martes, 28 de febrero de 2017

UNAFOTOXDÍAX28DÍAS QUINTA EDICIÓN




CASUALIDAD SIMULADA


DÍA 1
Un Crimen Perfecto





DÍA 2
Una Entrega a Domicilio




DÍA 3
Una Crisis de Brontofobia





DÍA 4
Un Momento Pop



DÍA 5
Un Cero a la Izquierda



DÍA 6
Una Pesca  del Día



DÍA 7
El Peor Amigo del Colegio



DÍA 8
Una Endoscopia, Propia



DÍA 9
Un Saque de Esquina



DÍA 10
Una Predicción Errada



DÍA 11
Un Don de Palabra



DÍA 12
Un Territorio Ocupado



DÍA 13
Un Chisme Viejo



DÍA 14
Un Astronauta de Civil



DÍA 15
Un Botón de Pánico



DÍA 16
Una Ceguera Permanente



DÍA 17
Un Anónimo Mediático



DÍA 18
Un Complejo Masculino



DÍA 19
Un Tlön, Uqbar, Orbis Tertius



DÍA 20
Un Antes y un Después



DÍA 21
Un Tangram



DÍA 22
Un Obituario Optimista



DÍA 23
Una Parada de Mano



DÍA 24
Un Encuentro Innecesario



DÍA 25
Una Fe de Vida



DÍA 26
Una Devolución Involuntaria



DÍA 27
Un Memorial de Agravios



DÍA 28
Un Autorretrato en Tercera Persona



PARA TERMINAR EL MES



BYE, BYE FEBRERO



¿SARCÁSTICO YO?






Algunos escogen ser sarcásticos porque pegarle a alguien puede causarles un arresto. Muchos dicen que ser sarcásticos es una herramienta que sirve como escudo para nuestras emociones, otros aseguran que es una forma de insultar a los idiotas de este mundo y poder salir bien librados.

Muchos estudios aseguran que las personas sarcásticas son más inteligentes de lo que a simple vista parece. Te presentamos diez grandes razones que muestran que en verdad las personas sarcásticas son brillantes.







10 razones por las que alguien sarcástico es más inteligente que tú: 


1. Pueden ver a través de ti

De acuerdo con el Doctor Shaman-Tsoory, psicólogo de la Universidad de Haifa, “entender el estado mental y emocional de otros está relacionado con la habilidad de entender el sarcasmo”. Sí, esto significa que pueden ver a través de ti y del humo y los espejos.

Si responden con un sarcasmo después de que dices “llegué tarde porque…” quiere decir que probablemente no te creen. Ellos pueden leerte muy fácil y saber qué decir para desatar cualquier emoción que quieran provocar. Es lo más cercano a la telequinesis que podemos imaginar.


2. Tienen un cerebro más perspicaz y agudo

En un artículo de Richard Chin escrito para el Smithsonian, explica que el cerebro humano necesita trabajar más duro para entender el sarcasmo. Eso quiere decir que las personas que lo utilizan, frecuentemente hacen trabajar a su cerebro un poco más rápido que el tuyo.


3. Son buenos solucionando problemas

En el mismo artículo del profesor Chin, asegura que el sarcasmo también ayuda con las habilidades para solucionar problemas creativos. Probablemente en el apocalipsis zombie tu amigo sarcástico te ayude a salvar tu vida.


4. Vienen equipados con la llave de las habilidades sociales de hoy

John haiman, lingüista de Macalaster College, dice que el sarcasmo es prácticamente el lenguaje primario de la sociedad de hoy. Constantemente las personas sarcásticas son las que llevan la conversación en nuestros días y no aquellas que son vistas de manera extraña en la parte trasera de la bolita mientras pretenden que se ríen de las bromas de todos.


5. No sólo tienen excelentes mentes, también tienen piel gruesa

Son lo suficientemente listos como para no tomar todo a pecho. No rompen en llanto cuando alguien más los molesta. Pueden lanzar golpes de la misma forma que los reciben. Raramente serán las víctimas, porque, la verdad, a nadie le gustan las víctimas.


