martes, 4 de febrero de 2020

HISTORIA DEL 4 DE FEBRERO DE 1992







Durante los días 3 y 4 de febrero de 1992 tuvo lugar un intento de golpe de Estado en Venezuela, cuando ocupaba la presidencia de la República Carlos Andrés Pérez. Estuvieron comprometidas en la asonada guarniciones militares de los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal. La asonada se inició en la tarde del día 3 y estalló en la noche, al retornar al país el presidente Pérez, luego de su participación en el Foro Económico Mundial, en la ciudad de Davos (Suiza). El movimiento fue debelado e informado el alto mando del Ejército y el ministro de la Defensa, general Fernando Ochoa Antich, acerca del mismo. No obstante, los insurrectos continuaron su plan, aun cuando muchas unidades inicialmente comprometidas en el alzamiento no se rebelaron. La acción fue denominada por los insurgentes como Operación Zamora. Los responsables eran miembros de una agrupación informal existente dentro de las Fuerzas Armadas, conocida como Movimiento Bolivariano Revolucionario MBR-200. Dicho movimiento fue fundado en 1983 por los entonces capitanes del Ejército Hugo Chávez Frías, Felipe Acosta Carlés y Jesús Urdaneta Hernández, quienes se desempeñaban como instructores de la Academia Militar. Sus miembros eran destacados oficiales del Ejército, de gradación media, por lo que el movimiento también se conocía por los siglas de COMACATE, haciendo alusión a los grados de comandantes, mayores, capitanes y tenientes y tenientes coroneles de sus miembros. Poseían una formación universitaria además de militar y ejercían una gran influencia sobre las tropas bajo su mando. Buena parte de los integrantes pertenecían a la promoción Simón Bolívar, egresada de la Escuela Militar en 1975. Compartían círculos de discusión sobre el desenvolvimiento político y económico nacionales, y habían desarrollado una posición crítica respecto a la situación de la institución militar y del país. La idea de cambiar el rumbo del país a través de un golpe de Estado se había ido incubando progresivamente en el grupo. El MBR-200 tenía una orientación ideológica nacionalista y revolucionaria. Sus fuentes de inspiración doctrinal eran el pensamiento bolivariano, las ideas de Simón Rodríguez y de Ezequiel Zamora. La Operación Zamora tenía como objetivo derrocar al presidente Pérez para someterlo a juicio por diversos delitos, y la sustitución del Gobierno vigente por una Junta de Reconstrucción Nacional, compuesta por «elementos progresistas» civiles y militares. Las razones aducidas para intentar este golpe de Estado fueron la gestión económica y política del presidente Pérez; el descontento de los sectores medios y bajos de las Fuerzas Armadas por los hechos de corrupción verificados en los altos mandos militares; la subordinación de las Fuerzas Armadas ante un liderazgo político que consideraban incapaz y corrupto; la utilización de las Fuerzas Armadas, en particular del Ejército y de la Guardia Nacional, en la represión de los disturbios originados por el estallido social del 27 de febrero de 1989; el cuestionamiento a la posición sostenida por el presidente Pérez en las negociaciones relativas a la delimitación limítrofe con Colombia; el deterioro de las condiciones socioeconómicas de la oficialidad media y baja y de las tropas; el empleo de las Fuerzas Armadas en labores como repartición de útiles escolares, becas alimentarias, campañas de vacunación y de arborización, etc. Desde el punto de vista de los alzados, su acción se justificaba para hacer cumplir a cabalidad el artículo 132 de la Constitución Nacional, que consagra que la función de las Fuerzas Armadas es asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y a las leyes, el cual estaría siendo irrespetado por el gobierno de Pérez. Los principales dirigentes de la acción golpista fueron los tenientes coroneles Hugo Chávez Frías, jefe máximo de la operación, Francisco Javier Arias Cárdenas, Joel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta Hernández y Jesús Ortiz Contreras. El alzamiento en la región capital se condujo bajo la responsabilidad del teniente coronel Chávez Frías, quien dirigió las acciones desde el Museo Histórico Militar de La Planicie, y del teniente coronel Joel Acosta Chirinos, quien comandó las operaciones en la base aérea Generalísimo Francisco de Miranda, en La Carlota. En las guarniciones militares del