lunes, 13 de junio de 2011

MISIÓN ­CASI­ IMPOSIBLE – Rigoberto Lanz



"...La universidad necesita organizarse en núcleos de estudios transdisciplinarios".
Cristovam Buarque

¿ Cuál es el problema? Que la universidad, como muchas otras organizaciones, tiene dificultades severas para hacer los cambios que necesita. No puede por sí sola adelantar las transformaciones normales que toda institución requiere para funcionar con los tiempos. 
La universidad pasó de ser un combustible importante para el impulso de los cambios de la sociedad a ser un peso muerto respecto a los ambientes de reformas que se animan en todos lados. O no se producen cambios significativos o se generan con tal lentitud que resultan intangibles. La evolución natural de la dinámica universitaria no conduce a su transformación espontánea. Conduce sí al reforzamiento del conservadurismo, a la reproducción de prácticas y discursos, a la perpetuación de lo mismo. 
Este inmovilismo estructural de la universidad no es una exclusividad; hay otro tipo de organizaciones que están allí durante siglos reproduciéndose sin mayores cambios: los aparatos religiosos, los aparatos militares, la familia. Nadie se escandaliza por ello; diríase, más bien, que todo eso es "normal". Pero en el caso de la universidad (y en cierto modo en los aparatos escolares y culturales) se supone que en su propia naturaleza está el rasgo singular de ser un espacio del pensamiento, un lugar donde la gente estudia y entiende, donde lo esencial debería ser la comprensión de la realidad. Decir la comprensión de la realidad es apuntar justamente a la lógica del cambio, es preguntarse cómo se transforma esa realidad, o lo que es lo mismo: ¿cuáles son los obstáculos del cambio? Aquí comienzan las paradojas: la universidad perdió la conexión de sentido con la dinámica social y, por tanto, difícilmente puede formular las preguntas apropiadas sobre su transformación. De rebote, la autocomprensión de sus límites y posibilidades también se escapa; por ello, las pulsiones transformadoras son succionadas por la inercia de los procesos de conservación. La traducción práctica de este curioso fenómeno es lo que se observa a simple vista durante décadas: una universidad implosionada, menguada en su trascendencia, errática en la direccionalidad de cualquier horizonte de significación, decadente en todo su accionar. 
"Lo que no se regenera, degenera", sentencia el amigo Edgar Morin. Sin duda, algo de esto viene ocurriendo desde hace muchísimos años. Lo que sucede es que esta subcultura de la conservación es un paquete completo que incluye dispositivos de simulación, tranquilizantes ideológicos, enmascaramientos de todo tipo, coartadas al gusto para justificar la vida de miles de colegas que deambulan por allí de tremedal en tremedal. (Si usted camina por cualquier pasillo universitario y detiene amablemente a algún profesor, a un empleado o a una estudiante y le pregunta sutilmente qué piensa sobre la "muerte de la universidad", le puedo asegurar que nadie entenderá la pregunta, entre otras cosas, porque es bastante probable que nunca hayan leído o escuchado nada al respecto, a pesar las toneladas de libros, revistas, debates que se han suscitado sobre este asunto en las últimas dos décadas). 
¿Qué nos está indicando esta imagen? Se pueden explorar varias pistas, pero resalta una que me parece demasiado visible: no hay músculo interno para encarar en serio los cambios de fondo que están en agenda (ORUS sabe algo de esto). No hay energías intelectuales o sociopolíticas para direccionar procesos de transformación que emanen de la propia comunidad. 
No existe una voluntad sostenida que pueda ser identificada como un torrente hacia la mutación de lo que tenemos. 
Lo que sí hay es un clima de resistencia que ha hecho huella en grupos de distinto calibre que nunca se han conformado con los remedos de cambios que adornan los rituales electorales. Una singular combinación de esos factores críticos internos con presiones crecientes de la propia sociedad, al lado de políticas públicas atinadas, es la única vía que puedo avizorar para responder constructivamente a la perplejidad de una universidad dura de cambiar.  
No digo que el mandado esté hecho, digo apenas que hay un chance. 

RIGOBERTO LANZ
EL NACIONAL Domingo 12 de Junio de 2011 Opinión/8 

No hay comentarios:

Publicar un comentario