6. Tienen cerebros más saludables

De acuerdo a las investigaciones de la neuropsicóloga Katherine Rankin, de la Universidad de San Francisco California, la falta de la habilidad para entender el sarcasmo, puede ser una alerta temprana de daño cerebral. En un estudio de la región Frontal-Temporal, se descubrió que la demencia se relaciona con la dificultad de entender el sarcasmo.



7. Hacen que sus amigos y los demás a su alrededor sean más inteligentes

Debido a su constante modo de comunicarse, las personas sarcásticas afectan el cerebro de los que están a su alrededor. Existen tres estados en los que nuestro cerebro necesita entender la ironía: mientras ves la televisión, manejas o compras. En cualquiera de los tres necesitarás usar tu cerebro un poco más para entender el proceso de pensamiento de tu amigo sarcástico.


 8. No son arrestados

Son excelentes guerrilleros emocionales. Si alguna vez has discutido con una persona sarcástica, probablemente te han dejado una cicatriz en tu corazón debido a algo que dijeron. Definitivamente no es lo mismo que un golpe o un balazo pero dura mucho más.


9. Pueden hacer un insulto gentil y aun así, hacer reír.

“No escalé hasta arriba de la cadena alimenticia para ser vegetariano, pero puedo hacer una excepción por tu” puede sonar muy amable hasta que te quedas pensando: ¿acaba de insultar mi modo de vida o debo decirle gracias?


10. Tienen amigos que de verdad los aman

Saben que sus amigos son realmente sus amigos porque ¿quién aguantaría a alguien que todo el tiempo habla con sarcasmo? 








ALGO MUY GRAVE VA A SUCEDER



En un congreso de escritores, al hablar sobre la diferencia entre contar un cuento o escribirlo, García Márquez contó lo que sigue, "Para que vean después cómo cambia cuando lo escriba".


"Algo muy grave va a suceder en este pueblo"

(Cuento contado) 


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. 

Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.


Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

-Te apuesto un peso a que no la haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:

-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.

-¿Y por qué es un tonto?

-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Entonces le dice su madre:

-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.

Entonces la vieja responde:

-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.

Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:

-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.

-Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

-Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.

-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

-Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.

Gabriel García Márquez



¿QUIÉN VAS A SER HOY?



¿DE QUÉ SE RÍE SEÑOR MINISTRO?






Seré Curioso

 En una exacta
 foto del diario
 señor ministro
 del imposible

 vi en pleno gozo
 y en plena euforia
 y en plena risa
 su rostro simple

 seré curioso
 señor ministro
 de qué se ríe
 de qué se ríe

 de su ventana
 se ve la playa
 pero se ignoran
 los cantegriles

 tienen sus hijos
 ojos de mando
 pero otros tienen
 mirada triste

 aquí en la calle
 suceden cosas
 que ni siquiera
 pueden decirse

 los estudiantes
 y los obreros
 ponen los puntos
 sobre las íes

 por eso digo
 señor ministro
 de qué se ríe
 de qué se ríe

 usté conoce
 mejor que nadie
 la ley amarga
 de estos países

 ustedes duros
 con nuestra gente
 por qué con otros
 son tan serviles

 cómo traicionan
 el patrimonio
 mientras el gringo
 nos cobra el triple

 cómo traicionan
 usté y los otros
 los adulones
 y los seniles

 por eso digo
 señor ministro
 de qué se ríe
 de qué se ríe

 aquí en la calle
 sus guardias matan
 y los que mueren
 son gente humilde

 y los que quedan
 llorando de rabia
 seguro piensan
 en el desquite

 allá en la celda
 sus hombres hacen
 sufrir al hombre
 y eso no sirve

 después de todo
 usté es el palo
 mayor de un barco
 que se va a pique

 seré curioso
 señor ministro
 de qué se ríe
 de qué se ríe.
  
