lunes, 30 de noviembre de 2015

PARA DESPEDIR EL MES






No me preocupa que algo se acabe, tengo claro que todo lo que comienza inevitablemente termina y todo final siempre nos conduce a un nuevo comienzo. Lo que en realidad me inquieta es perder la ilusión de que algo nuevo y mejor pueda suceder.

Nuestra existencia se acorta y pierde sentido si no estamos dispuestos a creer, a soñar a vivir.......y la vida es eso, estar dispuesto a ser sorprendido cada día. 

No perdamos la ilusión de que todo puede cambiar y tengamos fe de que todo será mejor. Yo haré mi esfuerzo.

@gantillano


domingo, 29 de noviembre de 2015

UN PAÍS MEJOR





Estamos a pocas días del 06 de diciembre, fecha en el que todos los venezolanos tendremos el derecho y la responsabilidad de elegir entre dos modelos de país distintos, uno servil, autoritario y militarista y uno crítico, demócrata y civilista. Es importante que tú, que apoyas la democracia, votes el próximo domingo por tu candidato preferido. Ese voto tuyo demuestra que hay un país que tiene convicción en la democracia y el cambio.

Tenemos claro que vamos a un proceso electoral llenos de dudas; la parcializacion política del árbitro electoral, los abusos de un régimen arrogante e irresponsable capaz de hacer de todo para conservar el poder y la degradación moral como forma de vida, pero debemos también entender que la política define nuestras condiciones y circunstancias de vida. Sabemos que la política es compleja, el elegir es más que una apuesta donde podemos ganar o perder, es en esencia un acto de fe en un país mejor.  Es necesario elegir, es nuestro derecho y una obligación moral.

Creemos con convicción que la civilidad es lo que debe predominar en la sociedad y rechazamos cualquier régimen militarista que celebra la violencia. Debemos desligarnos de los vicios del pasado lejano, pero sobre todo del pasado reciente, que no son otra cosa que los vicios del pasado hoy perfeccionados y revestidos de rojos disfraces que han llenado de odio y división a los venezolanos.

Nosotros, que detestamos a los que practican el «país negocio», porque nos corrompen a todos, que queremos vivir en Paz, que queremos que nuestros conciudadanos practiquen el mismo país que nosotros, que todos crean en un país sin corruptos, un país de justicia, un país donde la viveza criolla y el oportunismo egoísta sean cosas del pasado, no podemos callar la voz. Ese es el país que nosotros debemos practicar, el país demócrata.

Este venidero 6 de Diciembre tienes la opción de expresarte, de elegir a quien creas representa mejor tus anhelos de libertad, paz y justicia. En ti reside la responsabilidad de tu libertad. Votando ejercitas esa libertad, la harás un poquito más fuerte.

Empieza a practicar ese bello país que anhelas. Votando ya estamos ayudando, votando el 06 de diciembre ya estamos practicando un país mejor.


+Gustavo Antillano








RECORDANDO A CABRUJAS




Venezuela vive momentos trágicos pero de gran importancia para el futuro de este país, es importante reflexionar sobre lo que somos y hemos sido como sociedad, para entender los trágicos acontecimientos que hemos vivido y que estamos por vivir. Aquí comparto nuevamente con todos ustedes este extraordinario análisis sobre el venezolano realizado hace 20 años por José Ignacio Cabrujas, como parte de una conferencia “La Viveza Criolla” dictada el 12 de enero de 1995 en el ciclo “La Cultura del Trabajo” organizado por la Fundación Sivensa en el Ateneo de Caracas y publicado por primera vez en 1996 por la Fundación Sivensa-Ateneo de Caracas.







“La Viveza Criolla. Destreza, mínimo esfuerzo o sentido del humor”
José Ignacio Cabrujas

Francis Bacon decía que no hay peor cosa que considerar sabios a los pícaros. Latinoámerica, Venezuela, el Caribe, han tenido siempre la necesidad de mirarse a así mismos, de expresarse en un ícono. Los pueblos tienen una noción de sí mismos y gustan mucho de concretar esa noción, esa apariencia que los pueblos arrastran a lo largo de siglos, de sí mismos, concretarlo en maneras, en personajes, en actitudes, en leyendas, en mitos.

Los venezolanos no somos una excepción al respecto. Quien tipifica, quien estereotipiza a un hombre mexicano, inmediatamente cae en la fatalidad de atribuirle los conceptos que pertenecen, de una manera específica, al ser de los mexicanos; la machura, el patriotismo excesivo, el nacionalismo delirante, pero cuando a México lo ven otros pueblos del mundo, lo ven como el ratoncillo de la Warner Bros, ágiles, astutos, pícaros, siesta, haraganería, flojera. Una imagen viene de un lado y otra imagen la genera un pueblo de sí mismo.

Los venezolanos hemos generado muchos mitos en relación a nosotros mismos, porque los venezolanos somos admiradores de los mitos, porque no entendemos nuestra historia. Como ni siquiera la conocemos, nos hemos visto obligados a sustituir la historia por la mitología, que fue lo mismo que le pasó a los griegos, que tampoco conocían su historia, aunque por razones muy distintas. Los venezolanos tenemos mitos, en los cuales creemos tanto que los convertimos en actos de fe. Creemos, por ejemplo, que las caraotas tienen hierro; las caraotas no sólo no tienen hierro, sino que poseen una cubierta que tiene la particularidad de aislar el poquito hierro que podamos ingerir y que además lo elimina, pero no hay manera de convencer al venezolano que las caraotas no tienen hierro.

