Xulio Formoso: Juan Gelman
Juan Gelman, poeta delirante, maestro de caminos
Cada tarde se distrae tejiendo palabras, hilvanándoles los ruedos para que no se arrastren y rompan cual pantalón de adolescente de estos tiempos. Lustra signos, peina tildes. Revisa ortografía, le obsesiona la gramática. No acepta tachaduras ni enmiendas; trabaja en atmósferas densas, apila en su mesa volúmenes herméticos que descifra rigurosamente y afila su discurso en la piedra de los saberes.
Hay quien poetiza en situación de calle. Después de haber padecido tanto frío noctámbulo y resolana de mediodía peninsular aprende a arrebujar sus notas entre las páginas de los periódicos; monta con ellos campamentos, algunos transitorios pero otros, de tan queridos y repletos de querencias, se van constituyendo en referencia residencial. Brinda en sus texto las sin respuestas públicas a preguntas privadas o a los dilemas por venir.
Muy de vez en cuando padece de cordura y escribe algo serio pero la mayoría del tiempo se la pasa en su balcón de trinitarias lanzando burbujitas de jabón preñadas de versos a quien va pasando, ¡quién quita que alguien se percate que la cosa va con ella, con él y las atrape en el aire antes que se estrellen en el piso y queden confundidas con los escupitajos ya secos de otra gente!
Las malas juntas con quienes se acompañan les llaman poetas, eufemismo para su prosa delirante. Como la cosa les va gustando, toman lecciones con el pueblo sencillo y se quedan a escucharle por las tardes en que los festivales adornan la escalera del barrio o el solar de tierra del campo aun cuando los grandes invitados ya se hayan ido o nunca llegado.
¡Bienaventurados poetas, noctámbulos compañeros que conjuran con su ternura nuestros miedos!
ILEANA RUIZ
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