Uno sabe que está en desventaja Uno sabe que tiene las de
perder, que cuando alguien que te agrede violando las leyes desde el otro lado
y te dice: “bueno, si quieren vayan a los tribunales” es porque tiene la
certeza de que ningún tribunal lo va a condenar mientras no haya en Venezuela
justicia independiente, es decir, justicia.
Uno sabe que los organismos tributarios serán usados en contra de uno,
para amedrentarlo, para asustarlo. Uno sabe que las denuncias que uno haga no
serán investigadas por las instituciones del Estado. Uno sabe que lo están
cazando, que las conversaciones son grabadas abiertamente y que el delito es,
además, reconocido públicamente, sin que suceda nada. Uno sabe, como sabe, que
los presos políticos son inocentes, que les han arrebatado todos estos años
para justificar una coartada, una historia oficial; uno lo sabe. Uno sabe que
lo que escribe es revisado con microscopio, que le hackean las cuentas de
Twitter y le hurgan la vida para ver qué encuentran para destruir. Uno sabe que
hacen cosas para que uno tire la toalla y se vaya del país. Uno sabe que si
sale a manifestar, la policía estará en contra;
que el sistema electoral no es imparcial; que cada vez que trate de opinar libremente,
vendrá la agresión y el insulto; que lo
van a acusar de agente de la CIA y del imperio… Uno sabe.
Uno sabe todo eso; uno sabe que está en desventaja y, sin
embargo, uno prosigue sobre juicios, sanciones y amenazas. Se ha preguntado,
amable lector, usted, que seguramente
también anda en lo mismo (o no). ¿Se ha preguntado por qué? ¿No será que
uno corre todos estos riesgos porque sueña con un país diferente, tolerante,
con instituciones que funcionen, donde el destino de todos no dependa del
capricho de un hombre, donde la riqueza
esté al servicio de la gente y no para hacer millonarios de la noche a la
mañana a un grupo de burócratas y aprovechadores de oficio? ¿No será que uno
quiere que esta aventura de gente, sangre, dolores, tierra, playas, dulzuras y
vivezas que somos se transforme, alguna vez, en la República de hombres libres
con la que soñaron algunos de nuestros padres fundadores?
Ameneh Bahrami es una
mujer iraní a quien su expretendiente,
Majid Mojavedi, le quemó el rostro con ácido porque ella no lo aceptaba como
novio. Esta hermosa joven, de 25 años para el momento de la agresión, quedó
ciega y con la cara destruida. Inició un largo proceso para que se aplicara la
“ley del talión”, vigente en la patria de nuestro “querido hermano” Mahmud
Ahmadineyad. Bahrami luchaba, según
ella, hasta el final y con una justicia teocráticamente machista, para que
nunca más una mujer tuviese que pasar por el horror que ella vivió. Al final la
joven logró que se aplicara la “ley del talión” y a pesar de que, según la ley
de allá, la mujer vale solo la mitad de un hombre, la sentencia la autorizaba a
destruir los dos ojos de su agresor. Fue
la primera vez que, en la historia del país, una mujer agredida con ácido
lograba la aplicación de esta “ley”. En el momento de la ejecución de la
sentencia, en el último minuto, Ameneh Bahrami
perdonó a su agresor, que estaba
frente a ella en una sala de un hospital, semianestesiado, esperando recibir
unas gotas que le dejarían ciego permanentemente. “No apliqué las gotas porque
creo que era lo correcto”, dijo calmadamente
Bahrami, afirmando que era una decisión tomada en secreto por ella desde
el comienzo. En otras palabras, no luchaba por la venganza, sino por la
justicia; luchaba para que a otras mujeres no les sucediera algo similar, más
que por ella misma.
Muchos piensan que Bahrami es una tonta por no hacerle lo
mismo a quien tanto dolor le causó. Yo, sin embargo, pienso que ella es la que
lleva la ventaja en esta historia, a pesar del calvario personal y judicial por
el que pasó. Le quemaron el rostro, pero su alma permanece invulnerable. Pienso
también que su agresor, a pesar de sus ojos sanos, nunca más podrá contemplarse
en el espejo sin vergüenza. Es la ventaja que tiene la sensatez sobre la
violencia, el respeto sobre la agresión, la bondad sobre la perversión. Yo no
confiaría nunca en Majid Mojavedi. Sin embargo, en las manos de Ameneh Bahrami,
en la luminosidad de su visión interior, pondría, a no dudarlo, mi esperanza
toda de la humanidad con la que sueño.
Fuente: Diario Tal Cual Caracas 9 Sep 2011
http://runrun.es/humor/25546/la-ventaja-por-laureano-marquez.html
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