Así como creemos en el hierro de las caraotas, creemos que somos un pueblo vivo en el sentido de astutos, de pícaros, de una gran destreza y de una gran habilidad. Hemos asociado la palabra vida, palabra hermosa, y la llegamos a confundir con viveza, pensamos que estar vivos es hacer una picardía, decir que una persona es viva o está viva es porque está en algo, está haciendo algo. Nuestra historia niega eso, ¿cuándo fuimos vivos?, ¿qué hicimos para merecer ese calificativo? Basta ver el país, ¿dónde está la vivezas de un país que despilfarró 250 mil millones de dólares en veintitantos años?, ¿cuál es la viveza de un país que se encuentra en este atolladero gigantesco, después de despilfarrar una de las más colosales fortunas que se pueda alguien imaginar?, ¿cómo entender que el Presidente nos diga a cada rato que esta es la peor crisis financiera que pueblo alguno haya vivido desde que en Génova, en 1604, se inventaron los bancos? Nunca, hasta el día de hoy, un pueblo de la Tierra ha vivido una crisis financiera como esta, peor que el crack del 29, peor que el crack alemán. La peor crisis financiera en relación al dinero y población y, sin embargo, tenemos que vivirla. Un país que no ha logrado resolver un enigma, un país que le entran 15 mil millones de dólares y tiene 20 millones de habitantes, ¿por qué este país tiene la crisis que tiene?, no le cabe en la cabeza a nadie, ¿cómo pueden considerarse vivos, astutos, hábiles a los ciudadanos que viven en este país?

Toda América Latina podrá contar su historia de muchas maneras, heroica, abnegada, hermosa, pero astuta nunca. La América Latina no es astuta, bastará leer el panfleto escrito por el uruguayo Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, donde se narra el aterrador despojo que este continente vivió desde la época de la conquista, es un despojo indignante, pero es el despojo de los tontos, quien así se comportó, quien admitió que el Potosí, que era un cerro de oro, fuese trasladado en bloques de oro a Sevilla, no es un pueblo astuto.

Venezuela, en ese sentido, es un pueblo especial dentro de nuestro continente, es un país que no ha tenido la conciencia de su propia historia, es un país en gestación. Venezuela es un país no posesionado, nadie en el mundo sabe qué quiere Venezuela, qué proyectos, qué ambiciones, qué deseamos. Una vez un diplomático mexicano dijo que entenderse con Venezuela era lo más difícil del mundo, porque uno se entiende con un alemán, porque sabe lo que quiere, lo que busca, en qué anda; Venezuela ni quiere, ni busca, ni anda. Su conducta en los organismos internacionales es incoherente; no refleja un plan nacional, un desarrollo. Venezuela no se ha inaugurado; su capital, Caracas, tampoco. Es una ciudad sin visión, sin recuerdos, ni nada que la caracterice, es un campamento. Venezuela toda es un campamento y además tiene una cultura de campamento. 

Aquí hemos afrontado siempre el dilema de que es lo que somos, lo que nos ocurre, nuestro comportamiento, nuestro ser histórico no se corresponde con nuestros libros, con nuestro verbo, con nuestra palabra, con nuestras instituciones, con nuestras leyes y códigos. Hay una enorme diferencia entre la realidad y la fijación de un marco cultural en el país. Las leyes que tenemos no son nuestras; es mentira que el Derecho Penal castigue la criminalidad, el comercio en Venezuela no tiene nada que ver con el Código de Comercio, es mentira, sobre todo que la Constitución exprese el proyecto de una nación, sus deseos más profundos.
Venezuela no es un país que haya creado sus leyes, quizás porque las leyes que debería crear, deberían ser reglamentos, más que leyes, como los que existen en los cuartos de hotel.

El 27 de febrero Venezuela vivió un colapso ético, que dejó estupefactas a muchas personas, fue una explosión sobre la cual no se ha escrito hondo, amerita un análisis, es una explosión que se traduce en un saqueo, pero no es un saqueo revolucionario, no hay una consigna, es un saqueo dramático, las personas asaltaron locales en medio de una delirante alegría, no hay tragedia, al iniciarse el proceso. A mí me quedó la imagen de un caraqueño alegre cargando media res en su hombro, pero no era un tipo famélico buscando el pan, era un "jodedor" venezolano, aquella cara sonriente llevando media res se corresponde con una ética muy particular; si el Presidente es un ladrón, yo también; si el Estado miente, yo también; si el poder en Venezuela es una cúpula de pendencieros, ¿qué ley me impide que yo entre en la carnicería y me lleve media res? ¿Es viveza? No, es drama, es un gran conflicto humano, es una gran ceremonia. Ese día de juego que termina en un desenlace monstruoso, cruel, la carcajada termina en sangre, es el día más venezolano que he vivido, nunca había sido tan interpretado por nuestra historia, por lo que nos está ocurriendo, es el día que fuimos sublimes y perversos como lo fuimos en buena parte de nuestra historia. Nuestros íconos históricos nos anuncian siempre ese dilema.

Hablábamos antes de las instituciones, leyes y códigos que no nos expresan, pero examinemos qué hemos hecho con nuestros recuerdos históricos. La palabra historia da terror aplicada al país, porque eso exige un reto, exige unos historiadores y no termina de aparecer esa palabra.

Es cierto que existen hombres que se han dedicado a coleccionar nuestra memoria, pero dentro de esos íconos tenemos las dos caras, una que el país exceptúa de sí mismo: Bolívar.

