¿De qué patria hablamos?
Ofelia Avella
Me pregunto qué patria puede haber cuando el concepto mismo está tan confuso. Si unos tenemos algo en mente y otros, otra cosa, ¿cómo puede haber patria si no hablamos de una común a todos?
El diccionario de la Real Academia Española incluye esta breve definición: "Lugar, ciudad o país en que se ha nacido". Esto, aunque debería bastar, no lo es todo, pues puedo haber nacido en un lugar en el que viví una semana o incluso años y llevar, en adelante, otro país en el corazón. Por eso prefiero aludir a esta otra definición que se da: "Nación propia nuestra, con la suma de cosas materiales e inmateriales, pasadas, presentes y futuras que cautivan la amorosa adhesión de los patriotas". Pienso, pues, que se trata de una definición mucho más completa y profunda.
Llama la atención lo primero: "nación propia nuestra". La patria es propia, puesto que antes de ser parte de un colectivo, uno es un individuo, único, irrepetible, con una inteligencia, una voluntad, unos talentos y una misión, intransferible, no endosable a alguien más, y por ello propia. Al nacer en un país, es lógico que uno lo considere su patria. Por otra parte, vivimos en comunidad, hecho que se manifiesta ya desde que venimos al mundo a través de unos padres, pues nadie puede nacer solo. Entramos al mundo en familia, y al igual que tantos otros individuos, nacemos en un lugar común. Por eso la patria es propia nuestra, "de cada quien" y "de todos".
Si seguimos analizando la definición, vemos que "lo propio y nuestro" incluye los bienes de esa patria, es decir, "las cosas materiales e inmateriales, pasadas, presentes y futuras (que cautivan la amorosa adhesión de los patriotas"). Vamos, pues, a hablar de esos bienes. Las cosas materiales resultan, quizás evidentes: las riquezas físicas, la tierra, sus habitantes, las cosas todas que tocamos. Las costumbres, la comida típica, las tradiciones, los símbolos patrios, podríamos decir que también, aunque a la materialidad de las formas culturales subyace un significado inmaterial que arraiga a la patria, al conferir a sus habitantes una orientación, unas referencias de sentido, que "cautivan su amorosa adhesión". La naturaleza, por otra parte, junto a la diversidad de paisajes, son todas cosas que le hacen a uno sentir parte de un contexto que, aunado al modo de vida, lo inserta a uno en una nación, haciéndole sentir parte de ella. La belleza del mar, de las montañas, de los llanos, el azul de este cielo que en otras partes es oscuro, si bien son cosas materiales, "cautivan" también "nuestra adhesión", al impactar nuestros sentidos y nuestra psique. Lo que intento decir es que incluso lo más material va adquiriendo en la vida significados que le hacen trascender su materialidad.
Ahora bien, si estos bienes materiales e inmateriales, pasados, presentes y futuros, no se conocen, resultará imposible que esta patria cautive y provoque adhesión de nuestra parte. Aquí entra en juego la historia, la literatura, la música, los monumentos históricos, el legado entero de nuestros antepasados, por poner ejemplos de eso pasado y presente. Lo futuro, por otra parte, resulta interesante considerarlo, pues implica nuestra disposición para acoger lo que no vemos aún materializado. Esto exige esperanza, ánimos para luchar, para reconstruir y abrir caminos nuevos por parte de esos patriotas adheridos a esos bienes que lograron cautivarlos.
Todo lo anterior debe ayudarnos a reflexionar en algo que es esencial para progresar: si la patria es "propia nuestra", ¿cómo podremos pretender trabajar por algo común a todos si ya la bandera se confunde en la mente de algunos? ¿De qué patria hablamos si esos bienes materiales se regalan a países que no están llamados a ser los primeros en disfrutarlos, sobre todo si son muchos los venezolanos que los necesitan? ¿De qué patria hablamos cuando se nos gobierna desde el exterior y el Presidente no ha demostrado que es venezolano? ¿De qué patria hablamos cuando los bienes que han cautivado y adherido a los supuestos patriotas que nos mandan no son propiamente nuestra historia y nuestra gente, sino nuestro petróleo?
Hay unas palabras muy bellas que Francisco Suniaga pone en boca de Diógenes Escalante en El pasajero de Truman, con ocasión de las dificultades que encontró en su aspiración por la Presidencia: "Creo que había perdido la capacidad de comprender a Venezuela y a los venezolanos (...) Y eso devino en un gran dilema ético para mí, porque además estaba convencido de que mi falta de comprensión provenía de una falta de sentimientos. Esa comunión con el prójimo y con la tierra ya no estaba allí, Humberto (su interlocutor). Venezuela era para mí un trabajo, no una pasión. Y entonces, imagínese usted, ¿cómo se puede ser presidente de un país que no se lleva en el alma?".
La patria no es un proyecto ideológico, usurpador de nuestra identidad e independencia.
Por eso, ¡qué fácil
es descubrir quién lleva el país en el alma!
No hay comentarios:
Publicar un comentario