LOS REYES MAGOS
El Día de Reyes es una tradición en la cual se celebra el 6
de enero a los "Reyes Magos", recordando aquel episodio en el que
unos Magos de Oriente llegaron a adorar y dar regalos a Jesús "Rey de los
Judíos", según la manifestación de una gran estrella.
Esta fiesta es una tradición cargada de significado. En
realidad celebramos la manifestación del Señor a todo el mundo, es decir la
Epifanía. Dios se les revela, no sólo a los pastores, no sólo a los judíos,
también a aquellos hombres de ciencia, ricos y poderosos que se ponen en camino
desde tierras lejanas, en busca de la estrella que interpretan como una
manifestación de la presencia de Dios; significa que el Hijo de Dios debe ser
reconocido por todos los hombres, de todos los lugares, de todos los tiempos.
Los Magos de Oriente se postran ante Jesús Niño y lo adoran,
con sus regalos hablan de lo que ellos encuentran en Él: El oro se le ofrece
sólo a los reyes, por lo que reconocen en Jesús al Rey; el incienso se le
ofrece sólo a Dios, por lo que revelan que Jesús es Dios; y la mirra es un
perfume que reconoce en Jesús Rey, Hijo de Dios, también a un Hombre.
Es una bella historia que merece nuestra reflexión. Además
de que es una oportunidad para compartir
en familia las bendiciones y gracias que este milagro nos trajo.
La tradición nos invita a compartir la "Rosca de
Reyes", costumbre también llena de significados importantes: el pan en
forma de rosca evoca a Dios Eterno, que no tiene principio ni fin; las frutas
dulces con que se decora nos recuerdan la gracia que Jesús nos trae; el
muñequito escondido entre la masa representa al Niño Jesús que todos debemos
buscar, quien lo encuentra se llena de tanto gozo que desea compartirlo con
todos, por lo que promete una fiesta el próximo día dos de febrero, día de la
"Candelaria" (luz) o Presentación del Señor.
HISTORIA DE LA FIESTA
DE LA EPIFANÍA
La fiesta de la Epifanía es de origen Oriental y surgió en
forma similar a la Navidad de Occidente.
Los paganos celebraban en Oriente, sobre todo en Egipto, la
fiesta del solsticio invernal el 25 de diciembre y el 6 de enero el aumento de
la luz. En este aumento de la luz los cristianos vieron un símbolo evangélico.
Después de 13 días del 25 de diciembre, cuando el aumento de la luz era
evidente, celebraban el nacimiento de Jesús, para presentarlo con mayor luz que
el dios Sol. La palabra epifanía es de origen griego y quiere decir
manifestación, revelación o aparición. Cuando la fiesta oriental llegó a
Occidente, por celebrarse ya la fiesta de Navidad, se le dio un significado
diferente del original: se solemnizó la revelación de Jesús al mundo pagano,
significada en la adoración de los "magos de oriente" que menciona el
Evangelio.
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía para recordar la
Manifestación del Señor a todos los hombres con el relato de los Magos de
Oriente que nos narra el Evangelio (Mt 2, 1-12). Aquellos hombres que buscaban
ansiosamente simbolizan la sed que tienen los pueblos que todavía no conocen a
Jesús.
La Epifanía, en este sentido, además de ser un recuerdo, es
sobre todo un misterio actual, que viene a sacudir la conciencia de los
cristianos dormidos.
Para la Iglesia la Epifanía constituye un reto misional: o
trabaja generosa e inteligentemente para manifestar a Cristo al mundo, o
traiciona su misión. La tarea esencial e ineludible de la Iglesia es trabajar
para llevar a Cristo a todos aquellos que no lo conocen.
La llegada de los magos, que no pertenecen al pueblo elegido,
nos revela la vocación universal de la fe. Todos los pueblos son llamados a
reconocer al Señor para vivir conforme a su mensaje y alcanzar la salvación.
La descripción que hace el Evangelio de la llegada de los
magos a Jerusalén y luego a Belén, la reacción de Herodes y la actuación de los
doctores de la ley, encierra una carga impresionante de enseñanza.
Unos hombres extranjeros que siguen el camino indicado por
la estrella, para adorar al recién nacido Rey de los judíos.
Los conocedores de las Escrituras en Jerusalén que quedan
indiferentes ante aquella luz del cielo, que anuncia el acontecimiento esperado
por siglos.
La envidia del rey Herodes ante el temor de que surja un rey
"mayor" que él.
Ante este relato tan cargado de significado, nos queda
reflexionar seriamente:
¿Somos como aquella Jerusalén, "conocedora de las
Escrituras", pero incapaz de reconocer y menos de seguir el camino de la
Luz de Cristo?
O ¿somos como los magos de oriente, en búsqueda siempre de
la verdad y dispuestos a ponerse en camino hacia Jesús, Rey y Señor de la
historia?
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