Mario Benedetti







ESO DICEN...




lunes, 27 de febrero de 2017

POEMAS ENMASCARADOS










Fernando Pessoa - [35 SONNETS - VIII]
{sin fecha}



¿Cuántas máscaras portamos, cuántas sub-máscaras
sobre nuestro rostro del alma, y cuando,
por jugar consigo misma el alma se desenmascara,
conoce ella su propio rostro tras la última máscara?
La verdadera máscara no siente dentro de la máscara
pero ve más allá de la máscara a través de los ojos enmascarados.
Cualquier tarea que la conciencia comienza
con su aceptado uso al ensueño enlaza.
Como un niño asustado por sus rostros espejados,
nuestras almas que son niñas, siendo distraídas,
otredad imponen a sus muecas vistas
y un mundo entero obtienen causando su olvido;
y, cuando un pensamiento desenmascarar pudiera nuestra enmascarada alma,
no irá desenmascarado al desenmascaramiento.




Original inglés:

How many masks wear we, and undermasks, / Upon our countenance of soul, and when, / If for self-sport the soul itself unmasks, / Knows it the last mask off and the face plain? / The true mask feels no inside to the mask / But looks out of the mask by co-masked eyes. / Whatever consciousness begins the task / The task's accepted use to sleepness ties. / Like a child frighted by its mirrored faces, / Our souls, that children are, being thought-losing, / Foist otherness upon their seen grimaces / And get a whole world on their forgot causing; / And, when a thought would unmask our soul's masking, / Itself goes not unmasked to the unmasking.

Tomado de:

Pessoa. Fernando. Edição Crítica de Fernando Pessoa. Volume V. Poemas ingleses. Tomo I (Edición crítica de Fernando Pessoa. v.5 t.1). Lisboa, IN-CM, 1999 [35 Sonnets - VIII]








Álvaro de Campos [É Carnaval]
{sin fecha}



Es Carnaval, y están las calles llenas
de gentes que la sensación conservan.
Tengo intenciones, pensamiento, ideas,
pero no puedo tener máscara ni pan.



Esta gente es igual, yo soy diverso
–incluso entre los poetas no me aceptarían–.
Y a veces ni siquiera pongo esto en verso
–y cuanto digo, ellos nunca lo dirían–.


¡Cuán poca gente es mucha gente aquí!
Estoy cansado, con cerebro y cansancio.
Veo esto, y quedo, extremadamente aquí
solitario con el tiempo y con espacio.


Detrás de máscaras nuestro ser espía,
Detrás de bocas un misterio acude
que mis versos anodinos repudia.


¿Soy mayor o menor? Con manos y pies
y boca hablo y me muevo en el mundo.
Hoy, cuando todos son máscaras, eres
un ser máscara-gestos, en lo más profundo...




Original portugués:

É Carnaval, e estão as ruas cheias / De gente que conserva a sensação. / Tenho intenções, pensamento, ideias, / Mas não posso ter máscara nem pão. // Esta gente é igual, eu sou diverso — / Mesmo entre os poetas não me aceitariam. / Às vezes nem sequer ponho isto em verso — / E o que digo, eles nunca assim diriam. // Que pouca gente é muita gente aqui! / Estou cansado, com cérebro e cansaço. / Vejo isto, e fico, extremamente aqui / Sozinho com o tempo e com o espaço. / Detrás de máscaras nosso ser espreita, // Detrás de bocas um mistério acode / Que meus versos anódinos enjeita. // Sou maior ou menor? Com mãos e pés / E boca falo e mexo-me no mundo. / Hoje, que todos são máscaras, és / Um ser máscara-gestos, em tão fundo....

Tomado de:

Pessoa. Fernando. Álvaro de Campos. Livro de Versos (Edição crítica, introdução, transcrição, organização e notas de Teresa Rita Lopes). Lisboa, Ed. Estampa, 1993.