Bolívar es venezolano sólo en el sentido paradójico que pudiese tener la palabra, nuestra paradoja; es venezolano en la medida que no es venezolano, en la medida en que no se comporta, en que no se predica en torno a Bolívar las características que nos hemos atribuido a nosotros mismos como pueblo, ciertas o falsas.

El Libertador es sublime, nadie lo describe como astuto, como pícaro, se pondera su inteligencia, su talento, su genio, es un ícono moral, es un hombre sublime, enfrenta la vida y los venezolanos amamos contar esa historia, enfrenta su vida con pasión, con sentimiento, con fuerza, es una persona de la cual esperamos siempre que la historia nos confirme gestos de un inmenso poder moral, por eso lo hemos exceptuado, hemos llegado a ese convenio, nadie sabe cómo fue Bolívar, pero hemos llegado al convenio social de colocarlo como un paradigma, es nuestra única atadura con lo sublime y lo elevado.

Frente a él, la otra figura: Páez. Este sí, el pícaro, el astuto, el mediocre, el incapaz de ponderar un sueño; nuestra historia encierra una tragedia o nos gusta contarla de una manera trágica. Era la historia que soñaba con un ideal: la Gran Colombia, un ideal inobjetable, un delirio, cinco grandes países unidos, un sueño de grandeza. ¿Lo destruyó quién? Un venezolano integral: Páez. El que somos, el que dijo que no, no, porque no sirve, no, porque no se adecúa; no, porque no es real.

La carta que unos comerciantes de Naguanagua le dirigieron al general Páez y que éste exhibió como documento, es una carta venezolana, completa. Decía algo así: "Estimado general Páez, nos parece que el proyecto del General Bolívar es un disparate, hemos luchado abnegadamente por superar la colonia española, el poder español, nos hemos matado en los campos de batalla, por no pagar impuestos a los españoles, y qué, ¿vamos a pagar impuestos a los colombianos?, no". Esta es la razón por la cual se desmoronó un sueño sublime, porque los comerciantes de Venezuela entera, decidieron que pagarle impuestos al gobierno de Santa Fe de Bogotá era un crimen y algo antivenezolano.

Esto es el punto en que lo sublime queda y la picardía empieza, la astucia, frente al pasado Bolívar, al del sueño complejo, alambicado, difícil, de enorme empresa de envergadura, surge la trampa, el costado, la manera, el meandro, la forma de llegar, de no perder... Esto es gran parte de nuestra historia.

Nicanor Bolet Peraza, escritor costumbrista, escribió un relato olvidado, dedicado a un teatro que funcionó en la Caracas de 1800, llamado el Teatro de Madereros. Cuenta que en ese teatro se escenificaba todas las Semanas Santa, la Pasión de Cristo y estaba hecha por actores venezolanos y era un espectáculo cómico. A ningún pueblo se le ha ocurrido contar la pasión de Cristo de una forma cómica, ya que la Pasión de Cristo no debería hacer reír a nadie, pero a los caraqueños les causaba risa. Bolet Peraza analizaba esto y se preguntaba si no sería que los caraqueños eran unos blasfemos, unos irreligiosos, pero no era eso, no era que la gente se reía en sí de Cristo, ni de la Virgen, la gente caraqueña se reía de que un actor venezolano hiciera el papel de Cristo, es decir, les producía risa que un local, un coterráneo, interpretara tan sublime papel. Quizás si lo hubiese interpretado un actor español, o un sueco, no hubiese causado tanta gracia.

Bolet Peraza nos alertaba que a lo largo de nuestra historia, nos ha sido vedado lo sublime, el sentimiento trágico. El venezolano no asume la tragedia, porque la tragedia expresa una fe del hombre en sí mismo. Quien escribe Antígona, quien escribe Edipo Rey, vale decir el gran poeta Sófocles, Eurípides, Esquilo, que se asume a sí mismo como trágico, está enamorado, está orgulloso de la cultura griega. Esa pasión tenía un motivo; años atrás los griegos habían derrotado a los persas en Salamina; la sociedad griega fue sacudida por una emocionalidad histórica, así la historia de Edipo Rey puede ser contada por un pueblo que cree en sí, que se asume. Así, el país que habitamos, su naturaleza escénica, sus imágenes, lo que ha creado como imagen es una picardía, un acto de sátira de sí mismo, así nos llamamos un país de humor, a veces de buen humor y otras de mal humor.

Hay otro elemento que viene a expresar este vacío de nosotros mismos como cultura: el sentimiento criollo es la cultura española. La cultura española tiene una manera de conducirse muy particular, es una cultura que sólo concibe al hombre que triunfa, y aquí nos aproximamos al trabajo. Lo concibe como un genio y no como un hombre de segunda, como solía decir Benito Pérez Galdós, no cree en el ciudadano común, no hay manera que un hombre español se exprese en su visión de sí mismo como el hombre común; utiliza lo folclórico, lo costumbrista, pero a la hora de entrar a describirse como una nación, elige siempre su cúspide. La pintura española es la mejor del mundo, después de Velázquez, Goya, Picasso, no hay nadie más. No hay segundos pintores en España.

William Somerset Maugham, el gran novelista inglés, decía: yo soy el escritor secundario más importante del mundo. No suena latino, no suena español.

¿Somos vivos entonces cuando afrontamos nuestra relación con la sociedad? No, no lo demuestra nuestra historia. Somos hábiles, somos diestros, irreverentes en alguna parte, en muchas somos borregos, pero tenemos una manera que lo hace irreconocible, una manera de relacionarnos con el objeto, de sacarle provecho al objeto, sin entender el objeto.