Distrito Federal y del estado Miranda actuaron la brigada de paracaidistas batallón José Leonardo Chirinos, el grupo de caballería motorizada Ayala, una compañía del regimiento de ingeniería Agustín Codazzi, el grupo de artillería José Félix Ribas y el batallón Antonio Nicolás Briceño. También estaban comprometidos en la asonada una compañía de tanques provenientes de la brigada blindada de Valencia y una compañía de misiles antitanque Mapat proveniente de San Juan de los Morros, los cuales fueron detenidos antes de llegar a Caracas. Los combates en la región capital se iniciaron hacia las 11 p.m. del día 3 y los enfrentamientos más intensos tuvieron lugar en la residencia presidencial La Casona, en el Palacio de Miraflores y en la base aérea Francisco de Miranda. Otras acciones tuvieron lugar en el Fuerte Tiuna, donde se iniciaron las acciones golpistas, en las comandancias generales del Ejército y la Armada, en el Comando Regional núm. 5 y el Comando de Seguridad Urbana de la Guardia Nacional, la sede de la DISIP en El Helicoide, en la sede de la Comandancia de la policía Metropolitana en Cotiza y en Venezolana de Televisión (canal 8). El presidente Pérez logró sortear la situación con éxito. A su llegada de Suiza estaban esperándolo en el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía el general Fernando Ochoa Antich y el ministro de Relaciones Interiores, Virgilio Ávila Vivas. El general Ochoa Antich, quien había sido informado acerca del movimiento, se trasladó al aeropuerto desde las 3 p.m. del día 3 a fin de desarticular un operativo supuestamente destinado a detener al presidente a su arribo. Pérez fue informado de los acontecimientos durante el trayecto hacia Caracas; no obstante subestimó la gravedad de la situación, quizá por la proliferación de rumores de golpe de Estado en los meses que precedieron a este intento, y resolvió permanecer en la residencia presidencial. Sin embargo, hacia las 11 de la noche, después que el general Ochoa Antich le informó telefónicamente desde el Fuerte Tiuna acerca de un alzamiento en el Fuerte Mara en el Zulia, el presidente salió desde su residencia hacia el Palacio de Miraflores, lo que le permitió evadir por escasos minutos el asedio a La Casona. La residencia presidencial, donde permanecieron la primera dama y una hija, fue atacada por el batallón de paracaidistas José Leonardo Chirinos y defendida por el batallón de custodia y por unidades de la DISIP y de la policía municipal de Sucre, produciéndose un intenso combate entre las fuerzas leales y los sublevados. Mientras tanto, hacia las 12 p.m., el Palacio de Miraflores fue atacado por tanques y por una unidad de paracaidistas. Los insurrectos forzaron la puerta principal y redujeron a la guardia de prevención, produciéndose intensos combates con saldos de muertos y heridos para ambas partes. En la puerta que comunica con el despacho presidencial los insurrectos fueron repelidos por un edecán del presidente y un grupo de guardias de honor y escoltas civiles. Nuevamente el presidente logró escapar, esta vez por la puerta del estacionamiento del edificio Bicentenario, pasando por un túnel. Lo acompañaban el jefe de la escolta civil y un edecán. Esta vez la caravana presidencial se dirigió hacia el canal 4 de televisión (Venevisión), desde donde se improvisaron varias alocuciones al país. Poco después de la 1 a.m. tuvo lugar la primera aparición televisiva de Pérez, quien informó acerca de la situación y condenó el movimiento insurreccional. Hacia las 2 a.m. el presidente volvió a dirigirse al país, haciendo una relación de los mensajes de adhesión que había recibido de diversos mandatarios extranjeros e instituciones, y, en su calidad de comandante en jefe de la Fuerzas Armadas ordenó a los insurrectos deponer las armas. Luego intervino Eduardo Fernández, para el momento secretario general del partido COPEI, quien expresó ante las cámaras su repudio al golpe y su adhesión al Gobierno y a las instituciones democráticas. Otras personalidades del mundo político y de diversas organizaciones sociales se presentaron en el canal de televisión y ante las cámaras hicieron llamados semejantes. Las intervenciones televisivas del presidente Pérez fueron cruciales para definir el rumbo de los acontecimientos, puesto que desalentaron a las fuerzas insurrectas y transmitieron la impresión de que el Gobierno controlaba la situación desde los