Nuestra Señora de
Caracas
Esta es la imagen a la que se refiere don Aristides Rojas,
que estuvo colocada en la esquina de la Catedral Metropolitana
y luego trasladada al Museo.
Colección de la Galería de Arte Nacional
Esta es la imagen a la que se refiere don Aristides Rojas,
que estuvo colocada en la esquina de la Catedral Metropolitana
y luego trasladada al Museo.
Colección de la Galería de Arte Nacional
Cuando Arístides Rojas escribió sus Leyendas Históricas de
Venezuela y la Crónica de Caracas, lo hacía para un público conocedor; las
familias de Caracas eran las mismas que las del siglo XVIII y los padres y
abuelos de sus lectores habían vivido la Guerra de Independencia. Lo que hizo
Rojas fue darle una base documental a las historias conocidas. Su trabajo es
producto de la investigación histórica y no copia de viejas consejas familiares.
Los escribidores de viejas crónicas del siglo XX escribían para forasteros
recién llegados a Caracas, sea del interior de la República o desde Europa y
América Latina.
Ahora, de la Leyendas Históricas
de Venezuela (OCI, Caracas, 1972), tomo la explicación que nos da Arístides
Rojas del cuadro de Nuestra Señora de Caracas que ilustra este artículo y
al final presento otra versión de la advocación creada por el Obispo Diego
Antonio Diez Madroñero para dotar a Caracas de una patrona.
“Creada la Virgen ¿cómo figuraría en el lienzo o
en la escultura, para que fuese reverenciada de los fieles y reconocida de las
generaciones? Desde luego era necesario que descollaran al lado de la Virgen
algunos de los patronos venerados en la ciudad, y que aquélla sintetizara a
Caracas en sus diversas épocas. ¿Cómo hacer esto? Opinaban unos por colocar en
el retablo que representara a Nuestra Señora, a San Sebastián, a San
Mauricio, a San Pablo y a San Jorge, como primitivos abogados de Caracas en sus
primeras necesidades; opinaban otros por darle cabida solamente a las santas y
sabios doctores de la Iglesia. En esta situación estaban las cosas, cuando el
Obispo invita a los devotos y devotas de Caracas, y presentándoles la cuestión
en la sala de su palacio, les obliga a escoger el cortejo que debía acompañar a
la Virgen bajo la nueva advocación de Nuestra Señora Mariana de Caracas. Debían
figurar en el cuadro la ciudad de Caracas, el escudo de armas concedido por
Felipe II y reformado por Carlos III, y los patronos y patronas que en
diversas épocas la habían favorecido.
Después de una discreta y prolongada discusión,
hubieron de triunfar al fin las mujeres sobre los hombres, haciendo que el
Obispo aceptara, entre los cuatro personajes que debían acompañar a la Virgen,
a tres santas de las protectoras de Caracas, y el asunto del retablo quedó
decretado de la siguiente manera: arriba, en las nubes,, descollaría la Virgen
coronada por dos ángeles; a la derecha de María, Santa Ana, su madre,
patrona de la Metropolitana de Caracas; y después el Apóstol Santiago, patrono
de la ciudad. A la izquierda de la Virgen, estarían Santa Rosa de Lima y Santa
Rosalía; la primera, como representante de los estudios eclesiásticos, al
fundarse, bajo su advocación, el Seminario de Santa Rosa en 1673; y la segunda,
como abogada contra la peste, por haber salvado de ella a la capital en 1696.
En derredor de este grupo se colocarían los ángeles de la corte celestial que
celebran a María, debiendo llevar en las manos cintas en que estuvieran los diversos
versículos de las letanías. Y para para representar a la antigua Caracas, en
medio de los ángeles debía aparecer un querubín que presentase a la Reina de
los Cielos el escudo de armas concedido por Felipe II a la Caracas de
1591.Consistía éste, como hemos dicho alguna vez, en un a venera que sostenía
un león rampante coronado, en la cual figuraba la cruz de Santiago.