LA ORUGA Y LA MARIPOSA





Una pequeña oruga caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes. "¿Hacia dónde te diriges?" - le preguntó -. Sin dejar de caminar, la oruga contestó: "Tuve un sueño anoche: soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo". Sorprendido, el saltamontes dijo mientras su amigo se alejaba: "¡Debes estar loca!, ¿cómo podrás llegar hasta aquel lugar?, ¿tú?, ¿una simple oruga? .... una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable...". Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó, su diminuto cuerpo no dejó de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo preguntando hacia dónde se dirigía con tanto empeño. La oruga contó una vez más su sueño y el escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y dijo: "Ni yo, con patas tan grandes, intentaría realizar algo tan ambicioso", y se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo la araña, el topo y la rana le aconsejaron a nuestro amigo desistir: "¡No lo lograrás jamás!" le dijeron, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir. Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. "Estaré mejor", fue lo último que dijo y murió. Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos, ahí estaba el animal más loco del campo, había construido como su tumba un monumento a la insensatez, ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable. Esa mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos, aquella costra dura comenzó a romperse y con asombro vieron unos ojos y unas antenas que no podían ser las de la oruga que creían muerta, poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas de mariposa de aquel impresionante ser que tenían en frente, el que realizaría su sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado. El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino. Aunque el camino sea largo y difícil, no te dejes vencer... si eres constante, tus sueños pueden convertirse en realidad.


¡DEFINITIVAMENTE NO!



RECORDANDO A CABRUJAS




Tal día como hoy hace 28 años los venezolanos, particularmente los caraqueños, despertamos de un sueño y descubrimos una realidad que nos persigue desde entonces. Venezuela vive hoy una tragedia, una pesadilla de la que nos es imposible despertar, es importante reflexionar sobre lo que somos y hemos sido como sociedad, para entender los trágicos acontecimientos que hemos vivido y que estamos por vivir. Aquí comparto nuevamente con todos ustedes este extraordinario análisis sobre el venezolano, realizado hace 22 años por José Ignacio Cabrujas, como parte de una conferencia “La Viveza Criolla” dictada el 12 de enero de 1995 en el ciclo “La Cultura del Trabajo” organizado por la Fundación Sivensa en el Ateneo de Caracas y publicado por primera vez en 1996 por la Fundación Sivensa-Ateneo de Caracas.







“La Viveza Criolla. Destreza, mínimo esfuerzo o sentido del humor”
José Ignacio Cabrujas

Francis Bacon decía que no hay peor cosa que considerar sabios a los pícaros. Latinoámerica, Venezuela, el Caribe, han tenido siempre la necesidad de mirarse a así mismos, de expresarse en un ícono. Los pueblos tienen una noción de sí mismos y gustan mucho de concretar esa noción, esa apariencia que los pueblos arrastran a lo largo de siglos, de sí mismos, concretarlo en maneras, en personajes, en actitudes, en leyendas, en mitos.

Los venezolanos no somos una excepción al respecto. Quien tipifica, quien estereotipiza a un hombre mexicano, inmediatamente cae en la fatalidad de atribuirle los conceptos que pertenecen, de una manera específica, al ser de los mexicanos; la machura, el patriotismo excesivo, el nacionalismo delirante, pero cuando a México lo ven otros pueblos del mundo, lo ven como el ratoncillo de la Warner Bros, ágiles, astutos, pícaros, siesta, haraganería, flojera. Una imagen viene de un lado y otra imagen la genera un pueblo de sí mismo.

Los venezolanos hemos generado muchos mitos en relación a nosotros mismos, porque los venezolanos somos admiradores de los mitos, porque no entendemos nuestra historia. Como ni siquiera la conocemos, nos hemos visto obligados a sustituir la historia por la mitología, que fue lo mismo que le pasó a los griegos, que tampoco conocían su historia, aunque por razones muy distintas. Los venezolanos tenemos mitos, en los cuales creemos tanto que los convertimos en actos de fe. Creemos, por ejemplo, que las caraotas tienen hierro; las caraotas no sólo no tienen hierro, sino que poseen una cubierta que tiene la particularidad de aislar el poquito hierro que podamos ingerir y que además lo elimina, pero no hay manera de convencer al venezolano que las caraotas no tienen hierro.

