Ética para Amador es un ensayo publicado por primera vez en abril de 1991 por el escritor y filósofo español Fernando Savater. El libro
consta de 9 capítulos y trata sobre la ética, moral y filosofía de la vida a
través de la historia. El libro está escrito en un lenguaje sencillo y está
dirigido al público general, en especial a los jóvenes. Es un libro destinado a
hablar de ética sin caer en una simple narración de una serie de ideas morales,
evitando ser un manual de cómo actuar en situaciones prácticas de la vida.
Ética para Amador nos muestra una charla que mantiene un
padre (Savater) con su hijo Amador, a quien únicamente pretende transmitirle el
arte de vivir la buena vida, el secreto de saber elegir el bien y el mal, eso
que él llama ética y libertad. Planteando muchas preguntas intenta llegar al
fondo de ellas sin que eso implique dar una respuesta concreta o un recetario
exacto de cómo es que se debe vivir, pues su intención es sólo la de dar las herramientas
para que cada individuo, con su propio criterio e inteligencia, logre decidir
el camino por el cual conducirá su vida.
Ficha resumen
CAPÍTULO I: De qué va la ética
De entre todas las cosas que pueden formar nuestro saber,
existen unas básicas como lo es el saber qué cosas son convenientes o buenas y
cuáles inconvenientes o malas. Cuando se presentan ambigüedades, es que comienzan
las dificultades del saber vivir y entra en juego la libertad. Los animales,
por estar programados por la naturaleza, conocen una sola forma de
comportamiento para cada situación. Los seres humanos, aun que en cierta medida
estamos también programados por fidelidades que nos son inculcadas desde la
cuna, somos seres imprevisibles, pues tenemos una serie de alternativas en
nuestro proceder que aunque en ocasiones resulten raras, muy pocas veces son
imposibles. La libertad nos permite elegir, inventar e incluso equivocarnos.
Dos importantes aclaraciones al respecto es que no somos libres de elegir lo
que nos pasa, sino de responder a ello de un modo u otro; y que el ser libres
para intentar algo no tiene relación alguna con lograrlo, pues en ocasiones mezclamos
libertad con omnipotencia y es entonces que intentamos elegir dentro de lo
imposible. Lo importante es encontrar nuestro propio arte de vivir que nos
permita acertar, y eso es la ética.
CAPÍTULO II: Órdenes, costumbres y
caprichos
Un motivo es la explicación propia más aceptable acerca de
tu conducta. Dentro de los motivos existen las órdenes, las costumbres y los
caprichos, que no hacen más que inclinar la conducta y preferencias. Las órdenes
y las costumbres, cuya fuerza es el miedo y la comodidad respectivamente, son
impuestas por factores externos, mientras que los caprichos surgen del interior
de cada quien. Respecto a las primeras es recomendable establecer hasta qué
punto pueden ser obedecidas y de las segundas, saber que sirven exclusivamente
para aspectos de rutina.
