“El 27 de febrero Venezuela vivió un colapso ético, que dejó estupefactas a muchas personas, fue una explosión sobre la cual no se ha escrito hondo, amerita un análisis, es una explosión que se traduce en un saqueo, pero no es un saqueo revolucionario, no hay una consigna, es un saqueo dramático, las personas asaltaron locales en medio de una delirante alegría, no hay tragedia, al iniciarse el proceso. A mí me quedó la imagen de un caraqueño alegre cargando media res en su hombro, pero no era un tipo famélico buscando el pan, era un “jodedor” venezolano, aquella cara sonriente llevando media res se corresponde con una ética muy particular; si el Presidente es un ladrón, yo también; si el Estado miente, yo también; si el poder en Venezuela es una cúpula de pendencieros, ¿qué ley me impide que yo entre en la carnicería y me lleve media res? ¿Es viveza? No, es drama, es un gran conflicto humano, es una gran ceremonia. Ese día de juego que termina en un desenlace monstruoso, cruel, la carcajada termina en sangre, es el día más venezolano que he vivido, nunca había sido tan interpretado por nuestra historia, por lo que nos está ocurriendo, es el día que fuimos sublimes y perversos como lo fuimos en buena parte de nuestra historia. Nuestros íconos históricos nos anuncian siempre ese dilema”.
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