Así como creemos en el hierro de las caraotas, creemos que somos un pueblo vivo en el sentido de astutos, de pícaros, de una gran destreza y de una gran habilidad. Hemos asociado la palabra vida, palabra hermosa, y la llegamos a confundir con viveza, pensamos que estar vivos es hacer una picardía, decir que una persona es viva o está viva es porque está en algo, está haciendo algo. Nuestra historia niega eso, ¿cuándo fuimos vivos?, ¿qué hicimos para merecer ese calificativo? Basta ver el país, ¿dónde está la vivezas de un país que despilfarró 250 mil millones de dólares en veintitantos años?, ¿cuál es la viveza de un país que se encuentra en este atolladero gigantesco, después de despilfarrar una de las más colosales fortunas que se pueda alguien imaginar?, ¿cómo entender que el Presidente nos diga a cada rato que esta es la peor crisis financiera que pueblo alguno haya vivido desde que en Génova, en 1604, se inventaron los bancos? Nunca, hasta el día de hoy, un pueblo de la Tierra ha vivido una crisis financiera como esta, peor que el crack del 29, peor que el crack alemán. La peor crisis financiera en relación al dinero y población y, sin embargo, tenemos que vivirla. Un país que no ha logrado resolver un enigma, un país que le entran 15 mil millones de dólares y tiene 20 millones de habitantes, ¿por qué este país tiene la crisis que tiene?, no le cabe en la cabeza a nadie, ¿cómo pueden considerarse vivos, astutos, hábiles a los ciudadanos que viven en este país?

Toda América Latina podrá contar su historia de muchas maneras, heroica, abnegada, hermosa, pero astuta nunca. La América Latina no es astuta, bastará leer el panfleto escrito por el uruguayo Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, donde se narra el aterrador despojo que este continente vivió desde la época de la conquista, es un despojo indignante, pero es el despojo de los tontos, quien así se comportó, quien admitió que el Potosí, que era un cerro de oro, fuese trasladado en bloques de oro a Sevilla, no es un pueblo astuto.

Venezuela, en ese sentido, es un pueblo especial dentro de nuestro continente, es un país que no ha tenido la conciencia de su propia historia, es un país en gestación. Venezuela es un país no posesionado, nadie en el mundo sabe qué quiere Venezuela, qué proyectos, qué ambiciones, qué deseamos. Una vez un diplomático mexicano dijo que entenderse con Venezuela era lo más difícil del mundo, porque uno se entiende con un alemán, porque sabe lo que quiere, lo que busca, en qué anda; Venezuela ni quiere, ni busca, ni anda. Su conducta en los organismos internacionales es incoherente; no refleja un plan nacional, un desarrollo. Venezuela no se ha inaugurado; su capital, Caracas, tampoco. Es una ciudad sin visión, sin recuerdos, ni nada que la caracterice, es un campamento. Venezuela toda es un campamento y además tiene una cultura de campamento. 

Aquí hemos afrontado siempre el dilema de que es lo que somos, lo que nos ocurre, nuestro comportamiento, nuestro ser histórico no se corresponde con nuestros libros, con nuestro verbo, con nuestra palabra, con nuestras instituciones, con nuestras leyes y códigos. Hay una enorme diferencia entre la realidad y la fijación de un marco cultural en el país. Las leyes que tenemos no son nuestras; es mentira que el Derecho Penal castigue la criminalidad, el comercio en Venezuela no tiene nada que ver con el Código de Comercio, es mentira, sobre todo que la Constitución exprese el proyecto de una nación, sus deseos más profundos.
Venezuela no es un país que haya creado sus leyes, quizás porque las leyes que debería crear, deberían ser reglamentos, más que leyes, como los que existen en los cuartos de hotel.

El 27 de febrero Venezuela vivió un colapso ético, que dejó estupefactas a muchas personas, fue una explosión sobre la cual no se ha escrito hondo, amerita un análisis, es una explosión que se traduce en un saqueo, pero no es un saqueo revolucionario, no hay una consigna, es un saqueo dramático, las personas asaltaron locales en medio de una delirante alegría, no hay tragedia, al iniciarse el proceso. A mí me quedó la imagen de un caraqueño alegre cargando media res en su hombro, pero no era un tipo famélico buscando el pan, era un "jodedor" venezolano, aquella cara sonriente llevando media res se corresponde con una ética muy particular; si el Presidente es un ladrón, yo también; si el Estado miente, yo también; si el poder en Venezuela es una cúpula de pendencieros, ¿qué ley me impide que yo entre en la carnicería y me lleve media res? ¿Es viveza? No, es drama, es un gran conflicto humano, es una gran ceremonia. Ese día de juego que termina en un desenlace monstruoso, cruel, la carcajada termina en sangre, es el día más venezolano que he vivido, nunca había sido tan interpretado por nuestra historia, por lo que nos está ocurriendo, es el día que fuimos sublimes y perversos como lo fuimos en buena parte de nuestra historia. Nuestros íconos históricos nos anuncian siempre ese dilema.