CAPÍTULO III: Haz lo que quieras
La libertad no es sólo decidir sino darse cuenta qué se está
decidiendo. Por ello sólo es válida cuando se ha pensado dos veces: con la
primera se descubre el motivo y con la segunda se cuestiona el mismo. Nunca una
acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho A veces con
eso basta, pero casi siempre se necesita del razonamiento para determinar si es
o no conveniente algo. Todo esto forma parte de inventar nuestra propia vida y
no vivir de a acuerdo a lo que los otros inventan por nosotros. Moral son
aquéllas reglas o normas que consideramos válidas, mientras que la ética se
encarga de cuestionar por qué lo son. Hay cosas buenas y malas que nada tiene
que ver con la moral y de las cuales conocemos concretamente su utilidad; tratándose
de seres humanos, sin embargo, resulta difícil esta clasificación, pues
ignoramos para qué sirven. Lo único que se sabe es que la ética se basa en una
frase: Haz lo que quieras
CAPÍTULO IV: Date la buena vida
Haz lo que quieras es abandonar lo que nos rige desde el
exterior y enfocarse a lo que la propia voluntad reclama desde el fuero
interno. La misma contradicción que hay en Haz lo que quieras (que así como
abre una infinita gama de posibilidades puede reducirla a una elección entre
dos), se presenta en la libertad, pues no somos libres de elegirla o no, sino
que estamos condenados a la libertad, como afirmó Jean−Paul Sartre. Para no
reducir la frase a un simple capricho, es importante establecer prioridades
entre los deseos repentinos y aquellos a largo plazo. La ética es alcanzar la
buena vida humana, que es la que incluye relaciones con otros seres humanos, no
a costa de ellos. Todos tenemos una realidad biológica pero, para llegar a ser
hombres, se necesita de otros que fundamenten nuestra realidad cultural
mediante enseñanzas. La base de nuestra cultura es el lenguaje, por lo que
hablar y escuchar a alguien, es tratarlo como persona. Es un proceso recíproco
igual que la humanización, pues darse la buena vida es al final igual que dar
la buena vida.
CAPÍTULO V: Despierta baby!
No tener perspectiva de conjunto es simplificar, el dinero e
incluso la muerte es simplificar. La vida en cambio es complejidad y
complicaciones. Lo que poseemos nos posee y pasamos la vida creyendo que atesorar
cosas es vivir, y no reparamos en pensar que de las cosas sólo salen cosas.
Como humanos necesitamos una complicidad fundamental que sólo se da entre
iguales. Las traiciones y los abusos se dan, pero convertir a los demás en
cosas es la forma incorrecta de defender el derecho propio a no ser tratado
como tal. Ya que ninguna buena vida puede ser sin cosas, es básica la atención,
es decir, la reflexión acerca del sentido de esa buena vida. Como condición
ética principal está no tomar la certeza de la muerte como un pretexto para
vivir de cualquier modo, sino intentar comprender a cada momento de qué está
tratando la vida y cómo se la hace buena para uno, no para los demás, pues
nadie puede ser libre por ti.
CAPÍTULO VI: Aparece Pepito Grillo
Imbécil es aquél cuyo carácter es débil, y nuestra
obligación es evitar serlo. Hay quienes creen que no quieren nada y todo les da
igual, otros que lo quieren todo a la vez y caen en propias contradicciones,
otros que no saben lo que quieren ni intentan averiguarlo, algunos tienen una
voluntad muy débil o, en el caso contrario, muy fuerte y no distinguen la
irrealidad. Si se es imbécil, se necesita de fuerzas exteriores en que apoyarse
y con dificultad se llega a la buena vida. Lo contrario de ser imbécil es tener
conciencia, para lo cual se requiere de cualidades innatas. Después del mínimo
de condiciones sociales y económicas adecuadas, la conciencia depende de la
atención y esfuerzo de cada individuo. Debe haber interés por vivir humanamente
bien, concordancia entre actos y deseos, desarrollar el gusto moral y enfrentar
la responsabilidad. Un auténtico egoísta es quien quiere y busca lo mejor para
sí mismo. Aquél que se rodea de lo que le sienta mal es un imbécil que deseaba
ser egoísta. La culpa y la responsabilidad también se relacionan con la
conciencia, pero lo peor es el remordimiento que es el descontento con nosotros
mismos por emplear la libertad en contra de nuestros deseos. Ser responsable es
saberse libre para bien o para mal y estar dispuesto a responder por los actos;
actuar sin órdenes superiores con un fin de construirse, transformarse e
inventarse a sí mismo. Como la decisión de vivir bien es personal, lo ideal
sería que se volviera un tipo de vicio.
