“EL CREDO DE UN HUMANISTA”
Creo
que la unidad del hombre, a diferencia de otros seres vivientes, se debe a que
el hombre es la vida consciente de sí misma. El hombre es consciente de sí
mismo, de su futuro, que es la muerte; de su pequeñez, de su impotencia. Es consciente
del otro en cuanto es otro. El hombre está en la naturaleza, y sometido a sus
leyes, aunque la trascienda con el pensamiento.
Creo que
el hombre es consecuencia de la evolución natural: que ha nacido del conflicto
de estar preso y separado de la naturaleza y de la necesidad de hallar unidad y
armonía con ella.
Creo que
la naturaleza del hombre es una incoherencia, debida a las condiciones de la
existencia humana, que exige buscarle soluciones, las cuales a su vez crean
nuevas incoherencias y la necesidad de nuevas soluciones.
Creo
que toda solución a estas incoherencias puede cumplir realmente la condición de
ayudar al hombre a superar el sentimiento de separación y a lograr un
sentimiento de concordancia, comunidad y participación.
Creo
que, en toda solución a estas incoherencias, el hombre sólo tiene la
posibilidad de escoger entre avanzar o retroceder. Estas opciones, que se
manifiestan en actos precisos, son medios para rebajar o para desarrollar la
humanidad que tenemos dentro.
Creo que
la alternativa fundamental para el hombre es la elección entre “vida” y
“muerte”, entre creatividad y violencia destructiva, entre la realidad y el
engaño, entre la objetividad y la intolerancia, entre fraternidad con
independencia y dominio con sometimiento.
Creo que
podemos atribuir a la “vida” el significado de continuo nacimiento y constante
desarrollo.
Creo que
podemos atribuir a la “muerte” el significado de suspensión del desarrollo y
continua repetición.
Creo que,
con la solución regresiva, el hombre trata de encontrar la unidad librándose
del insoportable miedo a la soledad y a la incertidumbre, desfigurando lo que
lo hace humano y lo atormenta. La orientación regresiva se desarrolla en tres
manifestaciones, juntas o separadas : La necrofilia, el narcisismo y la
simbiosis incestuosa.
Por necrofilia entiendo el gusto por todo lo que es
violencia y destrucción : el deseo de matar, la adoración de la fuerza, la
atracción por la muerte, el suicidio y el sadismo y el deseo de transformar lo
orgánico en inorgánico sometiéndolo al “orden”. El necrófilo, por carecer de
las cualidades necesarias para crear, en su impotencia encuentra más fácil
destruir, porque para él sólo una cualidad tienen valor: la fuerza.
Por narcisismo
entiendo la falta de un interés autentico por el mundo exterior y un intenso
apego a uno mismo, al grupo, clan, religión, nación, raza, etc., con graves
distorsiones del juicio racional. En general, la necesidad de satisfacción
narcisista deriva de la necesidad de compensar una pobreza material y cultural.
Por simbiosis incestuosa entiendo la tendencia a seguir
ligado a la madre y a sus equivalentes : la estirpe, la familia o la tribu ; a
descargarse el insoportable peso de la responsabilidad, la libertad y la
conciencia, para ser protegido y amado en un estado de seguridad con
dependencia, que paga el individuo con el cese de su propio desarrollo humano.
Creo que,
escogiendo avanzar, el hombre puede encontrar una nueva unidad mediante el
pleno desarrollo de todas sus energías humanas, que se muestran en tres
orientaciones, juntas o separadas: la biofilia, el amor a la humanidad y a la
naturaleza y la independencia y libertad.
Creo
que el amor es la llave principal para abrir las puertas al “crecimiento” del
hombre. El amor y la unión a alguien o algo fuera de uno mismo permite trabar
relaciones con otros, sentirse uno con otros, sin reducir el sentido de
integridad e independencia. El amor es una orientación positiva, para la cual
es esencial que se hallen presentes al mismo tiempo la solicitud, la
responsabilidad, el respeto y el conocimiento del objeto de unión.
Creo
que la experiencia del amor es el acto más humano y humanizador que es dado
gozar al hombre y, como la razón, carece de sentido si se entiende de manera
parcial.
Creo en
la necesidad de “liberación” de los lazos, externos o internos, como condición
para poder tener la “libertad” de crear, obrar, querer saber, etc., para poder
llegar a ser un individuo libre, activo y responsable.
Creo que
libertad es la capacidad de obedecer la voz de la razón y del conocimiento, en
contra de las voces de las pasiones irracionales. Es la emancipación que libera
al hombre y lo pone en el camino de emplear sus facultades racionales y de
comprender objetivamente el mundo y el papel que en éste representa.
Creo que
la “lucha por la libertad” tiene, en general, el sentido excluido de lucha
contra la autoridad impuesta sobre la voluntad individual. Hoy “lucha por la
libertad” debe significar liberarnos, individual y colectivamente, de la
“autoridad” a la que nos hemos sometido “voluntariamente” : liberarnos de las
fuerzas interiores que exigen este sometimiento porque somos incapaces de
soportar la libertad.
Creo que
la “libertad de elección” no siempre es igual para todos los hombres en todo
momento. El hombre de orientación exclusivamente necrofílica, narcisista o
simbiótico incestuosa, puede tomar sólo una opción regresiva. El hombre libre,
liberado de lazos irracionales, no puede tomar ya una opción regresiva.
