No resulta difícil comprender de qué manera el poder
político, económico o burocrático aumenta el potencial nocivo de una persona
estúpida. Pero nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente
vuelve peligrosa a una persona estúpida: en otras palabras en qué consiste el
poder de la estupidez.
Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos
porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un
comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un
malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad:
racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El
malvado quiere añadir un “más” a su cuenta. Puesto que no es lo suficientemente
inteligente como para imaginar métodos con que obtener un “más” para sí,
procurando también al mismo tiempo un “más” para los demás, deberá obtener su
“más” causando un “menos a su prójimo. Desde luego, esto no es justo, pero es racional,
y si uno es racional puede preverlo. En Definitiva se puede prever las acciones
de un malvado, sus sucias acciones y sus deplorables aspiraciones, y muchas
veces se pueden preparar las oportunas defensas.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente
imposible, una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso,
en los momentos y los lugares más impensables. No existe modo alguno racional
de prever si, cuándo, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su
ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se
ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que: Generalmente el
ataque nos coge por sorpresa e incluso cuando se tiene conocimiento del ataque,
no es posible organizar una defensa racional, porque el hecho de que la
actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente
erráticos e irracionales, no solo hace problemática la defensa, sino que hace
extremadamente difícil cualquier contraataque –como intentar disparar sobre un objeto capaz de las
más improbables e inimaginables movimientos. Esto es lo que tenían en mente
Dickens Y Schiller al afirmar el uno que “con la estupidez y la buena digestión
el hombre es capaz de hacer frente a muchas cosas”. Y el otro que “contra la
estupidez hasta los dioses luchan en vano”.
Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La
persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consiente que es
malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez.
Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido.
Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza incidencia y eficacia a su
acción devastadora. El estúpido no está inhibido por aquel sentimiento que los
anglosajones llaman self –consciusness. Con la sonrisa en los labios, como si
hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para
echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo,
hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad y todo esto
sin malicia, sin remordimiento y sin razón. Estúpidamente.
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