jueves, 14 de junio de 2018

EXPULSARME...


 

Expulsarme...

 

Expulsarme a mí misma de mí misma,
ojalá yo supiera.
Son siempre inexpugnables
las murallas de todo corazón.

Mas, puesto que combato en contra mía,
¿cómo alcanzar la paz,
de no ser subyugando
a mi propia conciencia?

Y si somos las dos mutuo monarca,
¿cómo lo podré hacer,
de no ser abdicando
yo de mí?


Emily Dickinson




lunes, 11 de junio de 2018

LA TIERRA GIRÓ PARA ACERCARNOS


 

 

La tierra giró para acercarnos



La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive
llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

Eugenio Montejo

 

TAN TRISTE Y TAN CIERTO






La tristeza es causada por la inteligencia. Cuanto más comprendes ciertas cosas, más desearías no comprenderlas.

― Charles Bukowski


viernes, 8 de junio de 2018

MUDANZAS


 

 

Mudanzas



Mudanzas por el mar o por el tiempo,
en un navío, en una carreta con libros,
cambiando de casas, palabras, paisajes,
separándonos siempre para que alguien se quede
y algún otro se vaya.

Despedirnos de un cuerpo de mujer
que se mira ya lejos como un pueblo,
donde las noches fueron más largas que los siglos
en lámparas y hoteles.

Mudanzas de uno mismo, de su sombra,
en espejos con pozos de olvido
que nada retienen.

No ser nunca quien parte ni quien vuelve
sino algo entre los dos,
algo en el medio;
lo que la vida arranca y no es ausencia,
lo que entrega y no es sueño,
el relámpago que deja entre las manos
la grieta de una piedra.

 
Eugenio Montejo



 

MURAL ESCRITO POR EL VIENTO


 

Mural escrito por el viento

A Jesús Sanoja Hernández


Adora a tu ciudad, pero no mucho tiempo,
olvida el tacto de sus piedras,
sé gentil a tu paso y prosigue de largo,
no proyectes quedarte entre sus muros,
hasta fundirte en el paisaje.
Una ciudad no es fiel a un río ni a un árbol,
mucho menos a un hombre.

Quien amó una ciudad solamente en la tierra,
casa por casa, bajo soles o lluvias
y fue por años tatuándola en sus ojos,
sabe cómo engañan de pronto sus colinas,
cómo se tornan crueles esas tardes doradas
que tanto nos seducen.

Las ciudades se prometen al que llega
pero no aman a nadie.
Cuando se ven por la ventana de un avión
todas atraen
con sus cumbres azules
y largos bulevares rumorosos,
pero al tiempo son sombras amargas.
Sus edificios nos vuelven solitarios,
sus cementerios están llenos de suicidas
que no dejan ni una carta.
Por eso el río pasa y no vuelve,
por eso el árbol que crece a sus orillas
elige siempre la madera más leve
y termina de barco.

Eugenio Montejo
(DeTrópico absoluto, 1982)


NADIE YA QUEDA






No vive ya nadie...



No vive ya nadie en la casa —me dices—; todos se han ido. La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues que todos han partido.
Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.
Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en circulo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continua en la casa, es el sujeto del acto.

César Vallejo