR EL MES

Oh sí
Bien
¿Vas a estar en mis sueños esta noche?


Te quiero, te amo, te amo, te amo 
Te quiero, te amo, te amo, te amo 
Te quiero, te amo, te amo, te amo 
Te quiero, te amo, te amo, te amo 
Te quiero, te amo, te amo, te amo
Te quiero, te amo, te amo, te amo

Al final,
el amor que recibes 
es igual 
al amor que das.


"The End" es una canción de The Beatles, escrita por Paul McCartney en 1969, pero acreditada a Lennon/McCartney, pertenece al álbum Abbey Road.

LO QUE SIEMBRAS ES LO QUE COSECHAS






“Si siembras para el Espíritu,
cosecharás el fruto
del Espíritu”
(5:22,23)

“Si siembras para tu carne,
cosecharás los frutos
de la carne"
(5:19-21a) 


La tercera ley de Newton o ley de acción y reacción dice: Por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza igual pero de sentido opuesto sobre el cuerpo que la produjo. Dicho de otra forma: Las fuerzas siempre se presentan en pares de igual magnitud y sentido opuesto.

Esta ley, aunque fue formulada para describir el comportamiento de cuerpos físicos, pone de manifiesto un principio universal que todo el mundo conoce como la ley del bumerang, este principio se refiere al hecho de que cuando una persona emite una idea (pensamiento) acertada o errada, esta fuerza o energía emitida regresa al emisor trayendo consigo una carga adicional a la emitida, es decir, si yo lanzo al universo un pensamiento negativo, este se me devuelve la mayoría de las veces con el doble de intensidad.

 Lo que tu colocas en tus pensamientos, sentimientos, palabras y obras, entra a tu propio ser primero y luego sale hacia la persona, lugar o condición a donde la diriges; pero desde el momento en que tú eres el Hogar de esa Vida y Energía, cuando haya alcanzado su destino, comienza su regreso a casa trayéndote de regalo todo lo que pueda de vibraciones y cualidades similares a aquello con que fue originalmente cargada. Por lo tanto, recibes de nuevo en tu mundo aquello que tú mandaste, ampliado, así fuera constructivo o destructivo.
Si criticas serás criticado, si eres injusto se te devolverá injusticia, si maltratas serás maltratado. Estas causas que tú has sembrado tienen que ser balanceadas y ajustadas antes de que puedas ser libre de sus efectos. Cuando siembras maíz, cosechas maíz, cuando siembras flores, cosechas flores, cuando siembras amor, cosechas amor.

Cuando tu vida maltrata a otra por medio de tu sentimiento, pensamiento, palabra u obras, contraes una deuda de energía que algún día tendrá que ser saldada. Muchas veces el individuo a quien tu dañaste (o el que te daño a ti) muere o sale de su cuerpo antes de que la deuda sea saldada y entonces se hace necesaria una futura oportunidad en la cual ambos individuos puedan encontrarse de nuevo y por circunstancias aparentemente naturales tengan oportunidad de armonizar aquella deuda por medio de un servicio o una asistencia dada al que fue lastimado. Estos ajustes solo pueden hacerse a través de futuras encarnaciones. La Vida los trae de nuevo, juntándolos hasta que aprendan a trabajar armoniosamente.

Esto es precisamente lo que está sucediendo en Venezuela, es tanto el odio que lanzado que ahora este se les está revirtiendo y con fuerza superlativa, estos pseudo-dirigentes, que arrían a la multitud que los sigue  por un camino de rencor, manipulación, mentiras, odio, violencia y amargura  están cosechando lo que sembraron.