Hablábamos antes de las instituciones, leyes y códigos que no nos expresan, pero examinemos qué hemos hecho con nuestros recuerdos históricos. La palabra historia da terror aplicada al país, porque eso exige un reto, exige unos historiadores y no termina de aparecer esa palabra.

Es cierto que existen hombres que se han dedicado a coleccionar nuestra memoria, pero dentro de esos íconos tenemos las dos caras, una que el país exceptúa de sí mismo: Bolívar.

Bolívar es venezolano sólo en el sentido paradójico que pudiese tener la palabra, nuestra paradoja; es venezolano en la medida que no es venezolano, en la medida en que no se comporta, en que no se predica en torno a Bolívar las características que nos hemos atribuido a nosotros mismos como pueblo, ciertas o falsas.

El Libertador es sublime, nadie lo describe como astuto, como pícaro, se pondera su inteligencia, su talento, su genio, es un ícono moral, es un hombre sublime, enfrenta la vida y los venezolanos amamos contar esa historia, enfrenta su vida con pasión, con sentimiento, con fuerza, es una persona de la cual esperamos siempre que la historia nos confirme gestos de un inmenso poder moral, por eso lo hemos exceptuado, hemos llegado a ese convenio, nadie sabe cómo fue Bolívar, pero hemos llegado al convenio social de colocarlo como un paradigma, es nuestra única atadura con lo sublime y lo elevado.

Frente a él, la otra figura: Páez. Este sí, el pícaro, el astuto, el mediocre, el incapaz de ponderar un sueño; nuestra historia encierra una tragedia o nos gusta contarla de una manera trágica. Era la historia que soñaba con un ideal: la Gran Colombia, un ideal inobjetable, un delirio, cinco grandes países unidos, un sueño de grandeza. ¿Lo destruyó quién? Un venezolano integral: Páez. El que somos, el que dijo que no, no, porque no sirve, no, porque no se adecúa; no, porque no es real.

La carta que unos comerciantes de Naguanagua le dirigieron al general Páez y que éste exhibió como documento, es una carta venezolana, completa. Decía algo así: "Estimado general Páez, nos parece que el proyecto del General Bolívar es un disparate, hemos luchado abnegadamente por superar la colonia española, el poder español, nos hemos matado en los campos de batalla, por no pagar impuestos a los españoles, y qué, ¿vamos a pagar impuestos a los colombianos?, no". Esta es la razón por la cual se desmoronó un sueño sublime, porque los comerciantes de Venezuela entera, decidieron que pagarle impuestos al gobierno de Santa Fe de Bogotá era un crimen y algo antivenezolano.

Esto es el punto en que lo sublime queda y la picardía empieza, la astucia, frente al pasado Bolívar, al del sueño complejo, alambicado, difícil, de enorme empresa de envergadura, surge la trampa, el costado, la manera, el meandro, la forma de llegar, de no perder... Esto es gran parte de nuestra historia.

Nicanor Bolet Peraza, escritor costumbrista, escribió un relato olvidado, dedicado a un teatro que funcionó en la Caracas de 1800, llamado el Teatro de Madereros. Cuenta que en ese teatro se escenificaba todas las Semanas Santa, la Pasión de Cristo y estaba hecha por actores venezolanos y era un espectáculo cómico. A ningún pueblo se le ha ocurrido contar la pasión de Cristo de una forma cómica, ya que la Pasión de Cristo no debería hacer reír a nadie, pero a los caraqueños les causaba risa. Bolet Peraza analizaba esto y se preguntaba si no sería que los caraqueños eran unos blasfemos, unos irreligiosos, pero no era eso, no era que la gente se reía en sí de Cristo, ni de la Virgen, la gente caraqueña se reía de que un actor venezolano hiciera el papel de Cristo, es decir, les producía risa que un local, un coterráneo, interpretara tan sublime papel. Quizás si lo hubiese interpretado un actor español, o un sueco, no hubiese causado tanta gracia.

