Tal día como hoy en 1896 nace en la noble y prospera ciudad de Cumaná, el poeta del pueblo venezolano, Andrés Eloy Blanco, cuya obra profunda y amada por todos, es una de las expresiones mas altas y singulares del espíritu nacional de todos los tiempos.
Hijo del Doctor Luis Felipe Blanco, magnifico ejemplo de generosidad y de amor al prójimo, y de Doña Dolores Memo, dulce y católica dama, recibió de ellos la fuerza espiritual que daría curso en su talento maravilloso para que cada una de sus palabras, de sus obras y de sus realidades fueran características de hombre de bien, creador.
De Cumaná, antigua y eterna, aprendió Andrés Eloy a sentir el sol, la luz y la historia. El fue siempre un amante ejemplar de su tierra, de sus gentes, de sus tradiciones y de sus verdades. La amó tanto, que pudo haber dicho: nunca se separó de mi corazón, tal como lo dijera el otro hijo modelo de la tierra cumanesa Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho.
Hogar del poeta donde siempre hubo de luchar por la justicia y la paz, dulce hogar que fue, como lo señala acertadamente Ricardo Montilla, "un templo para el cultivo del afecto familiar" y que formó su alma para lo eterno y lo grande; para lo hermosa, por decirlo con las palabras que ordenó en uno de sus versos.
Ya en 1913 se publican los primeros versos de Andrés Eloy, aunque desde los seis años andaba buscándole yuntas a las palabras para sus primeras versificaciones.
En 1914 ira a la cárcel por ser uno de los estudiantes que protestaron el cierre de la Universidad y en 1918 será el ganador de un torneo de poesía en Caracas con su poema Canto a la Espiga y al Arado.
Será abogado en 1920 y después de conocer a la verdadera Dona Bárbara ejerciendo la profesión en los llanos apureños, publica su primer libro de poemas en 1921: Tierras que me oyeron.
Dos años después, 1923, la Academia de la Lengua Española le otorga el premio del Certamen Hispano-Americano de Poesía celebrado en Santander, España, con su monumental Canto a España. Se afianza como poeta de dos mundos, interpretando primero que nadie el alma popular en sus poemas.
Será autor de piezas teatrales y nacen entre otras, El Cristo de las Violetas, El Pie de la Virgen, Abigail y Los Muertos las prefieren Negras.
En sus libros el alma venezolana se siente plenamente interpretada y cada uno de sus poemas se nos quedó en el alma para decimos las cosas en la forma que siempre quisimos decirlas. Fue interprete de su pueblo, de la grandeza propia de su pueblo y de su sencilla grandeza.
Cada época de la angustia venezolana contra los despotismos, -hasta que en un despotismo se nos murió- lo vió luchando, abierta y decididamente, superando los diarios dolores y las penas con sus palabras que era signos de los tiempos de la libertad y de la democracia.
Contra la tiranía de Juan Vicente Gómez en 1928, será huésped de las cárceles de La Rotunda, del Castillo de Puerto Cabello, de Timotes, de Valera, en las que, como cumpliendo con un rito milenario que llevaba en el alma, no dejó jamás de escribir. Nos entregó Baedeker 2000, Barco de Piedra, y Malvina recobrada. Nacerá Poda en 1934 y en 1935 La Aeroplana clueca.
Arrojará al mar los grillos del Castillo de Puerto Cabello en 1936 e iniciará la ejecución del magnifico y claro ideal político que representaba. Ingresará al Partido Democrático Nacional PDN, llegando a ser electo Concejal de Caracas, por ese Partido, y Presidente del Concejo Municipal en el que dio, con sus palabras y obras, una sólida y creadora lección de honestidad y civismo que no ha sido superada.
Ira al Congreso de la Republica y demostrará, en una de sus mas espectaculares actuaciones publicas, una profunda conciencia cívica, capaz de dejar escritas las pautas de la decencia nacional, de la creación sin limites, del amor a la República. Presidirá los destinos de la Asamblea Nacional Constituyente y cada una de sus palabras son un Manual de Amor a la Patria.
Fino humorista, impecable articulista, digno periodista, será electo Senador, pero llamado por el Presidente Rómulo Gallegos ejercerá el cargo de Canciller de Venezuela (Ministro de Relaciones Exteriores) hasta que, en la obscura emboscada del 24 de Noviembre de 1948, será preso y conducido al exilio en el que su voz se silenció para siempre en el frío suelo de una calle mexicana donde lo lanzó el vehiculo que, desgraciadamente, lo atropelló el 21 de Mayo de 1955.
En el duro caminar por tierras fraternas pero ajenas estuvo siempre acompañado del amor de la esposa y de los hijos. De Angelina lturbe (la que llamó Lilina, la que bautizó Giraluna) con la que se casó en 1944 y de sus dos hijos, Luis Felipe y Andrés Eloy. En ese breve pero inmenso grupo familiar depositó toda la inmensa ternura de los años finales de su vida de ejemplos.
Puso en su esposa "un amor que era del ancho del mundo" y con esa mágica fuerza que sólo da el verdadero cariño fue siempre leal, honesto y magnifico compañero.
En México se afianzan las reamanecidas al calor del hogar, con la paz que nace de la soñadora compañía de Lilina y del mundo de la ternura infantil que se resumía en sus hijos. De mas allá del Golfo mexicano, de la tierra querida y ausente venia la palabra de las hermanas. Era la patria que llegaba.
Pasan los días difíciles de la enfermedad y la vida, limitada, encerrada en la distancia lo mantiene y lo proyecta.
El amor y el exilio se ligaban en sus palabras. Se le amontonaban las miradas escrutando la noche del regreso. Nunca llegó ese viaje de vuelta a Venezuela. Los días se sucedían y la dictadura hundía mas sus garras en el alma del país. Para el poeta el exilio fue la mas dura de las penas. En el, en su capacidad creativa, el recordar los países lejanos, el sentir cada tarde la ausencia de sus calles, sus campos, sus compañeros, sus escuelas, sus niños, era muy doloroso.
Los años fueron pasando y el poeta maduraba en plenitud de fiebres y de sueños. Sus versos adquirían el soplo definitivo de la grandeza y de la inmortalidad.
En sus palabras, rezadas al oído de los vientos, persistía la fe de siempre en la democracia y en la libertad. Nada quebraba su ejemplo porque siempre fue, es y será una limpia superficie sobre la cual mirarnos los hombres y mujeres de cualquier tiempo venezolano y de la que aprenderemos siempre la mejor lección de decencia, honestidad y hombría de bien. Cien años después de su primer día en la ciudad de Cumana, hoy como siempre, será la voz que inspira hermosas alegrías al pueblo venezolano. Eso basta para su inmortalidad. Eso basta.
Hoy más que nunca su presencia persiste, como una breve e intensa llama viva elevada sobre los campos y las olas del mar, sobre el país, en los ojos de los que sufrimos soñando en una gran patria feliz. Siempre estará así, eternamente nuestro y cuando pasen los siglos, los hombres de aquel tiempo murmuraran sus versos como un regalo que Dios hizo a los pueblos a través de la voz inmortal de Andrés Eloy Blanco.
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