Después de pasar un
tiempo en la sombra corriendo desnudo por los bosques y emitiendo sonidos
espeluznantes a diestro y siniestro. He decidido regresar con un buen puñado de
buenas intenciones.
El tren me ha dejado en la estación hacia el mediodía con
una maleta llena de camisas sin planchar. Buen uso haré de ellas en cuanto les
consiga dar un aspecto decente.
He subido al taxi más
rápido de la ciudad y en cuestión de segundos me ha dejado en la puerta
de correos. Allí me esperaba un sinfín de correspondencia amontonada, triste y
llena de pesimismo.
Aunque he pasado ya dos noches aquí, aun nada ha podido
restablecer mi voluntad hasta el punto que yo pretendía. Y aunque por ello he
decidido no arrojar todavía mi escudo al suelo; si he de confesar que mis armas
y otros objetos punzantes así como mi avión kamikaze y mis piedras más pesadas ya no pretenden ser útiles ni
imprescindibles. Si alguien está interesado podrá hacerse con toda la colección
a un precio bastante razonable.
Nadie había regresado antes con tanta energía, pues mi
testosterona está por las nubes y mis ganas de evacuar van a comprometer un
poco mis respuestas virtuales. Y si alguien cree que puede boicotear el regreso
del miope, más vale que vaya agachando la cabeza bajo algún retrete que no
contenga los restos de mis palabras ya que están formadas por letras letales
que por menos de nada son capaces de cortar cabezas y perforar los más
escurridizos traseros.
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