Creo que
el problema de la libertad de elección existe sólo para el hombre de
orientaciones contrapuestas, y que esta elección siempre está estrechamente
condicionada por deseos inconscientes y por justificaciones tranquilizadoras.
Creo que
nadie puede “salvar” a su prójimo decidiendo por él. Únicamente podrá ayudarlo
señalándole alternativas posibles, con toda sinceridad y amor, sin sensiblería
ni engaño alguno. La conciencia intelectiva de las alternativas liberadoras
puede reavivar en un individuo sus energías ocultas y ponerlo en el camino en
el que escoja la “vida”, en lugar de la “muerte”.
Creo que
la igualdad se siente cuando, al descubrirse uno mismo por completo, se
reconoce igual a otros y se identifica con ellos. Todo individuo lleva la
humanidad en su interior. La “condición humana” es única e igual en todos los
hombres, a pesar de las inevitables diferencias de inteligencia, talento,
estatura, color, etc.
Creo
que la igualdad entre los hombres se debe recordar especialmente para evitar
que uno se convierta en instrumento de otro.
Creo que
la fraternidad es el amor dirigido a nuestros semejantes. No obstante, se
quedará en palabra hueca mientras no se hayan eliminado todos los lazos
“incestuosos” que impiden juzgar objetivamente al “hermano”.
Creo que
el individuo no puede entablar estrecha relación con su humanidad en tanto no
se disponga a trascender su sociedad y a reconocer de qué modo ésta fomenta o
estorba sus potenciales humanas. Si le resultan “naturales” las prohibiciones,
las restricciones y la adulteración de los valores, es señal de que no tiene un
conocimiento verdadero de la naturaleza humana.
Creo que
la sociedad ha chocado siempre con la humanidad, aun teniendo una función a la
vez estimulante e inhibitoria. La sociedad no dejará de paralizar al hombre y
promover la dominación hasta que su fin se identifique con el de la humanidad.
Creo que
podemos y debemos esperar una sociedad cuerda que fomente la capacidad del
hombre de amar a sus semejantes, de trabajar y crear, de desarrollar su razón y
un sentido real de sí mismo basado en la experiencia de su energía positiva.
Creo
que podemos y debemos esperar la recuperación colectiva de una salud mental
caracterizada por la capacidad de amar y crear, por la liberación de los lazos
incestuosos con el clan y la tierra, por un sentido de identidad basado en la
experiencia que tienen de sí mismo el individuo como sujeto y agente de sus
facultades y por la capacidad de influir en la realidad exterior e interior a
uno mismo, logrando el desarrollo de la objetividad y de la razón.
Creo que,
mientras parece que este mundo nuestro enloquece y se deshumaniza, cada vez más
individuos sentirán la necesidad de asociarse y colaborar con quienes compartan
sus preocupaciones.
Creo que
estos hombres de buena voluntad, no sólo deben hacerse una interpretación
humana del mundo, sino que también deben señalar el camino y trabajar por su
posible transformación: la interpretación sin voluntad de reforma es inútil; la
reforma sin previa interpretación es ciega.
Creo posible
la realización de un mundo en que el hombre “ser” mucho aunque “tenga” poco; un
mundo en que el móvil dominante de la existencia no sea el consumo; un mundo en
que el “hombre” sea el fin primero y último; un mundo en que el hombre pueda
encontrar la manera de dar un fin a su ida y la fortaleza de vivir libre y
desengañado.
Erich Fromm
Fragmentos del libro “EL HUMANISMO COMO UTOPÍA REAL”
ERICH FROMM (1900-1980)
Psicólogo social, psicoanalista y humanista alemán y uno de
los principales renovadores de la teoría y práctica psicoanalítica a mediados
del siglo XX. Erich Fromm nació en una familia de clase media alemana, de padre
comerciante y colérico y madre depresiva, ambos judíos ortodoxos. En su
adolescencia comenzó estudios de derecho, pero los abandonó en 1919 para
estudiar sociología en la Universidad de Heidelberg, obteniendo su licenciatura
en Sociología y Psicología en 1922. En 1926 profundizó el estudio de la
doctrina freudiana y tres años después ingresó en el Instituto de Psicoanálisis
de Berlín (Alemania), abandonando el judaísmo casi por entero y estudiando las
teorías de Karl Marx. En 1934 el partido nazi tomó el poder en Alemania
(1933-1945) y Erich Fromm junto a su familia emigraron a América, viviendo en
Nueva York (Estados Unidos) y Cuernavaca (México). Durante los años 40 publicó
varios libros sobre las tendencias autoritarias de la sociedad contemporánea y
desviándose marcadamente de la teoría original freudiana e inició, junto a
otros, la escuela culturalista psicoanalítica estadounidense, cuya metodología
busca resolver la neurosis del hombre moderno. En 1950 se traslada a México,
donde impartió clases en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
donde fundó la Sección Psicoanalítica de la escuela de medicina. Erich Fromm
estuvo fuertemente involucrado con los movimientos pacifistas norteamericanos,
y fue un destacado oponente de la Guerra de Vietnam (1958-1975) al tiempo que
criticó la sociedad de consumo capitalista y el modelo totalitario soviético,
acercándose al anarquismo. Hasta 1961 trabajó en la UNAM y en la Universidad
Estatal de Míchigan, retirándose en 1965 y trasladándose a Muralto (Suiza),
donde permaneció hasta su muerte.
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