martes, 29 de mayo de 2018

QUÉDATEME UN POCO MÁS, MÁRCHATEME UN POCO MENOS,...


 

 

Giraluna Canta en la Ausencia

Andrés Eloy Blanco


Con cuatro días sin carta,
de la ventana a la alcoba,
de la alcoba a la ventana
y entre si duerme o no duerme,
Giraluna canta y canta:

Allá va... me dejó sola,
allá va... sola quedé.
Déjame cerrar los ojos,
que ya no hay nada que ver.

Tengo los ojos cerrados,
me pongo a mirar caminos,
me los prendo al corazón,
empiezo a hacer un ovillo;

voy tirando de los hilos,
los voy enrollando en mí,
los voy enrollando en mí,
los caminos en las manos
se me vienen a morir,

y tanto tiro de ellos,
que se robaron mi afán,
que se vienen devolviendo
y me lo hacen regresar
.

Yo tengo en el corazón
una madeja de atajos,
para salirle adelante
al que me tiene esperando.

Vuelve, novio, vuelve, amante,
que se me olvidó en la prisa
darte el sueño de mis ojos
para las malas dormidas.

Vuelve, que se me olvidó
que te iba a colgar del cuello
este escapulario rojo
que me rompe el lado izquierdo;

vuelve, que tengo los ojos
cerraditos, de buscar
adonde se fue aquel beso
que me acabas de dejar;

me lo pusiste en la boca,
por verte, se me olvidó,
y anda perdido de angustia
entre boca y corazón.

Vuelve a que me lo sujetes,
regresa a que me lo des;
seré menos en el beso
que en irte dejando en él.


Quédateme un poco más,
 
márchateme un poco menos,
 
véteme yendo de modo
 
que me parezcas viniendo
 
y no me grites; adiós!
 
ni digas "hasta la vuelta";
 
vete marchando de espaldas
 
para creer que regresas.

Andrés Eloy Blanco




lunes, 28 de mayo de 2018

YA LA PATRIA ESTÁ MUY LEJOS





Soneto a Rómulo Gallegos


Rómulo: ya la Patria está muy lejos;
la escucho ya en canciones y relatos,
la busco ya en sus cartas y retratos,
la encuentro ya como al amor los viejos.
No digo aquella de los cien reflejos
en el machete de sus arrebatos,
sino la sin maldad y sin zapatos,
de pie y de agua, como los espejos.
Ya nos queda nomás la que escribiste:
en tus libros su olor y su cadencia,
su azul remoto en tu camino triste,
su rumbo y su paisaje en tu conciencia...
lo demás es tu pálida Teotiste,
la mitad gloria y la mitad ausencia.


Andrés Eloy Blanco





Poema del Libro “Giraluna”, publicado por Editorial Yocoima (Venezuela-México) en 1955, en su primera edición prologada por Rómulo Gallegos.

martes, 22 de mayo de 2018

¿HA LLEGADO LA HORA?






El pais que se va (y el que va quedando)
José Rafael Herrera


A mis hijas y nietas

El término diáspora es de origen griego. Literalmente significa “esparcir alrededor”; es decir, desconcentrarse y, como consecuencia directa de ello, dispersarse. Es eso lo que ocurre con una cierta comunidad de personas que se ven obligadas, bajo ciertas y determinadas circunstancias adversas, a tener que abandonar dolorosamente su tierra natal y, con ella, su modo de vida, sus tradiciones, sus costumbres y no pocas veces su idioma, en busca de otras tierras, de otras culturas en las que puedan hallar, por lo menos en parte, lo que han perdido o, más bien, les ha sido arrebatado. No obstante, cuando se piensa en una forma precisa de diáspora, casi de inmediato viene a la mente el modelo dado por la imagen bíblica y su consecuente representación del pueblo judío, porque se suele pensar que la noción de diáspora está exclusivamente relacionada con aquella determinada experiencia histórica; es decir, con el brutal atropello cometido contra las casas de Israel y Judá, contra su peculiar modo de ser y contra su fe religiosa.

Es verdad que la religión –o mejor sería decir, la acción de re-ligare– constituye uno de los factores más importantes en y para la cohesión de un pueblo o de una nación. Pero en el caso del que se ocupan las presentes líneas, la referencia no va dirigida a una particular religión o a una etnia, y ni siquiera hacen alusión a una clase social específica. Todo lo contrario, se trata de la diáspora de una sociedad que creció abierta e hizo de la generosidad su mayor virtud, con una población diversa y tolerante, policultural y multirracial, dueña de una enorme variedad de tradiciones, plena de aspiraciones y deseos que, de pronto, por la violencia impune y el lastre del anacronismo impuesto por una banda de ignorantes, parásitos y pistoleros, ha sido obligada a huir de su tierra, una tierra privilegiada y llena de múltiples riquezas que hasta no hace mucho tiempo fue considerada –¡nada menos! – como “la capital del cielo”.

El país que se va yendo con los días, que se va esparciendo y dispersando, es el país mayoritariamente joven y lleno de potencialidades. Es el país productivo. Ese es el que se va: el país formado, el pensante, el cultivado, el generador de riqueza. Poco importa si son altos o bajos, gordos o flacos, negros o blancos, católicos o protestantes, caraquistas o magallaneros. En la otrora “tierra de gracia” la diversidad nunca importó. Solo importaban sus características comunes: el hecho de ser ingeniosos, inquietos, alegremente creativos y estar siempre bien dispuestos. En una expresión, solo importaba ser venezolano.

