
En 1974 retoma la pintura, después de la etapa en que utilizaba objetos diversos de desecho tales como puertas y gasolineras aplicando a ellos colores vivos (rojo, rosado, verde, violeta) a los que imprimía un sentido de ironía.
En este retorno a la pintura está caracterizado por el conjunto de los “urinarios” tomando de ellos detalles, los amplifica y los presenta en composiciones multicolores de aspecto sedoso que recuerdan vísceras, mucosas órganos de gran impacto visual.
En 1978 inicia la serie de las banderas dando un sentimiento nacionalista, constituyen el desarrollo de las formas sinuosas de producciones anteriores.
En su obra las formas de la realidad solo están sugeridas con franca elocuencia su técnica a los comienzos se producía a la manera de un impacto visual pero luego dicho efecto se prolonga debido a su cromatismo incandescente siendo el color elemento fundamental.
Al irrumpir Margot Römer en la decisiva década de los setenta, tras ella están vigentes esos tumultuosos años sesenta, que habían planteado la necesidad de estar comprometidos en lo colectivo y abierto.
Con Margot Römer un puñado de jóvenes valores venezolanos emprende un intenso, incontenible proceso complementario: se niegan a estar fuera de la obra. Desdeñan el orden estético que en el fondo soporta los grandes movimientos de la década precedente, amparados por lenguajes aprobados, que servían de paraguas protector.
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