“Siembra un pensamiento, cosecha una acción. Siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter. Siembra un carácter, cosecha una vida.”






miércoles, 27 de mayo de 2015

LA MENTE TOTALITARIA






“La mente totalitaria no acepta lo diverso, es por esencia monológica, admite sólo una voz, la que emite el amo y servilmente repiten sus vasallos.” Sergio Pitol


EL PÁJARO AZUL



El pájaro azul





hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir
pero yo soy demasiado duro con él,
le digo, estate ahí dentro, no voy
a dejar que nadie
te vea.





hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir
pero yo derramo whisky sobre él e inhalo
el humo de los cigarrillos
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca saben que
él está
ahí dentro.





hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir
pero yo soy demasiado duro con él,
le digo, estate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿quieres cargarte mis
obras?
¿quieres arruinar las ventas de mis libros
en Europa?





hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir
pero yo soy muy listo, solo le dejo salir
algunas veces por la noche
cuando todo el mundo está dormido.
Y digo, sé que estás ahí,
así que no estés triste.





entonces lo vuelvo a guardar,

pero él canta un poco
allí dentro, no le he dejado
morir
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es lo suficientemente hermoso
para hacer a un hombre
llorar, pero yo no
lloro, ¿lo haces
tú?



Charles Bukowski




Traducción al castellano del poema “The blue bird”
Charles Bukowski, The Last Night of the Earth Poems, 1992







NOTA A PIE DE PÁGINA

Confieso haber descubierto tarde a Bukowski, pero desde la primera vez que lo leí me sentí cautivado por la mezcla de sordidez y belleza que emana de esta alma atormentada. Hoy es uno de mis poetas favoritos y no dejo de leerlo y releerlo. No es fácil leer a Bukowski, pero imagino que todo llega a su tiempo. A la gente que no entiende como este borracho, pervertido y políticamente incorrecto poeta pueda ser tan cautivador le recomiendo leer “The Blue bird” sí después, no se sienten atrapados, entonces sigan su camino, Bukowski no es para ustedes... @gantillano 






NO MOLESTAR




Bueno!.....
la verdad es que estoy dormido,
igual yo suelo soñar dormido,
porque soñar despierto en esta época
es como difícil.

¡FELIZ DOMINGO!


viernes, 22 de mayo de 2015

NO HAY QUE CARGAR...




“No hay que cargar nuestros pensamientos
con el peso de nuestros zapatos”

André Breton


¿LA ILUSIÓN?




“¿La ilusión?
Eso cuesta caro. A mí me costó vivir
más de lo debido”

Juan Rulfo



IDEAS PARA VIVIR


una vida con sentido...

No querer hacer todo, ni vivir tres vidas en una. Domesticar el tiempo cronológico y el psicológico.

Buscar el equilibrio, la armonía. Fortalecer la coherencia y la congruencia.

Dotar la existencia de sentido. Ponerle pasión a la vida. Ilusionarse día a día. Comprometerse.

Pensar y sentir, sentir y pensar. Compartir sonrisas. Llorar ante una lágrima.
Mimar la amistad, conversar, un vino.

Relativizar la importancia de los acontecimientos. Aceptar los reveses vitales. Asumir que la esperanza es una obligación ética.

Mantener el contacto con la naturaleza. Jugar (distinto a apostar). Practicar deporte.
Crear. Apreciar y disfrutar con la belleza natural y la proveniente del ser humano.
Gustar de la austeridad.

Vibrar con el arte.

Cuidar del espíritu, del alma.

Aceptar nuestras muchas limitaciones. Interiorizar que el mundo no gira alrededor de nosotros.

Disfrutar de una agradable tertulia de sobremesa.

Ser conscientes de que el azar o el Creador jugó a favor de nuestra existencia. Que heredamos todo de quienes nos antecedieron, y que se lo debemos a quienes nos continuarán.

Apreciar que nuestra sociabilidad e independencia; lenguaje, comunicación y silencio; memoria y olvido; capacidad de anticipación; posibilidad de reír y de llorar, de captar y plantearnos dilemas, de formularnos preguntas sin respuestas, nos conduce a un punto de insatisfacción permanente.

Partiendo de que nadie ha dicho que la vida sea justa, comprensible, interiorizada ni realmente vivida. Somos conscientes de que formamos parte de los demás y de que los otros nos constituyen.

Efímera e inaprensible, así es nuestra existencia, que entreteje el dolor y la felicidad, el sufrimiento y el bienestar, el nacimiento y la pérdida, el deseo y la frustración.