Nuestro gran dilema histórico y existencial es que lo que constituye nuestra vida no tiene relación con nuestra cultura, nadie sabe cómo funciona un televisor, pero nos mostramos displicentes frente a un aparato. Somos hábiles a la hora de asumir la funcionalidad, en donde encontramos un grave problema y un gran obstáculo es a la hora de explicar la función.

Lo que suele llamarse el barroco latinoamericano, nada más mentiroso, ni más falso que esta expresión; no hay barroco. Hay una manera de entender el mundo por capas, de asociar inmediatamente a nuestras vidas todo lo que proviene de otras culturas, de allí la pérdida de tiempo que tienen algunas personas al decir que Venezuela debe encontrar su identidad cultural, ¿cuál identidad?, ¿dónde está?, ¿cómo puede encontrar identidad cultural un país que a lo largo de su historia no la ha tenido? El Siglo de Oro español formó buena parte de nuestra manera de entendernos culturalmente, es una herencia que mamamos, tal como mamamos la industria petrolera, tal como mamamos los acontecimientos tecnológicos, humanísticos y los asimilamos, los reconvertimos y nos asociamos a ellos aunque no los descifremos.

El teatro del Siglo de Oro español está apoyado en tres personajes y toda obra escrita en España en esa época, llámese Lope, Calderón, Tirso, responde a esos tres personajes que son, la dama, el caballero y el gracioso. Toda obra española consta de una historia de amor en la cual la dama y el caballero, de alcurnia generalmente, representan lo sublime y parodiando a éstos, está el gracioso, casi siempre el criado, el del pueblo. Así, si el caballero recita una bella declaración de amor a su dama, inmediatamente aparece la escena del gracioso que intenta hacer lo mismo con la cocinera y fracasa, porque balbucea, porque no dice las palabras adecuadas, porque el lenguaje del caballero no se corresponde con su lenguaje.

Históricamente, y es perfectamente demostrable que cuando Latinoamérica, desde la Argentina hasta México, quiso verse a sí misma en esas categorías, generó un primitivo teatro que se puede obsevar en la colonia, aburrido, patético, malo, pero real, porque el único venezolano que entró fue el gracioso. A nadie se le ocurrió que el papel del caballero o de la dama fuera de Venezuela, de Perú, o de México. Nuestra manera de identificarnos, de presentarnos frente al mundo y ante nosotros mismos fue siempre esa, y somos los astutos, los graciosos, los que no pudiendo acceder a lo sublime, nos vimos en la necesidad de asumirnos como parodia de lo sublime.

De allí que yo pienso que el trabajo en Venezuela más que apoyarse como presunto defecto, es una función de viveza o de habilidad, se apoya básicamente en una parodia del trabajo. Cuando se trabaja, parodian el trabajo, porque nuestra cultura no tiene expresión del trabajo, ni ha logrado representar el trabajo como parte indispensable de sí misma.

¿Por qué? ¿Qué es este bochornoso, caótico, incoherente pero amado país? Es la consecuencia de tres exilios, de tres personajes provisionales, el habitante autóctono, el indígena, que fue expulsado de su territorio, de sus creencias, de su vida, para quien la noción de trabajo no existía. ¿Para qué?, si la tierra da y yo lo tomo. ¿Por qué sembrar?, ¿ por qué hacer un huerto? Si toda esta tierra era un huerto.

Otro personaje es el negro, arrancado de las Costas de Marfil, de su tierra, de su amor de todo lo que pudiera generarle un sentimiento. Lo metieron en un barco y lo trajeron a esta tierra y le dijeron: trabaja, ¿para qué?, ¿por qué?

El español llegó a un exilio, llegar a América significaba un castigo, una desgracia, un fatalidad, era vivir en un país de segundones. Aquí no se vino el primogénito, se vino el segundón, el que no servía, el aventurero. ¿Venía a trabajar?, no, ¿para qué? Venía a hacerse rico, la vida verdadera estaba en España, este era un país de paso.

¿Qué cultura de trabajo se puede esperar de tres orígenes donde el trabajo no tiene pasión, ni tiene por qué tenerla? Lentamente esta sociedad, al criollizarse, fue haciéndose al trabajo.

Pero esta es nuestra cultura del trabajo, allí subyace, porque al fin de cuentas se trabaja para una recompensa y decir otra cosa es una hipocresía. Indiscutiblemente existe el trabajo espiritual, el del científico, el del poeta, el del escritor donde el trabajo es un placer. Pero para el hombre que martilla todo un día, no existe placer. No puede haber placer por martillar. Constituye una manera de vivir, se expresa en términos de salario, requiere de un pago correspondiente para asumir esa tarea.

En Venezuela, además, se paga mal, la relación entre salario y trabajo es caótica, es artificial, donde las profesiones no se rigen por el grado de esfuerzo que el hombre puede colocar a la hora de prepararse para ellas. Así pues, no hay una imagen del logro del trabajo, porque en Venezuela no hay imagen de riqueza, porque en los ricos, que podrían ser un paradigma de la imagen del trabajo como lo fue Ford para los americanos, no existe. El venezolano no tiene imagen del bienestar.

Hemos creado una imagen donde el rico tiene imagen de pícaro, Miguel Otero Silva decía que el único rico honrado que él conocía era Antonio Armas, porque la historia de su fortuna se veía por televisión. Bateaba y le pagaban por eso. De resto la riqueza no es honrada y el disfrute de ella misma tampoco es honrado.

