Un hombre andaba por un campo en las afueras de la ciudad.
Antes de volver a casa se encontró con dos caminos que llevaban al mismo punto
y se dio cuenta de que ambos eran buenos para regresar a casa. Uno era más
largo y daba un rodeo pero el hombre tenía la intuición de que ese era el
camino que debía tomar, pues sentía que encontraría cosas interesantes de
contemplar y sensaciones agradables. El otro era más directo y más corto y en
él vio a lo lejos a un viejo conocido que pasaba por allí. No era alguien de
quien esperara gran conversación, pero necesitaba sentirse acompañado y sintió
que quizá estaba equivocado en su intuición y la compañía del conocido era
realmente interesante y con el encuentro la relación progresaría. El hombre
decidió tomar el camino corto, pese a que se sentía destinado o programado a
tomar el largo. Pero ocurrió que tardó demasiado pensándolo y su conocido
caminaba demasiado deprisa, así que no le dio tiempo a alcanzarle. En su vuelta
a casa, el hombre se sintió doblemente frustrado pues sentía que había perdido
la posibilidad de progresar en la relación con su conocido y además no había
tomado el camino que sentía en su “programa” interior. Determinó que la próxima
vez que caminara por aquel campo tomaría el camino largo, pero en el fondo
sabía que para la vez siguiente ni él sería el mismo ni el camino tampoco.
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