DIÁLOGO DE IDIOTAS
Los políticos, sobre todo los que exhiben impulsos mesiánicos, son dados a decir que ellos “hablan con
El modelo autoritario de nación, hasta el alternativo, aborrecen la disputa, el mero acto de no estar de acuerdo. Los enemigos reales de la razón, decía Isaiah Berlin, son esos que suponen tener un acceso privilegiado a
Sin un diálogo abierto, no hay posibilidad de tolerar diferencias, por consiguiente, no hay oportunidad de cultivar una cultura de libertad. Los presidentes se vuelven eternos, como Chávez y Castro. La libertad de elegir, por el contrario, implica la agonía de nunca saber si tenemos toda la razón sobre todos los aspectos de
No se trata de callar—a menos de que nunca dejes hablar. En una sociedad abierta, reconocemos que la vida está llena de incertidumbres, complejidades y paradojas. No es reducible a una formula preconcebida, a un plan alternativo, a un proyecto total. En esta circunstancia, la humildad ante el conocimiento es un ingrediente capital para fomentar la libertad y la civilidad entre los seres de una sociedad.
Michael Oakeshott, otro gran filósofo de la libertad, defendía un concepto plural de conversación—una multiplicidad de voces (ciencia, poesía, política y otras más), donde no existe una voz que predomine sobre otras. El propósito es mantener el diálogo vivo, es mantener la conversación abierta, que no lleguen los tiranos, los demagogos, los idiotas, o los que presumen hablar con la verdad, y cierren esta apertura de ideas. Para estos, y otros de su especie, un argumento se gana con la expropiación de bienes, con la guillotina, con la fuerza brutal de una policía intelectual.
Una sociedad abierta celebra las chachalacas, racionales o despistadas, pero exige que se pueda llevar a cabo un argumento, un esfuerzo por cambiar las opiniones de otros, en lo queWilfrid Sellars llamaba un “espacio lógico de razones.” La descalificación es un reflejo de intolerancia, mientras que presumir hablar con la verdad una manifestación de superioridad moral.
Debemos, como Berlin, Oakeshott y varios otros, desconfiar del proyecto grandioso, el socialismo autoproclamado, el fin de la historia, la tecnocracia moderna, u otros casos de arquitectónica social. Una cosa es criticar, otra descalificar; una cosa es el diálogo, otra cosa son los idiotas que presumen hablar con la verdad.
Roberto Salinas |
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