Cuidar y cuidarnos física y emocionalmente, este es el reto de la convivencia. Piel con piel con nuestros seres queridos, en con-tacto con quienes nos rodean, sin olvidar a quienes en otras latitudes, tradiciones y culturas comparten los mismos latidos de la evolución de nuestra especie.

Y siempre mirando al universo, escuchando cualquier mensaje que nos pueda llegar de otro espacio-tiempo. Consternados ante nuestra manifiesta limitación, pero no insignificancia.

Captar un gesto, un aroma, un matiz, inaprensibles. Recordar aquel instante. Imaginar, intuir, soñar, en un posible mañana.

Construirse, autoeducarse, reinventarse, mejorarse, gustarse. Restañar heridas. Afincarse en la generosidad. Contestarse: “¡Mereció la pena!”.

Anticipar que quedarán cabos sueltos, que siempre será inconcluso…

Alcanzar a despedirse serenamente, habiendo aprendido a no pedirle a la vida más de lo que la vida puede dar. Sabiendo para qué se ha vivido, sintiendo para quién.”







jueves, 21 de mayo de 2015

YA NO TENGO PACIENCIA



"Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. Perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme. Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me ajusto más con la barriada o el chusmerío. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible. En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición. No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar. Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales. Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia"


Meryl Streep

LLEGA UN MOMENTO


"Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevaron siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos..." 

Fernando Pessoa

DECÁLOGO DEL POPULISMO





El populismo en Iberoamérica ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas. Izquierdas y derechas podrían reivindicar para sí la paternidad del populismo, todas al conjuro de la palabra mágica “pueblo”.

Populista quintaesencial fue el general Juan Domingo Perón, quien había atestiguado directamente el ascenso del fascismo italiano y admiraba a Mussolini al grado de querer “erigirle un monumento en cada esquina”. Populista posmoderno es el comandante Hugo Chávez, quien venera a Castro hasta buscar convertir a Venezuela en una colonia experimental del “nuevo socialismo”. Los extremos se tocan, son cara y cruz de un mismo fenómeno político cuya caracterización, por tanto, no debe intentarse por la vía de su contenido ideológico sino de su funcionamiento. Propongo diez rasgos específicos.


1
El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. “La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra o del gran demagogo ¬recuerda Max Weber¬ no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, `vive para su obra’. Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido”.


2
El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera 
constante, atiza sus pasiones, “alumbra el camino”, y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios.

Weber apunta que el caudillaje político surge primero en las ciudades-Estado del Mediterráneo en la figura del “demagogo”.
Aristóteles (Política, V) sostiene que la demagogia es la causa principal de “las revoluciones en las democracias”, y advierte una convergencia entre el poder militar y el poder de la retórica que parece una prefiguración de Perón y Chávez: “En los tiempos antiguos, cuando el demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía; la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos”. Más tarde se desarrolló la habilidad retórica y llegó la hora de los demagogos puros: “Ahora quienes dirigen al pueblo son los que saben hablar”.

Hace 25 siglos esa distorsión de la verdad pública (tan lejana de la democracia como la sofística de la filosofía) se desplegaba en el ágora real; en el siglo XX lo hace en el ágora virtual de las ondas 
sonoras y visuales: de Mussolini (y de Goebbels), Perón aprendió la importancia política de la radio, que Evita y él utilizarían para hipnotizar a las masas. Chávez, por su parte, ha superado a su mentor Castro en utilizar hasta el paroxismo la oratoria televisiva.


3
El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino “Vox populi, vox dei”. Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno “popular” interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla. En la Argentina peronista, los diarios oficiales y nacionalistas ¬incluido un órgano nazi¬ contaban con generosas franquicias, pero la prensa libre estuvo a un paso de desaparecer. La situación venezolana, con la “ley mordaza” pendiendo como una espada 
sobre la libertad de expresión, apunta en el mismo sentido; terminará aplastándola.


4
El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, o para ambas cosas, sin tomar en cuenta los costos.

El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.


5
El populista reparte directamente la riqueza. Lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en países pobres, donde hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. “¡Ustedes tienen el deber de pedir!”, exclamaba Evita a sus beneficiarios.

