viernes, 30 de junio de 2017
¡ADELANTE!
Si logras estar firme cuando en tu derredor
todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza;
si cuando todos dudan, confías en tu valor
y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza;
si puedes esperar y a tu afán poner brida,
o blanco de mentiras esgrimir la verdad,
o siendo odiado al odio no darle cabida
y ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad.
Si sueñas pero el sueño no se vuelve tu rey;
si piensas y el pensar no mengua tus ardores;
si el triunfo o la derrota no te imponen su ley
y los tratas lo mismo, como a dos impostores;
si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados,
o mirar hecha trizas tu adorada quimera
y tornar a forjarla con útiles mellados;
si puedes mantenerte en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo tirante
para emplearlos cuando en ti todo flaquea
menos la voluntad que te dice: “Adelante”.
Si entre la turba das a la virtud abrigo;
si marchando con reyes del orgullo has triunfado;
si no pueden herirte ni amigo ni enemigo;
si eres bueno con todos, pero no demasiado;
si puedes llenar los preciosos minutos
con sesenta segundos de combate bravío,
tuya es la Tierra y todos sus codiciados frutos,
y lo que más importa: ¡serás hombre, hijo mío!
Rudyard Kipling
Rewards and Fairies/1909
miércoles, 28 de junio de 2017
martes, 27 de junio de 2017
lunes, 26 de junio de 2017
domingo, 25 de junio de 2017
sábado, 24 de junio de 2017
viernes, 23 de junio de 2017
jueves, 22 de junio de 2017
miércoles, 21 de junio de 2017
martes, 20 de junio de 2017
lunes, 19 de junio de 2017
domingo, 18 de junio de 2017
PADRE, PAPÁ, PAPI
´
Padre, papá, papi
Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre…
La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.
-Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber a las vacas? ¡Cuánta fuerza tenía el padre!
Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo era una derrota. Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además -segunda derrota- “papá” es una invitación al infame tuteo. Con el uso de “papá” el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre – ¡Pero, papá, me parece el colmo que no me prestes el auto…!
A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar bailes y convivios, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban: “bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no en quién sabe dónde”.
El papá marcó un acercamiento generacional muy importante algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a usar el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de “señor González”, como habría hecho el padre, lo llamara “Tato”.
Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha Nada comparable a la figura de prócer del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada.
Y entonces vino “papi”. “Papi” es invento reciente, de los últimos 20 o 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica. – “Papi”, me llevo el auto, dame para la gasolina…
A “papi” lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo y en calzoncillos en la cocina.
A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la afeitadora eléctrica, la computadora, las llaves… Lo tutean, pero siempre en plan de regaño: ¡Tú sí que la riegas “papi”, no me vuelvas a llamar “chiquita” delante de Juanca…!
Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi: – Oye, “papi”, me estás acabando el whisky, “panzón”, “bodoque”,…
No sé qué seguirá de “papi” hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro.
Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme “bebé”.
Daniel Samper Pizano *
* Daniel Samper Pizano es un abogado, periodista, cuentista, columnista y novelista colombiano, colaborador de varios medios escritos y televisivos. Hermano del ex presidente Ernesto Samper Pizano y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, es columnista habitual del diario “El Tiempo” en la columna llamada“Cambalache”, ha colaborado en publicaciones como “El Malpensante”, “Semana” y “Gatopardo”, sus escritos se caracterizan por tener un amplio y agradable sentido del humor y crítica social.
CANTO A LA REBELDÍA
CANTO A LA REBELDÍA
Yo era un hombre cuando cierto día
encontré a mi padre parado en mi vía.
Alto como torre, duro como bloque,
firme como prócer, fuerte como padre.
- Apártate, padre – yo le dije entonces.
- Apártate, padre. Yo ya soy un hombre.
En efecto lo era. Él no lo creía.
Apártate, padre. Voy a mi deber.
Él no comprendía. No le vi ceder.
- Apártate, Padre, – le grité de nuevo.
- Mucha prisa llevo. Mucha fuerza llevo.
- Mucha vida llevo. No te tengo miedo.
Él estaba inmóvil como de basalto.
Me le abalancé las manos en alto,
y en la angosta vía rudo fue el asalto.
¡Oh, qué fuerte era! Nunca lo supuse.
No encontrara antes tan fuerte enemigo.
Todo mi vigor en la luche puse,
hasta que mi padre dio en tierra consigo.
Y cuando jadeante por la libre vía,
lleno de entusiasmo continuar quería,
mi padre, en la tierra, se alzó como pudo,
y con gran orgullo, ¡oh qué orgullo el suyo!,
me gritó:
Hijo mío: ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Sigue!