miércoles, 22 de enero de 2014

UNA ANGUSTIOSA ESPERANZA



Angustia me llama.
La oigo diáfana,
siempre la oigo.
Esperanza me jala,
dice: no vayas, no vayas.

Pero el llamado de Angustia es tajante y claro.
Se parece al arpón de un trueno,
que resuena y se clava,
siniestro y nunca soberano.

Angustia me llama, 
dice: ven, ven.
Se conserva tozuda,
directa y pantanosa;
me guiñe un ojo,
y recita una plegaria.

Mientras,
en mi subconsciente yace Esperanza.
Se yergue gallarda;
alto se yergue.
Saluda a las águilas,
a mis ideas y a los halcones.
Besa mi cara,
y con cuidado la muerde.
Me rodea medio semblante y al oído me suplica:
“no vayas, te lo ruego.”

Angustia se percata de Esperanza.
Le eyacula una mirada,
un guante blanco le arroja.
“Pilla radiante”, le dice,
“consérvate para ti sola”.

Esperanza gira la mirada.
Inhalando,
airada se posa.
Cruza los brazos,
las cejas enarbola.
Exhalando,
deja caer un gemido.

Esperanza da unos pasos;
Esperanza de mí se aleja.
Esperanza, a unos pasos,
iza su bandera.
De Osadía se contagia,
y con ella su temblor incinera.
Se acerca,
lame mi oreja.
Se aleja…
                                           …se aleja.

Se paran una frente a la otra;
un espacio de Miedo las separa.
Angustia alza una grave roca,
la empuña,
la amamanta,
se hace con ella,
y con un pujido la expulsa.
Inefable, zumba en el aire.
Frenética, a Esperanza se aproxima;
con desdén,
un brazo le arrebata.

Del ojo le brota una lágrima;
mugre le sale de la herida.
No rompe en llanto pero ah cómo babea.

De su mirada manan conjuros;
de su hocico obtusos insultos.
Deglute palabras;
vomita serpientes.

Esperanza mira en el suelo su brazo.
Se lamenta,
lo patea,
lanza un silbido y sobre Angustia se abalanza.

Angustia monta guardia,
se persigna con su zarpa.
Esperanza se aproxima,
Soberbia y engreída.

Pronto están una frente a la otra.
Se miran,
se exploran.

Esperanza contempla sus ojos Escarlata.
Angustia observa su herida:
observa la mugre que le sale de su herida.
Esperanza le muerde el cuello;
Angustia le vomita en la cara.

Un rojo cuello sangra;
una esperanza se ahoga con angustia.
Yo quedo libre y emancipado.
Porque el que se angustia necesita una esperanza,
y el que tiene esperanza en vano se angustia.

Carlos Villarreal



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