Bolet Peraza nos alertaba que a lo largo de nuestra historia, nos ha sido vedado lo sublime, el sentimiento trágico. El venezolano no asume la tragedia, porque la tragedia expresa una fe del hombre en sí mismo. Quien escribe Antígona, quien escribe Edipo Rey, vale decir el gran poeta Sófocles, Eurípides, Esquilo, que se asume a sí mismo como trágico, está enamorado, está orgulloso de la cultura griega. Esa pasión tenía un motivo; años atrás los griegos habían derrotado a los persas en Salamina; la sociedad griega fue sacudida por una emocionalidad histórica, así la historia de Edipo Rey puede ser contada por un pueblo que cree en sí, que se asume. Así, el país que habitamos, su naturaleza escénica, sus imágenes, lo que ha creado como imagen es una picardía, un acto de sátira de sí mismo, así nos llamamos un país de humor, a veces de buen humor y otras de mal humor.

Hay otro elemento que viene a expresar este vacío de nosotros mismos como cultura: el sentimiento criollo es la cultura española. La cultura española tiene una manera de conducirse muy particular, es una cultura que sólo concibe al hombre que triunfa, y aquí nos aproximamos al trabajo. Lo concibe como un genio y no como un hombre de segunda, como solía decir Benito Pérez Galdós, no cree en el ciudadano común, no hay manera que un hombre español se exprese en su visión de sí mismo como el hombre común; utiliza lo folclórico, lo costumbrista, pero a la hora de entrar a describirse como una nación, elige siempre su cúspide. La pintura española es la mejor del mundo, después de Velázquez, Goya, Picasso, no hay nadie más. No hay segundos pintores en España.

William Somerset Maugham, el gran novelista inglés, decía: yo soy el escritor secundario más importante del mundo. No suena latino, no suena español.

¿Somos vivos entonces cuando afrontamos nuestra relación con la sociedad? No, no lo demuestra nuestra historia. Somos hábiles, somos diestros, irreverentes en alguna parte, en muchas somos borregos, pero tenemos una manera que lo hace irreconocible, una manera de relacionarnos con el objeto, de sacarle provecho al objeto, sin entender el objeto.

Nuestro gran dilema histórico y existencial es que lo que constituye nuestra vida no tiene relación con nuestra cultura, nadie sabe cómo funciona un televisor, pero nos mostramos displicentes frente a un aparato. Somos hábiles a la hora de asumir la funcionalidad, en donde encontramos un grave problema y un gran obstáculo es a la hora de explicar la función.

Lo que suele llamarse el barroco latinoamericano, nada más mentiroso, ni más falso que esta expresión; no hay barroco. Hay una manera de entender el mundo por capas, de asociar inmediatamente a nuestras vidas todo lo que proviene de otras culturas, de allí la pérdida de tiempo que tienen algunas personas al decir que Venezuela debe encontrar su identidad cultural, ¿cuál identidad?, ¿dónde está?, ¿cómo puede encontrar identidad cultural un país que a lo largo de su historia no la ha tenido? El Siglo de Oro español formó buena parte de nuestra manera de entendernos culturalmente, es una herencia que mamamos, tal como mamamos la industria petrolera, tal como mamamos los acontecimientos tecnológicos, humanísticos y los asimilamos, los reconvertimos y nos asociamos a ellos aunque no los descifremos.

El teatro del Siglo de Oro español está apoyado en tres personajes y toda obra escrita en España en esa época, llámese Lope, Calderón, Tirso, responde a esos tres personajes que son, la dama, el caballero y el gracioso. Toda obra española consta de una historia de amor en la cual la dama y el caballero, de alcurnia generalmente, representan lo sublime y parodiando a éstos, está el gracioso, casi siempre el criado, el del pueblo. Así, si el caballero recita una bella declaración de amor a su dama, inmediatamente aparece la escena del gracioso que intenta hacer lo mismo con la cocinera y fracasa, porque balbucea, porque no dice las palabras adecuadas, porque el lenguaje del caballero no se corresponde con su lenguaje.

