domingo, 27 de mayo de 2012

LA FELICIDAD ES EL CAMINO



Cuando los problemas nos agobian solemos pensar  que nuestra vida siempre mejorara  en el futuro. Nos convencemos de que la vida será mejor después de cumplir los 18 años, después de tener pareja, de mudarnos, después de conseguir un mejor empleo, después de…. Pero a pesar de conseguir estos logros  nos sentimos frustrados, los problemas persisten  y el deseo de cambiar nuestra realidad permanece, entonces pensamos; ciertamente nos sentiremos más felices cuando salgan de esa etapa. Nos decimos que nuestra vida será completa  y seremos realmente felices cuando suceda tal o cual cosa, pero la verdad es que no hay mejor momento para ser feliz que el presente.  Si no es ahora, ¿cuando?

Por largo tiempo sentí que la vida estaba a punto de comenzar, la vida de verdad. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar; entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta de que estos obstáculos eran mi vida.
Si la vida es una carrera de obstáculos y la felicidad es un camino, entonces hay que asumir los obstáculos como retos en donde la felicidad reside en experimentarlos  intensamente y sacarles todo el aprendizaje que  nos brindan, por amorosos o dolorosos que sean.

Esta perspectiva nos ha ayudado a ver que no hay camino a la felicidad: la felicidad es el camino. Debemos atesorar cada momento, mucho más cuando lo compartimos con personas especiales y recordar que el tiempo no espera a nadie. No esperes para aprender que no hay mejor momento que este para ser feliz. La felicidad es un trayecto, no un destino.

Seneca  decía que se es feliz cuando no se necesita la felicidad  y que cuando surge el anhelo de la felicidad comienza el sufrimiento.  Este sufrimiento tiene que ver con la resistencia a ser lo que somos. Hay que empezar por aceptar quienes somos.  La aceptación es el primer paso para fortalecer nuestra autoestima, esto nos abre una gama de posibilidades al conectarnos con nuestros sentimientos.  Mientras rechacemos lo que somos no abriremos  la conexión al corazón y nos quedamos empantanados en el ruido mental.

Aquí les dejo un ejemplo práctico;

¿Cual es la diferencia entre una persona que sabe nadar y una que no sabe nadar?

La que sabe nadar tiene la certeza de que no se va ahogar,  mientras que la que no sabe nadar, tiene incertidumbre. Y el pánico que va unido a esta incertidumbre, detona la desesperación que ocasionara que la persona se ahogue.

Internamente es la misma situación. Cuando tengo la certeza de que pase lo que pase, mi paz interior es inmutable ... A la hora de que me caigo en un mar de emociones negativas, esa paz interior me llevara fluir, que seria simbólicamente “flotar”, eso es ver la felicidad como camino ... De lo contrario si yo no tengo fe, me siento vulnerable, a la hora que caigo en ese mar de emociones, empiezo a resistirme , y ese manoteo es lo que ocasionara el sufrimiento que representa el “ahogarme” desconectándome de la felicidad.

Hoy tenemos una tarea pendiente, reconectarnos  con nuestras emociones, ponernos el salvavidas de la fe y la más importantes,  ser felices.




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