Con pasmosa premura a Venezuela se le va lo que con tanto esfuerzo venía construyendo: la calidad de su civilidad. Y es que con el pasar de los días ha ido perdiendo la belleza, la bondad y la verdad de otros tiempos, esa mágica fuerza de su Omni trinum perfectum est. Solo que con la misma premura el país va quedando en manos de la impía malandritud, de la perruna barbarie, envuelta en la soledad, la triste penumbra y el miedo, maniatada por la corrupción y la miseria de cuerpo y espíritu. Sometida y exhausta, la Venezuela famélica, que aún sobrevive, guarda en la memoria, no sin nostalgia, los tiempos de gloria y esplendor. Pero ya su memoria falla, no es firme como antes y a ratos se desvanece entre sus canas, mientras hace la interminable cola del cajero para cobrar los crueles centavos del populismo, o mientras recibe las mendicidades del CLAP y opta por el carnet de la patria, para “morir muriendo”, ese sórdido mecanismo del control totalitario. La Venezuela que va quedando hurga en la basura para poder comer y muere de indolencia en hospitales desasistidos y en ruinas. Es un país intervenido por el régimen cubano y saqueado por mafias que expolian sus riquezas minerales. En fin, es el país que ya no se forma, que ya no estudia, y en el que sale menos costoso quedarse en casa que ir al trabajo.

A la diáspora de la inteligencia que ha sufrido Venezuela se le conoce también como la “fuga de cerebros”, de sus catedráticos, científicos e investigadores de mayor prestigio y renombre. Pero en realidad el país no solamente ha presenciado la desconcentración de su “materia gris”, de sus titulares académicos, sino de prácticamente toda su fuerza laboral, de su fuerza de trabajo, desde sus empresarios e industriales, pasando por su mano de obra capacitada, técnica y profesional hasta sus más humildes trabajadores. En nombre del proletariado, el “presidente obrero” y sus compinches de Las Tres Gracias y del Paseo Los Próceres han destruido el único modo posible con el que cuenta un país para generar riqueza y prosperidad: sus fuerzas productivas, su ser social.

En síntesis, en la Venezuela de hoy, bajo la hegemonía cubana, la sociedad civil, ese motor generador y centro neurálgico de la riqueza de una nación a la que el viejo Marx caracterizó como la real estructura económica de la sociedad, ha sido, a punta de bayonetas, obligada a esparcirse, desconcentrarse y dispersarse por el mundo.

Tampoco la estupidez es libre. Enceguecida por la furia del terror religioso, la España de Isabel y Torquemada expulsaron a los “infieles” –moros y judíos– de la península. Matemáticos, médicos, filósofos, ingenieros, arquitectos, banqueros, artesanos, comerciantes, en suma, la “base real” de la estructura económica de su formación social. A partir de ese momento, el imperio español puso las premisas para que, a pesar de su gran poderío y extensión mundial, Inglaterra, poco a poco, llegara a convertirse, primero, en la gran potencia rival y más tarde en la potencia superior, cuna de la revolución industrial. Que Estados Unidos de Norteamérica sea una superpotencia indiscutible no se debe por cierto a las diásporas de su población sino, muy por el contrario, a su capacidad de recibir y concentrar las grandes diásporas de sociedades fracturadas. Las miserias de Cuba tienen su contrapeso en la diáspora cubana, que concentrada en Florida hizo de un pantanal un emporio, la capital cultural de América Latina.

Ha llegado la hora de poner punto final a la destrucción de un país que se atrevió a extender sus brazos a otros pueblos, a otras culturas y supo crecer con sus valiosos aportes. En fin, de recomponer un país que hasta hace poco fue modelo de tolerancia, bienestar y libertad.

JOSÉ RAFAEL HERRERA es un destacado filósofo, político y docente venezolano, nacido en la ciudad de Caracas, el 4 de marzo de 1959. Profesor Titular de la Escuela de Filosofía de la UCV. PhD en Cs Políticas. Filósofo, Magna cum Laude. Director de Cultura de la UCV.



Fuente: José Rafael Herrera /El Nacional WEB
25 de enero de 2018 12:13 AM
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/pais-que-que-quedando_220079

SOLO PARA VALIENTES



¡VE PENSAMIENTO!
(Ve Pensiero “Nabucco” Giuseppe Verdi)




¡Ve pensamiento, vuela con alas doradas,
Ve¡ y pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el dulce aire de la tierra natal!
¡Saluda las orillas del Jordán
y las destruidas torres de Sion!
¡Oh, mi patria, tan bella y abandonada!
¡Oh recuerdo tan querido y fatal!
Arpa de oro de fatídicos vates,
¿por qué cuelgas muda del sauce?
Revive en nuestros pechos el recuerdo,
¡Que hable del tiempo que fue!
Al igual que el destino de Sólima
Canta un aire de crudo lamento
o que te inspire el Señor una melodía,
que infunda virtud a nuestro padecimiento,
que infunda virtud a nuestro padecimiento,
que infunda virtud a nuestro padecimiento,
que infunda, virtud!.


Va, pensiero es el coro del tercer acto de la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi, con letra de Temistocle Solera, inspirada en el Salmo 137 «Super Flumina Babylonis». Se canta la historia del exilio hebreo en Babilonia y la nostalgia por la tierra natal tras la pérdida del Primer Templo de Jerusalén.