“Solo sé que no se nada y, al saber que no sé nada, algo sé;
porque sé que no sé nada”
Sócrates
Si usted no sabe que sabe, cree que no sabe. Por otro lado,
si cree que sabe y no sabe, actúa como si supiese. Esto puede provocar graves
consecuencias.
Todos somos ignorantes, pero en temas diferentes. Al ser
humano le es imposible saberlo todo. Reconocer la ignorancia en alguna cosa es
ya un conocimiento, porque abre la puerta del aprendizaje.
Nuestra mayor ignorancia es no saber que no sabemos. La
arrogancia es ceguera cognitiva. Es volverse ciego al conocimiento.
Todo lo que aprendemos en la vida pasa por cuatro fases, y
la ignorancia es la primera fase del aprendizaje.
En la fase de la ignorancia, no saber cuánto no sabemos.
Cuanto llegamos a saber que no sabemos, es que ya estamos aprendiendo y
entramos en la segunda fase.
La segunda fase es tener una buena información sobre alguna
cosa, es decir, cuanto sabemos y cuánto no sabemos.
La tercera fase es la del conocimiento. Es cuando sabemos
cuánto sabemos. ¿De qué modo comienza la fase de conocimiento? Con la
confusión. Al pasar de la fase (estar informados) a la tercera (conocimiento),
hay que cruzar el territorio de la confusión. Cuando llegamos a este punto, muchos abandonan el proceso de
aprendizaje, ya que no soportan atravesar la confusión. Si supiéramos y
entendiésemos la importancia que tiene
esta etapa del conocimiento, el aprendizaje sería mucho mejor. Pero esto no es
lo que sucede, Las personas temen la confusión (Dios mío, no entienden nada. No
lo consigo. Es demasiado difícil para mi cabeza!), porque no quieren abandonar
la zona de comodidad.
Si usted se siente un poco confundido al leer este artículo,
eso es una buena señal. Quiere decir que está dispuesto incorporar nuevos
conocimientos.
Si ante nuestros ojos apareciera algo completamente nuevo,
que nunca hubiéramos visto antes, nuestra primera percepción parecería confusa
(¿qué es eso?). Pero nuestro cerebro tiene la capacidad de procesar
informaciones, siempre y cuando estemos abiertos para que eso ocurra, y tarde
lo que era confuso se volverá familiar, y lo que incomprensible se volverá
obvio. Como ya he dichos arrogancia (el orgullo, la soberbia), es ceguera
cognitiva. Asumir una pose de sabelotodo significa cerrar los canales al
conocimiento. Para llegar al conocimiento, necesario abrirse a lo nuevo y tener
voluntad para aprender, para, sin miedo (¡al contrarío!), penetrar en lo
desconocido. Solamente de esta manera es posible superar dificultades y atravesar
la confusión.
En la plenitud del conocimiento (que no significa saberlo
todo, sino saber bien lo que se sabe), se llega a la cuarta fase del
aprendizaje: la sabiduría. Nuestro cerebro ha conseguido asimilar de tal manera
ese conocimiento que ya no necesitamos prestarle atención, está en nosotros,
forma parte de nuestra estructura mental. En esta fase, la persona no sabe
cuánto (o cómo) sabe.
El bebé nace sin saber caminar. Al principio, ni siquiera
sabe que no sabe. Más tarde, cuando ve a otras personas andando, desea también
caminar, y entonces se da cuenta de que no sabe. Al tomar conciencia de su
ignorancia, comienza a aprender. Después realiza las primeras tentativas y al
principio no consigne ningún resultado, pero ya se da cuenta de lo que debe hacer.
Entonces comienza a probar con más ahínco, da dos o tres pasos y se cae. Lo
intenta de nuevo y se cae. Se siente confundido y lo intenta nuevamente. Y
continúa cayéndose, pero no renuncia, hasta que aprende. Pasado algún tiempo,
aquello que le había exigido tanto es fuerzo para aprenderlo se convierte en
algo tan simple que ni siquiera se da cuenta de que está caminando.
Somos inconscientemente incompetentes en la primera fase,
conscientemente incompetentes en la segunda, conscientemente competentes en la
tercera, e inconscientemente competentes en la cuarta. Así es el proceso de
aprendizaje.
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