CAPÍTULO VII: Ponte en su lugar
La ética habla de cómo vivir bien entre humanos. Sin embargo
hay criterios distintos acerca de lo aceptable y lo inaceptable. Lo cierto es
que lo conveniente es aquello sin lo cual se vive, mas no humanamente. Incluso quien
comete cualquier fechoría sigue siendo humano pues cuenta con la posibilidad de
transformarse. Una característica del ser humano es la imitación, por lo que el
ejemplo que se le da a los semejantes es básico. Muchos malos lo son porque son
desgraciados, están solos, temerosos y son ignorantes. Lo más valioso que obtenemos
de nuestros semejantes es la posibilidad de tener la complicidad y afecto de
más seres libres, es la forma en que la propia humanidad se refuerza. La
libertad no sirve a nada ni nadie, se contagia. Al perjudicar al prójimo el más
perjudicado es al final uno mismo. Tratar a las personas humanamente es saber
ponerse en su lugar; ser consciente que, pese a las diferencias que entre todos
existen, siempre se está de algún modo dentro de los semejantes; o reconocer
sus derechos y razones para considerarle igual de real y serio como uno mismo.
Los propios intereses no son malos, pero sí relativos; el único absoluto es el
de ser humano entre los humanos que conduce a la buena vida. La clave de todo
es sentir simpatía y lograr ponerse en el lugar del otro es un arte; se
requiere de objetividad para ver las cosas a su manera sin ocupar su sitio,
pero principalmente se necesita un conocimiento de la justicia. La virtud de la
justicia es la habilidad y el esfuerzo para saber lo que nuestros semejantes
esperan de nosotros, y esto no se logra obedeciendo leyes que establecen sólo
el mínimo de esto, sino amando un poco a cada persona como cosa indispensable
para vivir bien.
CAPÍTULO VIII: Tanto gusto
Existe una gran censura sobre todo lo que implica placer
corporal y no reparamos en pensar que sin su satisfacción no hay vida buena.
Disfrutar nunca será malo mientras no dañe a nadie, es lo que nos aleja de ser animales;
el sexo con fines únicos de procreación es por el contrario lo que nos aleja de
lo humano. Hay quienes temen al placer porque les gusta demasiado y distrae.
Otros disfrutan no dejando disfrutar, ellos son calumniadores o incluso
puritanos, para quienes lo bueno es lo que nos disgusta hacer y sufrir es más meritorio
que gozar, lo que en realidad nada tiene de moral o ético. Usar los placeres es
tener un control sobre ellos que impida que se mezclen con otros aspectos de la
vida personal y así se nos enriquecemos. Sin embargo su carácter excluyente
puede conducir a un empobrecimiento debido a la pérdida de interés en cualquier
otra cosa. El placer que mata no es placer, sino un castigo. La templanza es el
arte de poner el placer al servicio de la alegría, que acepta vida y muerte,
placer y dolor. Quienes optan por su contrario, la abstinencia, desconfían de
todo lo que les gusta. El placer más triste es la culpa; considerar algo más
que placer como un crimen es reclamar un castigo. Es falso creer que siempre se
goza a costa de otros, el interés y la ayuda que se les brinde va por otro
camino distinto al disfrutar propio.
CAPÍTULO IX: Elecciones generales
Nunca se piensa en la política como algo ético, pues en la
mayoría de los casos quienes la ejercen piensan en reprender al vecino antes de
mejorarse a sí mismos. Se les atribuyen frecuentemente poderes sobre humanos que
conducen a la decepción de quienes los han elegido. Sin embargo, en cuanto a su
finalidad, la ética y la política están muy relacionadas, ya que el objetivo de
la política es organizar la convivencia social para permitir que, con la ética,
cada individuo elija lo que más le conviene. En cuanto a diferencias, podría
decirse que la ética se ocupa de lo que cada cual hace con su libertad,
mientras que la política coordina cómo muchos manejan la misma. Para la ética
es importante querer bien, para la política cuentan los resultados, nunca los medios.
