Para los buenos guerreros
SALMO 60
SALMO 60
Dios mío,
tú te enojaste,
te alejaste de nosotros
y nos destruiste.
¡Ahora vuelve a ayudarnos!
Sacudiste la tierra,
y se llenó de grietas;
¡sánala, porque se desmorona!
Nos has dado
pruebas muy duras;
nos has dado a beber un vino
que nos hace tropezar.
Nosotros te somos fieles:
¡respóndenos!
¡Sálvanos con tu poder!
¡Dinos qué debemos hacer
para escapar de las flechas!
Así este pueblo que amas
quedará a salvo.
Desde tu templo has declarado:
«Cuando yo triunfe
repartiré entre mi pueblo
las tierras de Siquem
y las del valle de Sucot.
Las tierras de Galaad son mías;
al norte están las tribus de José
para proteger a mi pueblo,
y en Judá he puesto al rey
.
Los de Moab son mis esclavos,
Edom es mi propiedad,
y en territorio filisteo
lanzo gritos de victoria».
¿Quién quiere llevarme
hasta la ciudad con muros?
¿Quién quiere enseñarme
el camino que lleva a Edom?
¡Tú, Dios mío,
te has alejado de nosotros
y ya no sales a pelear
al frente de nuestros ejércitos!
La ayuda humana resulta inútil;
¡ayúdanos a vencer al enemigo!
Dios nuestro, tú los vencerás;
¡con tu ayuda saldremos victoriosos!
David compuso este himno para que sirviera de enseñanza. Lo compuso cuando luchó contra los arameos que vivían en la región noroeste de Mesopotamia y en la parte central de Siria. En esa ocasión Joab regresó y venció a doce mil edomitas en el Valle de la Sal.
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