primeros momentos. Si bien la Operación Zamora incluía la toma de los medios de comunicación, ello no pudo concretarse. Un grupo insurrecto se movilizó hasta Radio Caracas Televisión (canal 2) con la intención de transmitir una cinta de video con la grabación de sus proclamas e intenciones; no obstante, fueron disuadidos por el personal de guardia, quienes les aseguraron que su cinta era incompatible con los equipos de la emisora. El general Ochoa Antich se colocó al frente de las operaciones de las fuerzas leales. El Gobierno enfrentó la insurrección haciendo uso de unidades de policía, del batallón de infantería Simón Bolívar, de la 31 brigada de infantería, algunas unidades blindadas del batallón Ayala, del destacamento 51 de la Guardia Nacional, y de aviones Bronco, Tucán y F16. La rendición de los insurgentes comenzó una vez que las tropas leales retomaron el Palacio de Miraflores a las 4 a.m. y se prolongó hasta cerca del mediodía del día 4, cuando se entregó el máximo líder de la operación, el comandante Hugo Chávez Frías. El presidente Pérez retornó al Palacio una vez que fue recuperado por las fuerzas leales. La acción golpista en el estado Zulia resultó la más exitosa. El responsable de la operación (denominada Reconstrucción 92) fue el teniente coronel Francisco Javier Arias Cárdenas, quien se desempeñaba como comandante del grupo de artillería misilística José Tadeo Monagas. Se sublevaron el batallón de infantería mecanizada Francisco Aramendi, la batería de artillería de defensa aérea y el grupo de artillería de campaña Pedro María Freites. La residencia oficial del gobernador del estado, Oswaldo Álvarez Paz, fue tomada a las 12 p.m., y desde la misma el comandante Arias Cárdenas se proclamó gobernador militar del estado, dando a conocer a través de una emisora radial los motivos del golpe y los principio del MBR-200. Fueron tomados el puente sobre el lago de Maracaibo, el cuartel Libertador, los destacamentos 33 y 35 de la Guardia Nacional, el Cuartel de Patrulleros de la Policía del Estado, la sede de la DISIP, instalaciones petroleras de las costa oriental del lago, el comando de la Primera División de Infantería y de la Guarnición Militar del estado Zulia, la base aérea General Rafael Urdaneta, el Aeropuerto Internacional La Chinita, el Comando Regional 3 de la Guardia Nacional y la estación de guardacostas de la Armada, el canal 11 de televisión, varias estaciones de radio y las vías de acceso a Maracaibo. En vista del fracaso de las operaciones en Caracas, Arias depuso las armas. La rendición de los sublevados se inició hacia las 11 a.m., y fue total hacia la 1:30 p.m., gracias a la mediación de monseñor Domingo Roa Pérez, arzobispo de Maracaibo, y luego de vuelos rasantes de 2 aviones F-16 y de 2 aviones Bronco sobre el Cuartel Libertador, último bastión de los rebeldes. En Maracay se sublevaron 3 batallones de la 41ª Brigada de Infantería Paracaidista y el batallón García de Sena, al mando del teniente coronel Jesús Urdaneta Hernández, y el batallón de cazadores General Vásquez, al mando del teniente coronel Jesús Ortiz Contreras. Los insurgentes atacaron la sede del comando de la IV División de Infantería, la base aérea Libertador, los cuarteles Páez y San Jacinto y la base Escuela Mariscal Sucre. Los combates más intensos se escenificaron en el Cuartel Páez, a 2 cuadras del Palacio de Gobierno, en el Cuartel La Placera, y en la base Libertador. Los rebeldes rodearon la base, pero no lograron ingresar en ella ni utilizar los aviones. Desde tempranas horas del día 4, aviones y helicópteros leales de la fuerza aérea sobrevolaron estas zonas y al mediodía la insurrección fue controlada, aunque persistieron focos dispersos de combate en Palo Negro y en La Placera. En la guarnición de Valencia actuaron el batallón blindado Pedro León Torres, el grupo de artillería de campaña Lara, el batallón de apoyo José G. Lugo, una compañía de comunicaciones y una compañía de honor. Durante aproximadamente 15 horas los insurrectos controlaron varios puntos estratégicos de la ciudad, entre ellos el Comando Regional núm. 2 de la Guardia Nacional. Los golpistas tomaron la estación de radio Mundial, desde donde difundieron sus consignas. También tomaron la sede de la policía del estado, el aeropuerto internacional Arturo Michelena y establecieron sus operaciones en el Fuerte Paramacay, sede de la brigada blindada. Atacaron los