Después de un año muy difícil, lleno de trágicos acontecimientos, frustración y mucha incertidumbre, he decidido regresar con un buen puñado de buenas intenciones. Nada en apariencia ha cambiado para mejor, las circunstancias externas que forzaron mi ausencia continúan siendo las mismas, pero algo en mi si cambió, la comprensión de lo efímero de la existencia del ser humano. Hoy finalmente hemos entendido que esperando que algo cambie, se nos puede ir una vida entera.
El tren nos ha dejado en la estación ya bien pasado el mediodía con un equipaje de cosas ajadas, el viaje ha sido agotador, son demasiados los que no han podido llegar y se han quedado en el camino.
He tomado el trasporte más rápido a la ciudad y en cuestión de segundos me ha dejado en la puerta de correos. Allí me esperaba un sinfín de correspondencia amontonada, triste y llena de pesimismo. Definitivamente el futuro no pinta bien y aunque se que será difícil recomponer el animo, espero tener paciencia y compañía en el camino.
Aunque he pasado ya dos noches aquí, aun nada ha podido restablecer mi voluntad hasta el punto que yo pretendía. Y aunque por ello he decidido no arrojar todavía mi escudo al suelo; si he de confesar que mis armas y otros objetos punzantes así como mi avión kamikaze y mis piedras más pesadas ya no pretenden ser útiles ni imprescindibles. Pero aquí estamos de regreso, tratando de recomponer algunas cosas, espero que no sea demasiado tarde para empezar de nuevo.
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