Deberíamos desterrar de nosotros mismos la idea de que la viveza nos ha acompañado como acto cercano al trabajo. Es falso, no hay viveza criolla, hay viveza alemana, hay viveza japonesa. Aquí lo que hay es un lento, dramático y desesperado esfuerzo de una sociedad por asumirse a sí misma, en un territorio y dentro de unas costumbres y unos códigos que ni le corresponden, ni la expresan y, en ocasiones, ni siquiera la sueñan.

José Ignacio Cabrujas 








sábado, 28 de noviembre de 2015

NO VOTAR ES LA PEOR SALIDA






“Lo peor puede estar por venir”
Ángel Oropeza 


Una cosa es votar o no por unos candidatos o unas opciones políticas, y otra muy distinta es jugarse la vida. Sin exageración, nunca ha estado tan ligada la suerte personal y familiar de los venezolanos a unas elecciones como lo está en las del próximo 6 de diciembre. Expliquemos por qué:

Para nadie es un secreto que el país está sumido en la peor crisis de la que tenga memoria. Desde ninguna parte del mundo se entiende cómo después de haber gozado de los ingresos petroleros más altos de toda su historia, y de haberse además endeudado hasta límites inimaginables, hoy el país tenga el costo de la vida más alto del mundo, pero además combinado con la escasez más alta de todo el continente y un proceso de empobrecimiento generalizado de la población cuya rapidez es inédita en el planeta. Nuestro gobierno es el hazmerreír de todos los demás, y los venezolanos somos objeto de lástima por parte de los demás pueblos de la Tierra.

Pero lo realmente grave no es esto que ha pasado, sino lo que puede estar por venir. ¿Por qué? Porque frente a este desastre devenido en tragedia, el gobierno no tiene más plan que el de seguir aplicando la misma receta que nos ha traído hasta aquí, al borde de una crisis humanitaria. Y no tiene plan porque la administración de Maduro y Cabello está hoy dominada por rígidos intereses particulares, desde dogmáticos hasta mafiosos, cada uno buscando solo su privada rentabilidad. Para estos grupos, el negocio es que un modelo que empobrece a todo el mundo, menos a ellos, continúe. Incapacitados y prisioneros de sus poderosos intereses, su única respuesta frente a la crisis es la esperanza, casi mítica, de una recuperación mágica de los precios del petróleo. Y esto simplemente no va a ocurrir.

Por ello, si no hay un cambio político rotundo el 6-D, no habrá cambios ni en la política económica ni en la forma como se vienen manejando los asuntos públicos, y la ruta del empobrecimiento no solo continuará, sino que se acelerará trágicamente. En otras palabras, usted y yo, su familia y la mía, estarán cada vez peor, y la única forma de evitarlo es provocando un terremoto electoral que abra las puertas a un cambio político ya no solo imprescindible para el país, sino sobre todo para cada venezolano.

Un dato importante es que la gente parece cada vez más entender esto. El porcentaje de la población exigiendo un cambio en la conducción del país supera 80%, lo que por supuesto incluye mucho de la todavía militancia oficialista. Pero hay más. Un análisis detallado de los estudios de opinión pública arroja una reducción sustantiva de la distancia entre la percepción negativa de los venezolanos sobre la situación del país, por una parte, y la percepción –cada vez más negativa– de su propia situación personal por la otra. Esto es, la población no solo percibe que el país marcha cada vez peor, sino que además lo mismo ocurre con ellos. Y cuando esto sucede, históricamente, la gente pasa al estadio psicológico de entender que su situación personal no va a mejorar si no cambia el país. Este es el dato clave.

Para evitar este cambio, el madurocabellismo está echando el resto, raspando el tesoro nacional e inventando cualquier cosa que les permita enfrentar el 6-D. Hasta ahora no les ha resultado, pero van a seguir intentándolo. Tienen poder, plata y la necesaria ausencia de escrúpulos. El problema es que cada día que pasa el grito de cambio resuena con más fuerza desde lo profundo de los caseríos, barrios y calles de toda Venezuela. Pero ese cambio ni es fácil ni es automático. Hay que seguir labrándolo al pulso de la perseverancia y la organización popular.

Recuerde: el gobierno no va a cambiar. Y eso significa que, salvo que sufra una rotunda derrota electoral que abra las puertas al cambio político, lo peor para los venezolanos todavía está por venir. Por eso, en sentido estricto, lo que usted haga el 6-D no será a favor de ningún candidato o parcialidad política. Será a favor de usted y de su familia. O en contra.



ÁNGEL OROPEZA
EL NACIONAL 21 DE OCTUBRE 2015







INTELIGENCIA Y COMPETENCIAS EMOCIONALES







La inteligencia emocional, es la capacidad que tiene una persona para conocer e interpretar las emociones humanas, tanto externas como internamente. Una persona con “inteligencia emocional” es capaz de conocer y controlar sus propias emociones, las de otras personas y las de un grupo de personas.

Dentro del campo de estudio de la inteligencia emocional, hay cinco “competencias” básicas que se pueden aprender, y si es así, habilitan y dan capacidades a las personas que lo hagan, para ser mejores consigo mismas y con los demás.

Según el modelo de Daniel Goleman, las competencias de la inteligencia emocional se dividen en “intra-personales” y “interpersonales”. La primera categoría se ocupa de las emociones propias de cada persona, la segunda trata de las interacciones emocionales entre dos o más personas.

Para que cada persona seamos mejor, podamos conseguir nuestros objetivos y disponer de unas mejores relaciones con las demás personas, hemos de conocer las cinco competencias de la inteligencia emocional.







