La conquista de la felicidad es un libro punzante y de estilo diáfano, una
evidente prueba de la marcha del ser humano en pos de la felicidad terrestre y
mundana. Podría vérselo como una obra de autoayuda, si no fuera porque se trata
de un proyecto de raigambre estoica, de
repensar al hombre y su posición en el mundo.
Bertrand Russell expresa
en el prefacio de su obra: "Este libro no va dirigido a los eruditos ni a
los que consideran que un problema práctico no es más que un tema de
conversación. No encontrarás en las páginas que siguen ni filosofías profundas
ni erudición profunda. Tan sólo me he propuesto reunir algunos comentarios
inspirados, confío yo, por el sentido común. Lo único que puedo decir a favor
de las recetas que ofrezco al lector es que están confirmadas por mi propia
experiencia y observación, y que han hecho aumentar mi propia felicidad siempre
que he actuado de acuerdo con ellas. Sobre esta base, me atrevo a esperar que,
entre las multitudes de hombres y mujeres que padecen infelicidad sin disfrutar
de ello, algunos vean diagnosticada su situación y se les sugiera un método de
escape. He escrito este libro partiendo de la convicción de que muchas personas
que son desdichadas, pueden llegar a ser felices si hacen un esfuerzo bien
dirigido...".
La conquista de la felicidad, es un libro de raíces
filosóficas, de quien considera la felicidad como un bien, sin el afán
tendencioso de un moralista. El autor divide en dos partes su libro, la primera
es dedicada a las causas de la desgracia o la
infelicidad, mientras que en la segunda parte, nos descubre lo que para
él son las causas de la felicidad.
(Ficha Resumen)
LA CONQUISTA DE LA
FELICIDAD
Bertrand Russell
P R I ME R A PA R T E: LAS CAUSAS DE LA INFELICIDAD
I. ¿Por qué
es desgraciada la gente?
Russell hace una comparación entre los hombres y los
animales diciendo que estos últimos son felices teniendo salud y comida, pero
al parecer a los hombres esto no les es suficiente y existe infelicidad
derivada tanto del sistema social como de la psicología individual proveniente
de varios factores como pueden ser: la educación en la crueldad y en el miedo,
la supuesta posición económica baja, las desgracias del mundo, etc. El autor
señala tres tipos de individuos que buscan la felicidad a través de una
disciplina externa y se encuentran aquí: el pecador, entendiéndose éste, como
el hombre que vive absorto en la conciencia del pecado y en continua
contradicción consigo mismo como herencia religiosa o familiar de la que no
logra desprenderse a lo largo de su vida. El narcisismo consiste en el hábito
de admirarse y ser admirado; como las mujeres ricas que han perdido la capacidad
de amar y sólo buscan ser amadas por muchos hombres, pero cuando esto ocurre
pierden el interés. O el megalómano que a diferencia del narcisista prefiere
ser poderoso que ser simpático y según palabras de Russell procura ser temido
más que ser amado. Tenemos en la historia, el caso de Napoleón; dicho problema
es producto de alguna humillación excesiva, de esta manera Bertrand Russell
atribuye la megalomanía de Napoleón a que en la academia sufrió mucho
sintiéndose inferior a sus compañeros aristócratas siendo él pobre. Existe otra
clase de personalidades devotas al placer porque a través de él logran olvidar
y en algunos de los casos experimentan una sensación momentánea de felicidad.
II. La
desgracia Byroniana
En este capítulo el autor trata de ejemplificar el concepto
de felicidad en la literatura y filosofía y nombra tres escritores: para los
americanos modernos The Modern Temper; para la generación de nuestros abuelos,
Lord Byron y para todos los tiempos al autor de Eclesiastés. Cita durante el capítulo
algunos pasajes de los libros escritos por estos trágicos personajes, sobre la
condición humana, las relaciones personales y el amor.
III.
Competencia
"La lucha por la vida" es uno de los principales
obstáculos para la felicidad que los hombres señalan, y que no es otra cosa que
la lucha por el éxito y por una posición social, ya que los individuos lo
afirman, constituyen la clase media y alta de la sociedad, es decir,
seguramente no les faltará el desayuno la mañana siguiente y su principal consigna
sea deslumbrar a sus vecinos. Bertrand Russell encuentra la raíz del mal en la
importancia que se concede al reconocimiento y a la competencia como mayor
fuente de felicidad, claro está, sin menospreciar las satisfacciones personales
que produce el éxito pero que sólo constituyen un ingrediente más a la
felicidad. La educación ha jugado un papel importante, hoy en día los jóvenes
se interesan más por estudiar una carrera con posibilidades económicas, cuando
en el siglo XVIII una de las características del caballero era gustar y
entender de literatura, música y pintura. El placer ahora de los hombres ricos
no es contemplar un cuadro, sino poseer una colección que le de fama e impedir
que otros ricos los posean. Los placeres del espíritu como la música, la lectura
o una buena conversación se han abandonado porque nadie gana dinero con ello:
El mal no es solamente individual, y un solo individuo no podría impedirlo en
su propio caso aisladamente. El mal procede de la filosofía de la vida,
generalmente aceptada, según la cual la vida es lucha, competencia y sólo se
respeta al vencedor.
IV.
Fastidio y excitación
Lo contrario al aburrimiento es la excitación. El
aburrimiento nos causa horror y para evitarlo han inventado el alcohol, las
drogas, la guerra e incluso –señala Russell- la mitad de los pecados de la
humanidad han sido cometidos por huir de él. Es en la infancia en donde debiera
enseñarse a los hombres a disfrutar los momentos de tranquilidad, los mayores
placeres en la niñez son los que el niño descubre solo gracias a su inventiva e
imaginación, así al crecer tiene la capacidad de soportar una monotonía
provechosa.
