“Que el
maestro exalte la civilidad y vaya regando de palabras libertarias el aula de
clases para exorcizar a los muchachos de esta broza ideológica”
Andrés Eloy Blanco
La memoria siempre guarda experiencias significativas que
ayudan a reducir los márgenes de error en las decisiones de nuestro diario
avatar. En tiempos borrascosos como este que se vive se hace necesario la
indagación y el paralelismo de los hechos que la historia registra cuando la
humanidad en trance ha vivido, y como quiera que hoy los vivimos, es pertinente
conocer como este régimen se comporta ante esta dupla antinómica.
La civilidad, en este proyecto de comunismo, vale lo que un
etcétera en una oración: nada. Porque sucede que para esta épica
revolucionaria, la que nos tiene narrando Chávez durante doce años, solamente
los militares hicieron posible este territorio que llaman Venezuela. Es
pertinente aclarar que aun no siendo de carrera militar, pero si se alzó en
armas y asesinó a unos cuentos civiles indefensos ese también entra en el
panteón, puesto que a ellos se les debe lo que somos y lo que tenemos, y sólo
las armas valen para forjar patria. Desde esos arquetipos es que se construye
el nuevo republicano. Para muestras, las palabrejas que vocifera Chávez
exaltando la guerra, las armas, y su historia demencial de la república que nos
cuenta, con esos hombres de armas como únicos protagonistas; en esa narrativa,
los demás venezolanos somos un largo e inservible etcétera.
Siguiendo la lógica del comunismo que nos gobierna y
haciendo un parafraseo invertido de las palabras de Clemencau se podría afirmar
que un país en guerra es demasiado importante, y por eso no se puede dejar que los civiles lo gobiernen. Lo que
les digo se hace evidente en todas las manifestaciones y usos del lenguaje de
HCF y sus seguidores: batallones, milicias, pueblo en armas, rodilla en tierra
y fusil en hombros, guerrilla comunicacional, son de las más usuales
expresiones de Chávez y sus camisas rojas (los de Hitler y Mussolini se
vistieron de pardas y negras, lo que usted deduzca no son juegos de la
fantasía).
Otra evidencia de esto es que de las escuelas y liceos, poco
a poco se han ido borrando los nombres de ilustres venezolanos que con su
pensamiento y escritura forjaron patria, nos legaron toda una historia de
grandezas, de incansable lucha contra el absolutismo y el militarismo. Valga
decir que José María Vargas ni siquiera es mencionado en el calendario escolar,
de tal manera que nuestro primer presidente civil de la Venezuela republicana
no es digno para estos revolucionarios de ser mencionado, así como Fermín Toro,
Cecilio Acosta, Pérez Bonalde, Juan Vicente González, Andrés Bello también pasaron al ostracismo en nuestra educación, ni qué decir de don
Rómulo Gallegos. Y estoy ya por creer que a Simón Rodríguez dentro de poco lo
dejarán a un lado en el momento que se tropiecen con algunos escritos suyos que
expresan con claridad su sentido liberal y democrático. Uno de ellos que seguro
no les va a agradar es este que se lee en su libro “Consejos de amigo dados al
colegio de Latacunga”: “Enseñen a los niños a ser preguntones para que,
pidiendo el porqué de lo que se les mande hacer, se acostumbren a obedecer…a la
Razón, no a la autoridad, como los limitados, ni a las costumbres como los
estúpidos”. No nos extrañe, entonces, que a la vuelta de unos años le quiten el
robinsoniana a las escuelas Técnicas y le coloquen el remoquete de guevaristas.
¿Ante esta arremetida militarista que tiene a una sociedad
viviendo sus días más aciagos, puede un docente callar? No y mil veces no. ¿Si
nos levantan unos falsos héroes que legaron la cultura de la muerte y la
venganza, porque lo que hicieron fue asesinar a mansalva a indefensos civiles
por el simple acto de pensar y disentir, no vamos los docentes acudir al poeta Andrés Eloy a quien cerca
tenemos y que nos legó una de las más ricas escrituras exaltadoras de la vida,
de la paz, de la libertad y de la civilidad? Claro que sí.
Yonny Galindo
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