La ética no puede esperar a la política y por ello en ningún orden político,
por malo que sea, habrá quienes ya no puedan ser buenos. En un estado utópico,
todos serían automáticamente buenos porque las circunstancias impedirían la
presencia del mal. La buena vida incluye, pues, un proyecto político basado en
la libertad, la justicia y la asistencia en el que la dignidad de los
individuos sea respetada. Los derechos humanos son las exigencias mínimas que
debe cumplir la sociedad política. Ya que muchos problemas hoy pueden ser resueltos
a nivel global, la fragmentación política entorpece el proceso. El mantener la
Tierra habitable es tarea de los hombres como comunidad mundial, para lo cual
se requiere tolerancia y la eliminación de ideologías fanáticas.
EPÍLOGO: Tendrás que pensártelo
El libro trata de lo que se puede hacer con la vida, de sus
sentido que es procurar no fallar o fallar sin desfallecer, de comprender que
vivir es un arte, no una ciencia y por ello la buena vida es a la medida de
cada quien. Debemos elegir siempre lo que nos abra a más opciones y nunca
perder la confianza.
APÉNDICE: Diez años después
La entrada del nuevo milenio poca influencia tiene sobre la
ética o nuestras vidas. No son las fechas quienes hacen significativos los
acontecimientos, sino los sucesos los que nos hacen recordar una fecha. Lo que
sí se debe tener presente es que hay que aplicar los principios éticos de
acuerdo al momento histórico que se vive. Adecuado a la actualidad, esto sería
que, de sus tres existencias (como individuo, como sociedad y como especie), el
ser humano debe reforzar su conciencia de que somos todos miembros de una especie
que como conjunto debe intentar salvarse. Como humanos, nunca llegaremos a
entendernos a nosotros mismos si nos desentendemos de nuestros semejantes, y no
basta con respetar al prójimo si no se acepta al diferente, si no se controlan
los instintos gregarios, pues todos nos parecemos en lo esencial. La ética es
respetar las leyes no escritas de la hospitalidad, que es a la vez recibir al
extraño y ser recibido en casa ajena. Nuestra casa como especie es la Tierra, y
es ésta la que debemos cuidar y respetar. Desde el núcleo más pequeño, es
decir, como individuos, hasta el más extenso que abarca a toda la especie humana,
la ética es básica para vivir bien y crear un ambiente de armonía y respeto a
nuestro alrededor. La libertad, para bien o para mal, es algo tan sencillo como
haz lo que quieras, pero no tanto lo es su aplicación, pues en ocasiones
olvidamos que ante cada decisión libre existe una responsabilidad de enfrentar
las consecuencias. Probablemente porque aún no conocemos lo que es la dignidad,
porque no hemos entendido que todos somos en lo esencial semejantes y tenemos
el derecho de ser tratados por personas como personas, es que vivimos todavía
en épocas de guerras, maltratos y diferencias. Nunca dejaremos de ser
individuos, aún si asumiéramos un poco nuestra naturaleza como miembros de una
especie e hiciéramos algo por actuar como una unidad que quiere rescatar su
hábitat. La ética nos abre las puertas a la libertad, su objetivo finalmente
noes otro que el de vivir la buena vida, pero lo que aún nos cuesta trabajo
entender es que esa buena vida no existe con una conciencia intranquila,
producto de una libertad mal usada. La plenitud en todos los aspectos (físico,
mental, social e incluso económico) es lo que debemos tener como meta para
vivir bien y no hacer a nuestra felicidad dependiente de las posesiones
materiales, pues en ese caso estaríamos completamente dominados y merced de las
ataduras de objetos. En realidad la libertad, la ética, la responsabilidad, son
conceptos alrededor de los cuales se ha creado una gran nube de dudas y
cuestionamientos y que, sin embargo, son sumamente básicos y sencillos de
exponer, mas no tanto de aplicar correctamente. Debemos comprenderlos, intentar
aplicarlos para experimentar los beneficios que ofrece una buena vida y
entonces aceptarlos y asimilarlos como elemento básico de nuestra existencia.
Finalmente no debería ser tarea difícil...sólo se trata de vivir bien.
Para leer “Ética para Amador”
Fuentes:
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