Con la perspectiva de más de medio siglo, los venezolanos
podemos mirar al 23 de enero de 1958 como una de las grandes jornadas del
pueblo y de la nación en su conjunto. Fue un momento ejemplar, y por
consiguiente debe perdurar en nuestra memoria y servirnos de aliento en los
tiempos de crisis o incertidumbre.
Aquel día los ciudadanos de todas las regiones y de todos
los sectores sociales le dijeron No a la dictadura del general Marcos Pérez
Jiménez y a todos los sistemas que pudieran semejarse. Fue un canto
multitudinario a la libertad.
El dictador quiso reelegirse mediante un plesbicito
fraudulento e inconstitucional, pero de inmediato tanto el pueblo como las
Fuerzas Armadas descubrieron la oscura trama del general. Pérez Jiménez comenzó
por destituir a dos de los personajes más odiados de su régimen, el jefe de la
Seguridad Nacional y el Ministro de Relaciones Interiores, Pedro Estrada y
Laureano Vallenilla Planchart, pero esto no le bastó para aplacar las furias
populares desatadas.
Como a todos los dictadores de todas las épocas su tiempo se
había terminado. Igual que Juan Vicente Gómez décadas antes. Así está escrito.
El alzamiento militar del 1º de enero fue como el primer
campanazo de las Fuerzas Armadas que le hicieron ver al dictador que no podía
seguir mal utilizando y abusando de su nombre.
El 23 de enero en la madrugada, el dictador huyó a bordo de
“La vaca sagrada”, como llamaban el avión presidencial de la época, y fue a
buscar refugio en la República Dominicana, bajo la protección del generalísimo
Rafael Leónidas Trujillo, el personaje de La fiesta del chivo.
Son innumerables las lecciones del 23 de enero, pero la más
fundamental de todas fue la adhesión demostrada por los venezolanos a la
libertad, la democracia pluralista y los derechos humanos. Aquella fue, en
efecto, una jornada de unidad dentro de la pluralidad de diversos partidos, de
civiles y militares, en fin de la sociedad en su conjunto.
Según se lee en los textos de historia, Pérez Jiménez
malversó los recursos públicos; dio concesiones petroleras cuando eran
innecesarias para recibir petrodólares y complacer a las grandes
trasnacionales. Mantuvo una severa censura de prensa, exterminó a los partidos,
controló todos los poderes del Estado, y se mantuvo a sangre y fuego en el poder
hasta que sus abusos determinaron su caída. Pretendió perpetuarse como dictador
vitalicio, alegando que “sólo él garantizaba el progreso y la estabilidad de la
nación”. Alegando, como en los tiempos de Gómez, que los venezolanos no estaban
en capacidad de gobernarse en libertad.
Repasar nuestra historia con espíritu crítico nos permitirá
fortalecer nuestra decisión de profundizar la democracia sin mengua de la
libertad, en la búsqueda infatigable de equidad e igualdad. Por estas razones
debemos mirar al 23 de enero de 1958, en busca de inspiración y de espíritu
unitario para sortear con éxito ciudadano las pruebas que nos presenta ahora la
nación.
Ojalá que la celebración del 23 de enero de 2013 contribuya
a la consolidación del espíritu de tolerancia y comprensión con que debemos
actuar todos los ciudadanos en esta hora tan particularmente critica.
SIMON
ALBERTO CONSALVI
16 enero del
2013 @consalvi2013 on Twitter
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