La inmediatez de las dificultades que nos suceden y que
pueden ocupar un amplio espectro de conflictos y sufrimientos exigen nuestro
esfuerzo cotidiano, y a menudo, ocupan la mayor parte de nuestras energías y
nuestro tiempo quitándonos la posibilidad de vislumbrar nuestra perspectiva de
vida.
"El hombre tiene
la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro" y esto reviste
toda una filosofía que requiere de nosotros la mayor predisposición para
afrontar el presente sin perder de vista nuestros grandes objetivos y anhelos.
Que el árbol no nos impida la visión del bosque implica mantener la perspectiva
que facilita el rumbo.
Decía Nietzche:
"Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier
cómo".
Mirar el futuro a
partir de nuestros proyectos, aspiraciones, anhelos o simplemente a partir de
quienes nos necesitan a su lado implica infundirnos de la energía que
revitaliza nuestro físico y reconforta nuestro espíritu.
El pesimismo, la
falta de esperanza y la sensación que nos invade cuando no hallamos las salidas
a nuestras dificultades tienen su punto de partida en la actitud que cada uno
asuma frente a la adversidad, actitud que puede darnos la oportunidad de tomar
el control de la situación y no a la inversa, asumiendo con dignidad y
responsabilidad el desafío que la vida nos impone, aun cuando no haya
alternativas.
"La emoción, que
constituye sufrimiento, deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea
clara y precisa del mismo", decía Spinoza en su "Ética".
La vida constituye
una verdadera escuela para el espíritu y cada una de sus existencias tiene por
lo tanto un significado trascendente, no sólo a partir de nuestras
realizaciones sino también de nuestras privaciones, luchas y sufrimientos.
Todo ellos nos ejercitan
en el desarrollo de aptitudes y
capacidades para nuestro desenvolvimiento, compensando nuestras carencias
materiales y espirituales.
No existen dos vidas
iguales. Cada vida es distinta porque cada espíritu la ha forjado a partir de
una historia diferente. La unicidad es lo que diferencia cada situación y cada
desafío. Nadie puede ocupar nuestro lugar y somos nosotros quienes debemos
encontrar el sentido a nuestro esfuerzo y a nuestra lucha. La llave está en
nuestra actitud frente a la adversidad siendo los únicos responsables de
nuestros actos, de nuestras obras, de lo que decimos y hacemos y también de lo
que dejamos de hacer.
La humildad de
nuestro proceder, la confianza en nuestros valores para concretar nuestros
anhelos y el amor de los seres queridos son algunas de las herramientas con las
que podemos contar para capitalizar nuestra experiencia de vida.
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