puestos de la Guardia Nacional en Tocuyito y en La Cabrera, la sede de la compañía 24 de junio en el Campo de Carabobo. Aviones F-16 y helicópteros Super-puma, piloteados por oficiales leales al Gobierno sobrevolaron las zonas donde los rebeldes operaban y realizaron vuelos de reconocimiento en Naguanagua. El gobernador del estado denunció que tropas insurgentes entregaron armas, municiones y uniformes a estudiantes de la Universidad de Carabobo, 3 de los cuales resultaron heridos de gravedad, con lo cual se evidenció la participación de civiles en estas acciones. El sometimiento de los insurrectos se logró hacia las 4 p.m., del día 4. El comandante Chávez Frías se hallaba acantonado en el Museo Histórico Militar de La Planicie, en Caracas, desde donde debía dirigir las operaciones. Persuadido por el general Ochoa Antich y ante la evidencia del fracaso de la operación, se rindió, desplazándose hacia la sede del Ministerio de la Defensa. A solicitud del alto mando de las fuerzas leales y acompañado por miembros del alto mando militar hacia la 1 p.m., el comandante Chávez se dirigió al país en una improvisada alocución. En su breve mensaje, asumió la responsabilidad del movimiento y solicitó a las fuerzas aún rebeldes de Aragua y Valencia que se rindieran ante el fracaso de la operación en Caracas, para evitar mayores derramamientos de sangre. Esta corta aparición ante las cámaras de televisión le valieron una instantánea e intensa popularidad, que si bien contribuyó al cese de las hostilidades, constituyó un grave revés político para el Gobierno. A consecuencia de este intento de golpe de Estado, el presidente en compañía del Gabinete Ejecutivo decretó la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional, así como el establecimiento de un toque de queda. Durante la mañana del 5 de febrero se convocó a una sesión bicameral extraordinaria en el Congreso, con el propósito de presentar a la consideración del Poder Legislativo el mencionado decreto. Por acuerdo de las fracciones políticas se resolvió no debatir la materia sino formular un comunicado de condena al intento de golpe. No obstante, el para entonces senador vitalicio Rafael Caldera, desatendiendo el acuerdo previo, pronunció un polémico discurso en el que desestimó la tesis del magnicidio como motivación de la insurrección y formuló su propia interpretación de las razones que habían llevado al intento de golpe y producido las manifestaciones de simpatía hacia el mismo. Ello generó un intenso debate en el hemiciclo, el cual fue transmitido por los canales de televisión. El discurso de Caldera le valió una gran popularidad, y con el mismo se inició la campaña ascendente que lo llevó a la presidencia de la República en diciembre de 1993. Diversas instituciones del Estado y organizaciones sociales repudiaron el intento de golpe y manifestaron su adhesión al orden democrático. En la población no se produjeron movilizaciones de apoyo al Gobierno o a la democracia. Diversos jefes de Estado de naciones democráticas enviaron sus expresiones de solidaridad al Gobierno y de rechazo a la asonada. César Gaviria, para el momento presidente de Colombia, convocó a una reunión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos, que también produjo un pronunciamiento de condena a los golpistas y de adhesión al Gobierno y a la democracia en Venezuela. El ministro de la Defensa dio a conocer el día 5 el saldo de la asonada: 14 muertos, 53 heridos, 1.089 militares detenidos y cuantiosas pérdidas materiales. No obstante, las estimaciones extraoficiales daban 50 muertos y más de 100 heridos. El comandante Chávez Frías y los oficiales de mayor rango involucrados en la insurrección fueron recluidos en el Cuartel San Carlos de Caracas y luego en la Cárcel de Yare en los valles del Tuy. A 2 semanas de este intento, el Tribunal Militar II de Primera Instancia Permanente de Caracas anunció que había 133 oficiales (entre los cuales 24 fueron acusados de dirigir la rebelión y el resto de ser adherentes) y 967 soldados sometidos a investigación. Con el tiempo, las causas de muchos de los militares presos fueron sobreseídas; otros fueron dados de baja, y otros indultados por el presidente Caldera en 1994 bajo la condición de solicitar su retiro de las Fuerzas Armadas, tal como sucedió con los oficiales que dirigieron la operación. M.K.







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