Históricamente, y es perfectamente demostrable que cuando Latinoamérica, desde la Argentina hasta México, quiso verse a sí misma en esas categorías, generó un primitivo teatro que se puede obsevar en la colonia, aburrido, patético, malo, pero real, porque el único venezolano que entró fue el gracioso. A nadie se le ocurrió que el papel del caballero o de la dama fuera de Venezuela, de Perú, o de México. Nuestra manera de identificarnos, de presentarnos frente al mundo y ante nosotros mismos fue siempre esa, y somos los astutos, los graciosos, los que no pudiendo acceder a lo sublime, nos vimos en la necesidad de asumirnos como parodia de lo sublime.

De allí que yo pienso que el trabajo en Venezuela más que apoyarse como presunto defecto, es una función de viveza o de habilidad, se apoya básicamente en una parodia del trabajo. Cuando se trabaja, parodian el trabajo, porque nuestra cultura no tiene expresión del trabajo, ni ha logrado representar el trabajo como parte indispensable de sí misma.

¿Por qué? ¿Qué es este bochornoso, caótico, incoherente pero amado país? Es la consecuencia de tres exilios, de tres personajes provisionales, el habitante autóctono, el indígena, que fue expulsado de su territorio, de sus creencias, de su vida, para quien la noción de trabajo no existía. ¿Para qué?, si la tierra da y yo lo tomo. ¿Por qué sembrar?, ¿ por qué hacer un huerto? Si toda esta tierra era un huerto.

Otro personaje es el negro, arrancado de las Costas de Marfil, de su tierra, de su amor de todo lo que pudiera generarle un sentimiento. Lo metieron en un barco y lo trajeron a esta tierra y le dijeron: trabaja, ¿para qué?, ¿por qué?

El español llegó a un exilio, llegar a América significaba un castigo, una desgracia, un fatalidad, era vivir en un país de segundones. Aquí no se vino el primogénito, se vino el segundón, el que no servía, el aventurero. ¿Venía a trabajar?, no, ¿para qué? Venía a hacerse rico, la vida verdadera estaba en España, este era un país de paso.

¿Qué cultura de trabajo se puede esperar de tres orígenes donde el trabajo no tiene pasión, ni tiene por qué tenerla? Lentamente esta sociedad, al criollizarse, fue haciéndose al trabajo.

Pero esta es nuestra cultura del trabajo, allí subyace, porque al fin de cuentas se trabaja para una recompensa y decir otra cosa es una hipocresía. Indiscutiblemente existe el trabajo espiritual, el del científico, el del poeta, el del escritor donde el trabajo es un placer. Pero para el hombre que martilla todo un día, no existe placer. No puede haber placer por martillar. Constituye una manera de vivir, se expresa en términos de salario, requiere de un pago correspondiente para asumir esa tarea.

En Venezuela, además, se paga mal, la relación entre salario y trabajo es caótica, es artificial, donde las profesiones no se rigen por el grado de esfuerzo que el hombre puede colocar a la hora de prepararse para ellas. Así pues, no hay una imagen del logro del trabajo, porque en Venezuela no hay imagen de riqueza, porque en los ricos, que podrían ser un paradigma de la imagen del trabajo como lo fue Ford para los americanos, no existe. El venezolano no tiene imagen del bienestar.

Hemos creado una imagen donde el rico tiene imagen de pícaro, Miguel Otero Silva decía que el único rico honrado que él conocía era Antonio Armas, porque la historia de su fortuna se veía por televisión. Bateaba y le pagaban por eso. De resto la riqueza no es honrada y el disfrute de ella misma tampoco es honrado.

Deberíamos desterrar de nosotros mismos la idea de que la viveza nos ha acompañado como acto cercano al trabajo. Es falso, no hay viveza criolla, hay viveza alemana, hay viveza japonesa. Aquí lo que hay es un lento, dramático y desesperado esfuerzo de una sociedad por asumirse a sí misma, en un territorio y dentro de unas costumbres y unos códigos que ni le corresponden, ni la expresan y, en ocasiones, ni siquiera la sueñan.

José Ignacio Cabrujas