AUTO-CONCIENCIA

La autoconciencia es la capacidad de centrar la atención en tu propio estado emocional en cualquier situación, así como ser capaz de procesar con eficacia este estado y usar lo que sabes para tener mejores acciones futuras. Digamos que estás enojado, si eres una persona consciente de ti misma, no sólo sabes que estás enojado, sino que también puedes determinar la causa de la ira, y así utilizar este conocimiento para decidir qué hacer, evitando una reacción descontrolada que te puede ocasionar problemas.

La autoconciencia implica reconocer los propios estados de ánimo, los recursos y las intuiciones. Las competencias emocionales que dependen de la autoconciencia son:

- Conciencia emocional: identificar las propias emociones y los efectos que pueden tener.

- Correcta autovaloración: conocer las propias fortalezas y sus limitaciones.

- Autoconfianza: un fuerte sentido del propio valor y capacidad.


AUTORREGULACIÓN

La autorregulación te da la opción de seleccionar la emoción que deseas experimentar en un momento dado, en cada situación particular. Este proceso requiere de mucha práctica y una considerable cantidad de auto-control, para tener el dominio que te permitirá conseguir tener el control de tus emociones, sin que llegues a ser víctima de acciones de otras personas.

Hay que señalar, sin embargo, que la autorregulación es más que hacer caso omiso de las emociones negativas, tratando de pasarlas por alto. Es un proceso activo que requiere un considerable entrenamiento y el enfoque necesario para poderlo llevar a cabo.

No se trata de reprimir las emociones con sus energías correspondiente, sino saberlas controlar y hacer uso de esas energías en algo bueno para la persona.

Con la autorregulación manejamos los propios estados de ánimo, impulsos y recursos. Las competencias emocionales que dependen de la autorregulación son:

- Autocontrol: mantener vigiladas las emociones perturbadoras y los impulsos.

- Confiabilidad: mantener estándares adecuados de honestidad e integridad.

- Conciencia: asumir las responsabilidades del propio desempeño laboral.

- Adaptabilidad: flexibilidad en el manejo de las situaciones de cambio.

- Innovación: sentirse cómodo con la nueva información, las nuevas ideas y las nuevas situaciones.


AUTO-MOTIVACIÓN

Auto-motivación, te permite utilizar tus emociones para lograr cambios positivos en tu vida a través de la búsqueda de tus metas, sin importar los obstáculos que vayas encontrando en tu camino. Este proceso requiere el ir enfocando las emociones, por completo, hacia la positividad, el optimismo, la confianza y la persistencia. Es esencial la liberación de la energía de las emociones negativas, reconduciendo esta desde lo que podría ser posibles reacciones emocionales negativas, hacia acciones encaminadas hacia los objetivos propuestos, para lograr de este modo la auto-motivación.

Cuando hablamos de motivación nos referimos a las tendencias emocionales que guían o facilitan el cumplimiento de las metas establecidas.

- Impulso de logro: esfuerzo por mejorar o alcanzar un estándar de excelencia laboral.

- Compromiso: matricularse con las metas del grupo u organización.

- Iniciativa: disponibilidad para reaccionar ante las oportunidades.

- Optimismo: persistencia en la persecución de los objetivos, a pesar de los obstáculos y retrocesos que puedan presentarse.


EMPATÍA

La empatía, en la inteligencia emocional, es la capacidad de poder sentir lo que otra persona está sintiendo, y así poder ver y sentir la vida desde la perspectiva de otro. Esto te permite darte cuenta del estado emocional de otro, de forma racional y eficaz. Es la mejor manera de poder guiar a otros, a un estado de positividad y optimismo.

Empatía implica tener conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones de los otros.

- Comprensión de los otros: darse cuenta de los sentimientos y perspectivas de los compañeros de trabajo.

- Desarrollar a los otros: estar al tanto de las necesidades de desarrollo del resto y reforzar sus habilidades.

- Servicio de orientación: anticipar, reconocer y satisfacer las necesidades reales del cliente.

- Potenciar la diversidad: cultivar las oportunidades laborales a través de distintos tipos de personas.

- Conciencia política: ser capaz de leer las corrientes emocionales del grupo, así como el poder de las relaciones entre sus miembros.


DESTREZAS SOCIALES

Para fomentar las relaciones se requiere poder demostrar, de forma sincera un interés emocional y entendimiento por los demás. Las acciones y palabras deben reflejar el debido respeto hacia el esfuerzo de los demás, con un objetivo de compromiso y trabajo en equipo.

Poseer destrezas sociales implica ser un experto para inducir respuestas deseadas en los otros. Este objetivo depende de las siguientes capacidades emocionales:

- Influencia: idear efectivas tácticas de persuasión.

- Comunicación: saber escuchar abiertamente al resto y elaborar mensajes convincentes.

- Manejo de conflictos: saber negociar y resolver los desacuerdos que se presenten dentro del equipo de trabajo.

- Liderazgo: capacidad de inspirar y guiar a los individuos y al grupo en su conjunto.

- Catalizador del cambio: iniciador o administrador de las situaciones nuevas.

- Constructor de lazos: alimentar y reforzar las relaciones interpersonales dentro del grupo.

- Colaboración y cooperación: trabajar con otros para alcanzar metas compartidas.

- Capacidades de equipo: ser capaz de crear sinergia para la persecución de metas colectivas.

@gantillano








LA MOTIVACIÓN Y EL EQUIPO




Después de trabajar durante algunos años en la empresa privada y pública, en diferentes niveles de responsabilidad y de conocer muchísimas personas, he aprendido que aunque a veces creamos tener logros propios, nada es posible sin la intervención de por lo menos otra persona, y por lo general de muchas personas. El trabajo en equipo es algo intrínseco al ser humano, no podrá haber logros personales sin un trabajo colectivo.