Se creó así una idea ficticia de la realidad económica y se entronizó una mentalidad becaria. Y al final, ¿quién pagaba la cuenta? No la propia Evita (que cobró sus servicios con creces y resguardó en Suiza sus cuentas multimillonarias), sino las reservas acumuladas en décadas, los propios obreros con sus donaciones “voluntarias” y, sobre todo, la posteridad endeudada, devorada por la inflación.

En cuanto a Venezuela (cuyo caudillo parte y reparte los beneficios del petróleo), hasta las estadísticas oficiales admiten que la pobreza se ha incrementado, pero la improductividad del asistencialismo (tal como Chávez lo practica) sólo se sentirá en el futuro, cuando los precios se desplomen o el régimen lleve hasta sus últimas consecuencias su designio dictatorial.


6
El populista alienta el odio de clases. “Las revoluciones en las democracias ¬explica Aristóteles, citando `multitud de casos’¬ son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos”. El contenido de esa “intemperancia” fue el odio contra los ricos; “unas veces por su política de delaciones… y otras atacándolos como clase, (los demagogos) concitan contra ellos al pueblo”. Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a “los ricos” (a quienes acusan a menudo de ser “antinacionales”), pero atraen a los “empresarios patrióticos” que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.


7
El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas.

La plaza pública es un teatro donde aparece “su Majestad el Pueblo” para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra “los malos” de dentro y fuera. “El pueblo”, claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas en un voto y representadas por un parlamento; ni siquiera la encarnación de la “voluntad general” de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante que caracterizó otro clásico (Marx, no Carlos sino Groucho): “El poder para los que gritan `¡el poder para el pueblo!”.

8
El populismo fustiga por sistema al “enemigo exterior”. Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera. La Argentina peronista reavivó las viejas (y explicables) pasiones antiestadounidenses que hervían en Iberoamérica desde la Guerra del 98, pero Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen: un triste régimen definido por lo que odia, no por lo que ama, aspira o logra. Por su parte, Chávez ha llevado la retórica antiestadounidense a expresiones de bajeza que aun Castro consideraría (tal vez) de mal gusto. Al mismo tiempo hace representar en las calles de Caracas simulacros de defensa contra una invasión que sólo existe en su imaginación, pero que un sector importante de la población venezolana (adversa, en general, al modelo cubano) termina por creer.


9
El populismo desprecia el orden legal. Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la “ley natural” y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre. Por eso, una vez en el poder (como Chávez), el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la “justicia directa” (“popular”, “bolivariana”), remedo de una Fuenteovejuna que, para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta. Hoy por hoy, el Congreso y la judicatura son un apéndice de Chávez, igual que en Argentina lo eran de Perón y Evita, quienes suprimieron la inmunidad parlamentaria y depuraron, a su conveniencia, el Poder Judicial.


10
El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la “voluntad popular”. En el límite de su carrera, Evita buscó la candidatura a la Vicepresidencia de la República.

Perón se negó a apoyarla. De haber sobrevivido, ¿es impensable imaginarla tramando el derrocamiento de su marido? No por casualidad, en sus aciagos tiempos de actriz radiofónica, había representado a Catalina la Grande. En cuanto a Chávez, ha declarado que su horizonte mínimo es el año 2020.

¿Por qué renace una y otra vez en Iberoamérica la mala hierba del populismo? Las razones son diversas y complejas, pero apunto dos. En primer lugar, porque sus raíces se hunden en una noción muy antigua de “soberanía popular” que los neoescolásticos del siglo XVI y XVII propagaron en los dominios españoles, y que tuvo una influencia decisiva en las guerras de independencia desde Buenos Aires hasta México. El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza perversamente “moderada” o “provisional”: no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.

Desde los griegos hasta el siglo XXI, pasando por el aterrador siglo XX, la lección es clara: el inevitable efecto de la demagogia es “subvertir la democracia”.

Enrique Krauze





Fuente: EL NACIONAL



A IMAGEN Y SEMEJANZA




A imagen y semejanza
Mario Benedetti


Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.





LA FÁBULA DE LOS CIEGOS




La fábula de los ciegos
Hermann Hesse


Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dio el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esta manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.
Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista. Pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.

Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.

Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.

Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.