Uno
de los problemas mayores a los que se enfrenta hoy la humanidad es a
cómo dar origen a la liberación creativa del ser humano: la creatividad;
a cómo tener la energía abundante adecuadamente dirigida, de forma que
su vida tenga un significado profundo y expansivo.
La
revolución es necesaria, una revolución profunda y total que empiece
desde el interior, y para generar esa revolución debemos comprender las
modalidades de nuestro propio pensamiento, comprender todo el proceso de
nuestro pensar, los comportamientos de nuestra mente, y eso implica
conocimiento propio. Sin la base del conocimiento propio tiene poco
sentido lo que pensamos. Pero la revolución debe tener lugar no en una
sección del pensar, sino en la totalidad de la mente misma.
Para
que la revolución total ocurra es esencial descubrir qué significa
escuchar. Muy pocos escuchamos directamente lo que se nos dice, siempre
lo interpretamos conforme a un punto de vista particular. Tenemos
opiniones, juicios, creencias a través de las cuales escuchamos, de modo
que jamás estamos escuchando realmente. Sólo escuchamos en función de
nuestros propios prejuicios personales. Y esto no origina comprensión.
Lo que en verdad origina comprensión es escuchar sin estar anclado a
nada, sin ninguna conclusión definida. Cuando se conoce el arte de
escuchar no sólo se descubre qué es verdadero en lo que se está
diciendo, sino también se ve lo falso como falso y la verdad en lo
falso.
Se
debe escuchar sin prejuicios, pues nuestro pensar se halla condicionado
y jamás abordamos ningún problema con la frente fresca. La mente se
halla condicionada por la educación actual, por la sociedad, por la
religión, por todo nuestro entorno y también por nuestras reacciones al
entorno –que surgen desde el proceso de la ambición.
Es
indispensable que una revolución total ocurra en el ser humano, pero
una revolución así no puede ocurrir si no hay una comprensión, sin
esfuerzo alguno, de lo que es la verdad. El esfuerzo, en cualquier
nivel, es una forma de destrucción, y sólo cuando la mente está muy
quieta, sin hacer ningún esfuerzo, tiene lugar la comprensión.
Una
mente condicionada, por mucho que trate de cambiar, sólo puede hacerlo
dentro de la prisión de su propio condicionamiento, y esto es obvio que
no es revolución.
En
el mundo hay una gran crisis, una enorme pobreza y la amenaza de la
destrucción. Este es el reto, y nuestro problema es responder
adecuadamente a este reto, y esto es imposible si no comprendemos el
proceso de nuestro propio pensar.
Sólo
podemos responder al reto de la Vida si comprendemos el proceso de
nuestro pensar y estamos libres del condicionamiento, de la programación
de nuestra mente, cuando ya no reaccionamos según una ideología
política, religiosa, nacionalista o de la clase que fuere. Cuando hemos
cesado de pertenecer a cualquier raza, credo o religión en particular,
cuando cada uno de nosotros comprende su trasfondo y se libera de él,
cuando sólo aspira a lo verdadero, es posible, entonces, responder
plenamente. Y esa respuesta es una revolución.
Únicamente
un ser humano espiritual, religioso, que es consciente y que obra
adecuadamente, puede dar origen a una revolución fundamental. Un hombre
verdaderamente religioso rompe con la estructura de la religión
organizada, con todos los dogmas y creencias, así ve la verdad y obra
adecuadamente. Toda otra forma de revolución es fragmentaria y genera,
inevitablemente, problemas ulteriores. Pero el ser humano que ve la
verdad, lo que es, es el verdadero revolucionario, porque el ver la
verdad es realizar una respuesta integrada, no fragmentaria.
La
mente debe darse cuenta de su propio condicionamiento y, por ello,
liberarse de él y encontrarse libre para percibir la verdad. A no ser
que liberemos a la mente de su condicionamiento, todos nuestros
problemas sociales, nuestros conflictos en la relación, nuestras guerras
y otras desdichas, todo eso tiene por fuerza que incrementarse y
multiplicarse.
Sólo
cuando la mente es libre puede haber creatividad. Esta revolución sólo
es posible cuando la mente se halla muy quieta, muy silenciosa. Pero
esta quietud mental no surge a través de ningún esfuerzo, no puede ser
buscada ni perseguida, no tiene motivo. Surge naturalmente, con
facilidad, cuando la mente comprende su propio proceso de acción, lo que
implica comprender todo el significado del pensar.
Así
pues, el principio de la creatividad, de la revolución y de la libertad
es el conocimiento propio, y este debe ser descubierto en las
relaciones de nuestra existencia cotidiana. La relación es el espejo en
que podemos vernos realmente, sin distorsión alguna, y sólo mediante el
conocimiento propio, viéndonos exactamente como en realidad somos, no
distorsionados por ningún juicio, sólo así la mente se torna quieta,
silenciosa.
La
libertad surge sólo por obra del conocimiento propio, que consiste en
comprender el proceso total del pensar. Nuestro pensar es, en la
actualidad, una simple reacción, la respuesta de una mente condicionada,
y cualquier acción que se basa en un pensar así tiene que dar como
resultado una catástrofe, es inevitable. Para descubrir qué es la
verdad, qué es Dios, es preciso que haya una mente que se ha comprendido
a sí misma, lo cual implica investigar todo el problema del
conocimiento propio. Sólo entonces hay una revolución total que da
origen a una liberación creativa, y esa liberación creativa es la
percepción respecto de lo que es la verdad.
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