Los que aquí les dejo son solo algunos de los principios básicos que he descubierto por medio de lecturas, estudios, lecciones, observación y curiosidad, pero sobre todo a través de mi propia experiencia.

La vida y la capacidad de observación han sido mis grandes aliados.


1.- El trabajo con objetivos. Toda actividad humana tiene como razón el logro de algún objetivo, los trabajadores quieren ver un propósito en lo que hacen. El trabajo sin sentido no genera compromisos individuales ni institucionales.

2.- Desarrollar la responsabilidad. Todos en el equipo son importantes en igualdad de condiciones, cada quien desarrolla su trabajo y nadie es más importante que otro, por lo cual todos son responsables de los éxitos y de los fracasos. Cada trabajador debe sentirse orgulloso de los logros del equipo y asumir sus responsabilidades en los fracasos.

3.- Los trabajadores necesitan saber que se les tiene en cuenta. Es necesario Involucrarlos en las actividades, enriquecer su trabajo. Todo aporte individual es importante para el logro del objetivo colectivo.

4.-Dar reconocimiento, estímulo y aprobación. Reconocer y recompensar los éxitos individuales y colectivos  es una acción fundamental en la motivación del equipo. El reconocimiento es una necesidad humana. Tratar a las personas como personas crea un ambiente de trabajo sano.

5.- Evitar la deslealtad. El espíritu de equipo debe prevalecer, estimular el sentido de la corresponsabilidad y fomentar el apoyo mutuo.

6.- Promover la sana competencia. Los retos personales de superación son importantes y bien encausados se constituyen en éxitos del equipo.

7.- Ser accesible. Es fundamental fomentar y concretar canales de comunicación entre todos los integrantes del equipo de trabajo. Las barreras en la comunicación crean malentendidos.

8.- El reconocimiento público y la corrección en privado. Dejar que la gente cometa errores y enséñeles lo que es correcto es parte del aprendizaje y la formación. El establecimiento de reglas claras de comportamiento entre el equipo y el líder fortalecen las relaciones de trabajo en equipo.

9.- Practicar la “escucha activa” con el equipo. Organizar reuniones, promover la convivencia, la solidaridad interna, como mecanismos para fortalecer la unidad de equipo. Considere siempre las razones internas.

10.- Delegar es confiar. Dar oportunidades al delegar en su equipo. Un Líder con autoestima alta fomenta la seguridad del equipo. Ayudar a los demás a sentirse bien comienza cundo te sientes bien.

@gantillano 




domingo, 22 de noviembre de 2015

LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS









Las tres palabras más extrañas


Cuando pronuncio la palabra Futuro,

la primera sílaba pertenece ya al pasado.


Cuando pronuncio la palabra Silencio,

lo destruyo.


Cuando pronuncio la palabra Nada,

creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.


Wislawa Szymborska





LA DESPEDIDA


Cuando la realidad es tan triste y desgarradora que sólo nos queda reír para no llorar.






Adiós panita huevo, vuelve pronto…!


Querido Huevo:


Entre las cosas que se lleva el huracán revolucionario, te tocó a ti esta semana. Es una pena, porque uno se había encariñado desde niño contigo. En la mañana, ¡cómo resolvías un desayuno! Muchas señoras vivían de hacer tortas y venderlas, pero es lógico que el Gobierno quiera también el monopolio de las tortas. Adiós a las tortillas francesas, a las panquecas y a tantas otras cosas de las que fuiste durante tantos años fiel compañero.

Muchos especialistas hablan de tus propiedades, yo prefiero omitir este punto no vaya a ser que alguien diga también: “¡exprópiese!”. Pero es menester señalar que mucha gente te acusa de que tu yema tiene colesterol y eso te hace sumamente peligroso. Sin embargo personas con conocimiento y autóritas, como el doctor Martins, han salido en tu defensa.

Él afirma que tu colesterol es un mito, que todos los estudios que sobre ti se han hecho –no sé si sabias que te estudian- revelan que el colesterol tuyo es insignificante en la sangre. Por el contrario, eres (o eras, mejor dicho) una fuente de proteína de alta calidad importante. Escribiéndote esta carta me enteré que también tienes en tu composición “colina”, como el cantante, algo que es bueno para el cerebro. Quien quita que detrás de esta guerra huevática se esconda una intención perversa de embrutecernos más.

Que lejanos se ven aquellos tiempos en los que Claudio Nazoa incitaba a tu consumo diciendo “¡No coman cuento, coman huevo!”, lo que le valió el mote que hasta hoy le acompaña de “el come huevos”. Esta semana todos te hemos buscado con desesperación, quizá por el afecto que te tenemos (bueno y también porque la gente sabe que este Gobierno es un rey Midas al revés y que te sale privativa de libertad), la gente no quiere tenerte lejos en esta Navidad y el gran problema que tú tienes es que no eres bachaqueable, porque me vas a perdonar y no te ofendas: tú has sido siempre muy delicado.

Yo te evoco en este adiós en las manos de mi madre mezclando a media familia tuya para preparar una tortilla española. Ella batía primero las claras, para que agarraran una consistencia que le diera cuerpo a la tortilla, luego las yemas y después las papas fritas en cuadritos y el perejil picado (los canarios le ponen perejil a la tortilla). Si mi madre viviera también te extrañaría. Mis tíos también: los recuerdo de niño bebiendo en el desayuno un vaso corto de vino Sansón con una yema tuya cruda dentro (¡guácala y recontraguácala!). Yo no sé cómo podían hacer eso.

