Se cree que el Roscón de Reyes tiene su origen en una
tradición romana relacionada con las festividades denominadas “Fiesta de los
Esclavos” donde los esclavos recibían tiempo libre y raciones extras de
comida. Éstas eran fiestas dedicadas al
dios Saturno con el objeto de que el pueblo romano en general pudiera celebrar
los días más largos que empezaban a venir tras el solsticio de invierno.
Para estos festejos, se elaboraban unas tortas redondas con
higos, dátiles y miel, que se repartían por igual entre los plebeyos y
esclavos, celebrando la igualdad entre los hombres. Ya en el siglo III, en el
interior del dulce se introducía una haba seca, y el afortunado al que le
tocaba era nombrado Rey de Reyes durante un corto periodo de tiempo.
Testimonios del siglo XII
recogen la tradición del Roscón de Reyes o el Rey de la Faba en el Reino
de Navarra, donde en 1361 se designaba Rey del Faba al niño que encontraba el
haba en el roscón.
El pastel que se hace tiene forma de rosca, más o menos
imitando una corona real, cubierto de frutas escarchadas, que semejan las joyas
de la corona, y tenía escondida en su interior una pequeña sorpresa, a veces de
gran lujo y valor.
La tradición cristiana nos invita igualmente a compartir la
"Rosca de Reyes", costumbre también llena de importantes significados:
el pan en forma de rosca evoca a Dios Eterno, que no tiene principio ni fin;
las frutas dulces con que se decora nos recuerdan la gracia que Jesús nos trae;
el muñequito escondido entre la masa representa al Niño Jesús que todos debemos
buscar, quien lo encuentra se llena de tanto gozo que desea compartirlo con todos,
por lo que promete una fiesta el próximo día dos de febrero, día de la
"Candelaria" (luz) o Presentación del Señor.
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