RETABLILLO DE NAVIDAD
Aquiles Nazoa
De su esposo en
compañía,
soñolienta y
fatigada,
por ver si les dan
posada
toca en las puertas
María.
El le dice: -Esposa
mía,
ten calma, vamos a
ver...
Nos abrirán al saber
que te encuentras en
estado
y un lecho busca
prestado
tu niño para nacer.
Pues tiembla la
Virgen bella,
él se quita en el
camino
su paltocito de lino
para ofrecérselo a
ella.
-Vaya mi linda
doncella
con este manto
abrigada
-dice con gracia
forzada
mientras siente las
diabluras
que hace el frío en
las roturas
de su franela rayada.
De portón van en
portón
suplicando
humildemente
y en todos les da la
gente
la misma
contestación:
«Esta casa no es
pensión»,
o «¿Cuánto van a
pagar?...»
Y en uno que en otro
lugar
hay quien al ver a
María
dice alguna picardía
para hacerla
sonrojar.
¡Qué pobrecitos que
son!
¡Qué pena tan sin
alivio!
Todos tienen lecho
tibio,
¡nadie tiene corazón!
De cansancio y
aflicción
la Virgen se echa a
llorar
y torna triste a
mirar
que en la noche, alta
y desierta,
la luna es como una
puerta
que se abre de par en
par.
A la casa de un
pastor
van por fin José y
María;
sólo piden hostería
para que nazca el
Señor.
Pero hay allí tanto
amor
por los buenos
peregrinos,
que la pastora sus
linos
abandona en el telar
y al punto les va a
buscar
cuajadas, panes y
vino.
Ya la Virgen tiende
el manto
sobre la hierba
olorosa;
ya como delgada rosa
se dobla su cuerpo
santo;
ya a través de un
claro llanto
los ojos del buey la
ven;
llora el burrito
también.
Y la historia nos
relata
que una estrella de
hojalata
brilló esa noche en
Belén.
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