Recuerdo también que la señora Odila le ponía huevos a las hallacas que alimentaban nuestras navidades, porque ella es andina. Este año sus hallacas, en caso de que el presupuesto alcance, serán centrales. Es que hasta las tradiciones se perderán con tu ausencia. Recuerdo unos carnavales en los que tu caíste de no sé donde sobre mi cabeza. Ese día te odié, pero no sé que tienes que uno siempre te perdona y se reconcilia contigo.

Como no recordar también en esta carta de despedida, a los huevos sancochados con los que acompañabas los viajes a la playa y las ensaladas y que dieron origen a aquella memorable frase que uno usaba para decirle a un amigo que estaba equivocado: “estas más pelado que huevo pa’ensalada”. Otra cosa: hasta numéricamente nos cambias el horizonte, porque nadie negará que la palabra docena parece haber sido establecida por la providencia para medir los huevos.

La única esperanza que me queda en esta despedida, querido huevo, es la fuerza de tu poder simbólico. En la tradición occidental eres emblema de creación, nacimiento, material originario de las cosas que da a luz toda vida. Quiera Dios que tu ausencia, justo en estos tiempos electorales, sea solo preparación de un retorno radiante en el que vuelvas con la redención que los venezolanos deseamos, con la luz que anhelamos brille nuevamente cuando esta pesada sombra pase, para darnos vida buena en abundancia para todos.

¡Adiós panita huevo, vuelve pronto!

S.: no te abrazo porque te quiebro.


Laureano Márquez 




sábado, 21 de noviembre de 2015

ME GUSTA LA GENTE




Me gusta la gente que no le pone obstáculos a la vida, y que por el contrario vive derribando las alambradas, rellenando los baches y haciendo que el camino sea fácil para todos;

y la que en vez de cerrar las manos para formar un puño las abre para manifestar una bienvenida;

y la que convierte los gritos de ira de los otros en una canción de esperanza y de felicidad para todos;

y la que deja las puertas abiertas, los salones iluminados, los caminos sin maleza y los sentimientos sin el camuflaje de las máscaras.


Me gusta la gente que no enseña mandamientos sino que distribuye sugerencias destinadas a limarle a la vida sus aristas difíciles;

y la que siembra sueños para que cosechemos ilusiones,

y la que construye aljibes para guardar el milagro de las lloviznas con destino a las futuras épocas de sequía,

y la que sabe jugar a las canicas con las lágrimas petrificadas que producen las amarguras más enormes,

y la que no tiene miedo de sus palabras porque las ha convertido en la música del diálogo y de la convivencia,

y la que levanta castillos de fraternidad con los adobes que dejaron abandonados la maledicencia y la envidia,

y la que sabe jugar en los recreos y habla del paraíso en los velorios y canta en la soledad de los caminos para que se nos acorten las distancias.


Me gusta la gente que no le teme a la generosidad y que es capaz de compartir el pan y la confianza,

y la que edifica un castillo de arena para que lo habiten los peces elementales de los últimos sueños;

y la que frente a la tropa del dolor muestra los abanderados de la fortaleza,

y la que reparte a manos llenas lo que no tiene porque sabe que lo importante no es regalar lo que nos sobra sino ofrecer lo que a los demás les hace falta.


Me gusta la gente que tiene el valor de reconocer sus limitaciones y sus propios errores, y a la que no le tiembla la voz cuando pide perdón humildemente.


Me gusta la gente que se equivoca, la que es capaz de redactar una enmienda, la que intenta pintar un paisaje aunque no tenga manos, la que trata de cantar una canción aunque no tenga labios, la que da amor y ternura y entendimiento aunque las circunstancias la hayan dejado sin corazón.


Me gusta la gente que no le dice que no a nada, la siempre dispuesta, la eternamente lista;

y la que se la juega todo sin esperar ganancias,

y la que no le pone talanqueras a los potreros donde pastan sus recentales,

y la que tiene callos en las manos de tanto estrechar las manos de los amigos y de los enemigos con la misma dosis de comprensión y de ternura,

y la que a las maldiciones que escucha las envuelve en bendiciones para que nadie sepa cómo fueron en sus malos momentos,

y la que es horizonte sin frontera, mar abierto, campo roturado, abrazo interminable.


Me gusta la gente que llena el planeta de fuerza positiva, la que construye, la que levanta, la que amplía, la que multiplica las posibilidades de realización, la que se entrega, la que nos reafirma que la vida es maravillosa e irrepetible, y que debemos vivirla con la mayor intensidad posible para que entre todos seamos capaces de construir una esperanza que no mienta y una felicidad que nos sobreviva.


Me gusta la gente. Toda la gente. Aun la que no debería gustarme, porque no pierdo la esperanza de que un día se colocará del mismo lado de todos los que estamos acometiendo la tarea de hacer más hermoso y más vivible el mundo.


Fernando Soto Aparicio
("La noche del girasol")





Foto de Ricardo Arispe  @rarispe


NADA TE TURBE




Nada Te Turbe 

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda.

La paciencia
todo lo alcanza; 
quien a Dios tiene 
nada le falta: 
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube, 
por nada te acongojes,
nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
es gloria vana; 
nada tiene de estable,
todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
bondad inmensa; 
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, 
cruces, desgracias; 
siendo Dios su tesoro, 
nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo; 
id, dichas vanas; 
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.

Santa Teresa de Jesús