Hace poco miré junto a una amiga española un documental de
Elías Andrés y Victoria Prego sobre el tránsito a la democracia en esa nación
europea. Eran 13 episodios cargados de detalles que abarcaban el periodo de
1973 a 1977, entre la agonía de un caudillo y el nacimiento de una sociedad
plural.
A través de imágenes o de la voz de actores políticos
importantes de ese proceso, se analizaban la Ley para la Reforma Política, la
muerte del general Franco, la coronación de Juan Carlos I y la legalización del
Partido Comunista.
Mi amiga, que ya supera los 50, no se levantó ni una sola
vez de la silla durante las horas que duraron todos aquellos capítulos. Al
terminar, me dijo una frase que me da fuerzas por estos días: “Yo estaba ahí,
en muchos de esos momentos y sitios, pero mientras los vivía, no sabía que era
la transición”.
Creo que lo mismo nos está ocurriendo a los cubanos. Estamos
en transición, algo parece a punto de romperse irremediablemente en esta isla,
pero no nos damos cuenta, hundidos en la cotidianidad y en los problemas.
Después vendrán los documentalistas y en 30 minutos querrán narrar lo que a
nosotros nos ha llevado décadas.
Los analistas crearán sus líneas temporales, donde colocarán
sucesos que han pasado a nuestro lado y que algún día serán historia. Los
cubanólogos, por su parte, dirán que los indicios de la caída ya se veían venir
y elegirán alguna fecha en el almanaque para marcar el final. Los cineastas se
darán gusto reconstruyendo el “día cero” y hasta los pequeñines asegurarán que
sí se acuerdan, que ellos también guardan recuerdos de aquellos tiempos.
Pero el cambio principal no será la muerte en cama de un
anciano que cada vez les importa menos a los cubanos, ni la legalización de
alguna otra fuerza política para competir con el vetusto PCC. La transformación
sustancial, hace ya mucho rato que ha empezado a ocurrir en el interior de
nuestras mentes. Una metamorfosis lenta, tímida, con mucho miedo, pero
evolución al fin. Un irreversible proceso donde estamos dejando atrás algo que
por momentos nos pareció eterno.
Ya nos sentaremos frente a la tele a ver el documental sobre
estos años, los nietos nos harán preguntas y las reflexiones a posteriori
aflorarán. Muchos descubrirán, solo en ese momento, aquellos hechos de
trascendental importancia que por ahora la prensa oficial silencia totalmente.
Pero habrá otros que apuntarán con orgullo: “Yo estaba allí, yo lo viví, y en
el estómago ya sentía el vértigo de la transición”.
Yoani
Sánchez
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