El término inteligencia proviene del latín “intelligentia”, que a su vez deriva de “inteligere”, palabra compuesta por otros dos términos: intus (“entre”) y legere (“escoger”). Por lo tanto, el origen etimológico del concepto de inteligencia hace referencia a quien sabe escoger: la inteligencia permite seleccionar las mejores opciones para solucionar un problema.
Existen tres niveles de inteligencia que un ser humano debería desarrollar para realizarse y vivir la vida con plenitud, en especial en estos tiempos de cambios profundos en nuestra sociedad.
La inteligencia racional u operativa. Es la que se nos enseña en las escuelas: la habilidad de razonar paso a paso e ir tomando decisiones en base a la información que vamos recibiendo. Esta inteligencia nos permite retener datos, procesar la información, relacionarla, e ir resolviendo situaciones prácticas. Sin embargo, aunque una persona tenga un alto cociente de esta inteligencia operativa, eso no significa que vaya a ser capaz de crear unas buenas relaciones afectivas, encontrarle un sentido a la vida o ser más feliz.
La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Inteligencia emocional. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones. Con esta inteligencia desarrollamos ciertas capacidades personales para resolver problemas que afectan a nuestras relaciones o la buena convivencia social.
La inteligencia espiritual: Danah Zoar (estudió física y filosofía y luego psicología y teología en Harvard) y su esposo Ian Marshall (psiquiatra), vinculan el concepto “espiritualidad” con el de “inteligencia”.
Dicen que Inteligencia Espiritual es la “…inteligencia con la que afrontamos y resolvemos problemas de significados y valores; la inteligencia con que podemos poner nuestros actos y nuestras vidas en un contexto más amplio, más rico y significativo; la inteligencia con que podemos determinar que un curso de acción o un camino vital es más valioso que otro. La Inteligencia Espiritual es la base necesaria para el eficaz funcionamiento tanto del Cociente Intelectual como de la Inteligencia Emocional. Es nuestra inteligencia primordial”.
También sería la capacidad de dar una respuesta a la pregunta: ¿Quién soy?, de encontrar un sentido profundo a la vida y permanecer alineado con los principios espirituales.
Las características que definen una alta Inteligencia Espiritual incluyen (entre otras):
Capacidad de ser flexible (activo y espontáneamente adaptable).
Permanecer pacifico y estable con independencia de cuáles sean las circunstancias.
Poseer un alto nivel de conciencia de sí mismo. Capacidad de afrontar y usar el sufrimiento para aprender y crecer.
Capacidad de afrontar y trascender el dolor.
La cualidad de ser inspirado por visiones y valores.
Concentrar la mente en pensamientos elevados.
Tener sentimientos nobles y compasivos hacia todos los seres humanos.
Marcada tendencia a preguntar “¿Por qué?” o “¿Y si?” y a pretender respuestas fundamentales.
Comprender el sentido de la obra de la vida.
Visión holística del mundo.
En la dimensión espiritual, hay cuatro niveles de conocimiento que se necesitan desarrollar para progresar:
Información: Requiere de las capacidad de escuchar, tener curiosidad e interés en aprender. Es necesario tener una mente abierta. Estar atentos. Necesitamos escuchar nuevas ideas porque de esta forma podemos desarrollar nuevas perspectivas.
Conocimiento: adquirir conocimiento espiritual significa reflexionar. Selecciono algunas de estas ideas y profundizo en su significado, ya que necesito entender. Sin entendimiento no habrá motivación para ponerlo en la práctica.
Sabiduría: Aplico las enseñanzas espirituales en mi vida. Adopto un compromiso: utilizar ese entendimiento en la acción. Aprendo a utilizarlo cuando surgen dificultades y problemas. La persona sabia sabe transformar el conocimiento en acción. Sabe utilizar las virtudes y los valores para resolver cualquier conflicto.
Verdad: ¿qué es la verdad? La verdad es Ser. Yo soy eso. La verdad por ejemplo es vivir plenamente consciente de que soy paz, soy paciente, soy tolerante, soy compasivo. Hay algo estable que he sabido crear en mi interior, más allá de los cambios y las influencias de las situaciones externas.
Cuando pensamos en una nueva conciencia en nuestra sociedad, o de retornar a algo original, eso también significa desarrollar unos nuevos valores. Tal y como dijo el autor francés André Malraux,“El Siglo XXI será espiritual, o no será”. Uno de los problemas en el mundo actual es que los valores son excesivamente materialistas o superficiales y esto no permite que el ser humano sea feliz, pacifico y tenga un propósito en su vida.
¿Qué son los valores?
Los valores son un nivel o una ética de cómo vivir. Los valores dan una dirección a la persona o a una sociedad, y también dan un sentimiento de identidad. Los valores son muy importantes, tanto para el individuo como para los países. Hay diferentes tipos de valores: personales, sociales y espirituales. Algunas veces van los tres de la mano, pero no siempre. Los valores políticos o religiosos están englobados en la categoría de valores sociales. Lo espiritual puede estar en lo religioso y en lo social, pero no necesariamente. Lo que sucede con los valores espirituales es que con el transcurrir del tiempo se convierten en algo rutinario, no se practican, y pasan a convertirse en una tradición, es decir, se vuelven superficiales.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de valores espirituales? Son cualidades como la tolerancia, la compasión, el respeto, el perdón o la humildad. Conocemos muchas de estas virtudes pero no las practicamos. Se convierten tan solo en un valor social o religioso, pero no son realmente un valor espiritual en la gran mayoría de nuestra sociedad. Para que un valor sea espiritual ha de ser práctico y practicado. Lo sabemos pero no lo hacemos, lo oímos pero no lo escuchamos correctamente. Así que una nueva conciencia significa retornar al entendimiento personal y la práctica de estos valores espirituales.
La persona que ha desarrollado su inteligencia espiritual ha descubierto un nuevo lenguaje, el silencio, y se da cuenta que la vida tiene un sentido más profundo y trascendente. Experimenta su dimensión espiritual, se conecta con sus valores más auténticos, sabe reconocer la importancia de sus pensamientos y del impacto que éstos crean en su entorno. La inteligencia espiritual es aprender a mirar en nuestro interior y crear paz y silencio en la mente. A través del silencio podemos conocernos en profundidad, y conocer mejor a los demás. También me permite saber quién soy, clarificar mi identidad espiritual y el propósito de mi existencia.
@gantillano
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