Arriba de todas la figuras colocaría el lema que
dice: Ave María Santísima, para recordar la
concesión hecha por Carlos III a la ciudad en 1763, mientras que abajo estaría
Caracas con la fisonomía que ostentaba en esta época.
Diversos pintores dieron a luz sus obras, y
fueron aceptadas. El primer retablo, cuyo destino ignoramos, estuvo en la
capilla de la Caridad, contigua al derribado templo de San Pablo. El segundo
fue colocado en la esquina de la Metropolitana, y está hoy en el Museo”
Luego del fallecimiento del Obispo
Diego Diez Madroñero (1769), la devoción por Nuestra Señora de Caracas se fue
debilitando. Su sucesor, Mariano Martí, trató de revivirla sin ningún éxito, y
poco a poco se fue desvaneciendo. Los cuadros permanecieron en donde habían
sido colocados hasta la persecución religiosa desatada por Antonio Guzmán
Blanco. Como apunta Arístides Rojas, la que estaba expuesta en la esquina de la
Metropolitana (esquina de La Torre) pasó al Museo Nacional y hoy puede ser
admirada en la Galería de Arte Nacional, en la Av. México.
LA OTRA VERSIÓN
Hay otra pintura que perteneció al Ayuntamiento y que aún existe, pero, luego de siglos de abandono y descuido, permaneció roída de alimañas hasta que en 1953 fue repintado burdamente, al gusto de de los perezjimenistas, que no apreciaban el arte colonial. Hoy se puede ver en el Concejo del Municipio Libertador (esquina de Las Monjas, Caracas).
LA OTRA VERSIÓN
Hay otra pintura que perteneció al Ayuntamiento y que aún existe, pero, luego de siglos de abandono y descuido, permaneció roída de alimañas hasta que en 1953 fue repintado burdamente, al gusto de de los perezjimenistas, que no apreciaban el arte colonial. Hoy se puede ver en el Concejo del Municipio Libertador (esquina de Las Monjas, Caracas).
¿Qué observamos en el cuadro, además
de la simbología religiosa? Pues la ciudad de Caracas como lucía en la segunda
mitad del siglo XVIII, vista desde el oeste. Al centro, está la Plaza Mayor con
las canastillas para el mercado construidas por órdenes del gobernador
Ricardos; al frente, la Catedral con su torre bien alta. Frente a la plaza, a
la derecha del espectador, se ve la cuadra donde estaban el palacio del obispo
(hoy Palacio Arzobispal) y en la esquina, con una pequeña cúpula, la
Universidad. Al fondo, la torre pertenecía a la Iglesia de la Candelaria y la
que está cerca de la Catedral correspondía a la de San Mauricio (hoy Santa
Capilla).
Nuestra Señora de Caracas. Óleo sobre tela pegada a tabla.
Escuela de los Landaeta. Circa 1775
Colección Fundación John Boulton, Caracas
Aquí vemos a Nuestra Señora de Caracas, sin la corte de patronos, pero
con un significado más interesante: María está acompañada del Padre Eterno y
por detrás de las nubes hay una escala al cielo. En la cinta que pende de la
cruz de seis brazos se lee: Consolatrix caracensis. No
aparece el escudo de Caracas, pero la ciudad se aprecia de norte a sur, sin
mucha nitidez en la representación de la edificaciones, podemos ver al centro
la Catedral; hacia el fondo una torre que corresponde a la Ermita de San Pablo;
a la extrema derecha el cerro El Calvario con su capilla. En primer plano la
Iglesia de Altagracia, y entre ésta y la torre de la catedral, se ve la de san
Mauricio. Hacia la izquierda está la torre de la Iglesia de la Candelaria. Este
cuadro se puede apreciar en el Museo de la Fundación John Boulton al lado
del Panteón Nacional, donde también se aloja la colección de antigüedades de
Aristides Rojas.