V. Fatiga
Existen diversas formas de fatiga, en cuanto a la física
siempre que no sea excesiva es buena porque produce apetito, sueño profundo y
da sabor a las actividades sociales, pero si esa fatiga se vuelve excesiva es
dañina para la salud y el desarrollo de los individuos. Una de las principales
fatigas que se experimentan es la nerviosa producida por las presiones externas
y por el hecho de estar pensando las cosas demasiado e inoportunamente y se
suelen llevar las preocupaciones del trabajo hasta la casa. La preocupación es
una forma de miedo y todas las formas del miedo producen fatiga. Miedo a las
enfermedades, a la ruina, miedo a que te engañen, miedo al fracaso cuando se ha
reconocido notablemente a lo largo de la historia, (especialmente a los
hombres) el valor físico y mental. Uno de los peores aspectos de la fatiga
nerviosa es que se va creando una cortina entre el hombre y su medio ambiente y
cada vez se disfruta menos la comida, la luz del sol y el contacto con la
tierra.
VI. Envidia
Considera Bertrand Russell que una de las pasiones humanas
más universales y profundas es la envidia que en algunos casos es resultado de
la fatiga y viceversa. Un ejemplo muy común entre las mujeres es sentir envidia
a una mujer que va mejor vestida que ellas y es fácil lucubrar cualquier
historia en su contra. Cuando se vive en una sociedad altamente moralista, se
envidia a quien se atreve a romper las reglas o tiene posibilidades de
evadirlas. Una de las posibles causas psicológicas de la envidia, se produce en
la niñez si es que los padres demostraron preferencia por alguno de sus hijos
sobre otro o mostraron poco afecto hacia ellos. La modestia que mayormente se
ha considerado una virtud, puede relacionarse con la envidia si se practica con
exceso. El odio que produce la envidia también es consecuencia de los tiempos
modernos, en donde a través de los medios de comunicación se conoce de manera
abstracta, cómo viven los ricos, el odio y las diferencias raciales, etc. en
muchas ocasiones en lugar de promover la paz, se hace propaganda al odio y la
enemistad.
VII. El
concepto del pecado
Como ya se había dicho en capítulos anteriores, el concepto
de pecado del que habla Russell, sin embargo, el pecado lleva consigo una carga
psicológica religiosa importante. Gracias al psicoanálisis, la conciencia dejó
de ser un misterio y aunque encierra un sentido diferente al pecado, el sentido
más sencillo de la conciencia es el temor a ser descubierto. Como se ha
mencionado antes, es en la niñez cuando se aprenden y se desarrollan los
conceptos morales tales como el pecado. Un niño crece principalmente con su
madre, con ella aprende que no se debe jurar, que no hay que decir mentiras, a
usar un lenguaje pulcro, escucha que el alcohol y el tabaco son malos, que el
interés por las cosas sexuales es una abominación, etc. automáticamente se
registra un código moral en el individuo que al crecer y enfrentarse con el
mundo va a estar en constante lucha interior y si no consigue librarse de sus
prejuicios morales o asumirlos de diferente forma, no va a ser feliz con
ninguna relación ni con él mismo.El pecado no hace el hombre mejor, todo lo
contrario lo hace desgraciado y lo obliga a sentirse inferior; una de las
recomendaciones de Russell es el uso de la razón y puede llegar a niveles
emocionales altos. " La felicidad que satisface plenamente va acompañada
del pleno ejercicio de nuestras facultades y de la total verificación del mundo
en que vivimos".
VIII. Manía
persecutoria
La llamada manía persecutoria no es otra cosa más que la
sensación de que alguien te persigue o trata de hacerte daño y el afán de
protegerse del perseguidor imaginario puede llevar al individuo a extremos
violentos y limita su libertad. Pareciera que a la gente –según el autor- no se
le ocurre pensar, que así como ellos murmuran de todo el mundo, todo el mundo
murmura de ellos. Otro forma de expresión de la manía persecutoria es en
aquellas personas que hacen un favor en contra de su voluntad y se sorprenden
al ver que no se los agradecen y nos hace suponer que pocas veces los motivos
para hacer el bien son tan puros como parecen y no es muy recomendable esperar
demasiado de la gente ni pensar que la gente va a desvivirse o va a dejar de
ver por sí mismos para hacernos un favor o por un beneficio ajeno.
lX. El
miedo a la opinión pública
Son contadas las personas que viven felices sin necesidad de
que se apruebe su manera de vivir o su concepto del mundo, existen diferencias
sociales, religiosas, raciales y políticas que provocan el distanciamiento y la
intolerancia entre los hombres. Siempre la opinión pública es más tiránica
contra quienes se manifiestan rotundamente en su contra que para quienes se
muestran indiferentes ante ella: un perro ladra más escandalosamente o muerde
más a quienes le tienen miedo que a los que lo ignoran, en el ser humano ocurre
algo similar.Se dice que la mayor parte del problema del miedo a la opinión
pública surge en la juventud, si un hombre escoge la carrera que le conviene y
que le gusta y además tiene la suerte de desarrollarse en un medio propicio, se
verá libre de persecuciones sociales. Se da por hecho la necesidad del respeto
a la opinión pública en tanto o cuanto sea indispensable para comer o para no
ir a la cárcel, pero –en opinión de Bertrand Russell- el ir más allá, supone
una sumisión voluntaria a una tiranía innecesaria, y puede perturbar nuestra
felicidad en muchos aspectos.
Sigue.....
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